La Jornada Semanal, 19 de octubre de 1997



FUTBOL Y LITERATURA


Mauricio Mejía


ENTREVISTA CON ROBERTO FONTANARROSA

El autor de Boogie el aceitoso acaba de publicar la antología Cuentos de fútbol argentino. Los dibujos que acompañan el texto provienen de Fontanarrosa; los globos, de la dolida pasión de nuestros redactores.



No, si eso de jugársela en una cancha de futbol no es para cualquiera. Hace 30 años ya lo había dicho el periodista argentino Dante Panzeri. ``La pelota -aseguró- sigue siendo rebelde, indócil, para quienes no la saben dominar, y no ha habido director técnico que logre enseñarle a quien no nació dotado de sentido.'' Pero a Roberto Fontanarrosa (1944), desobediente como es, la lección lo agarró fuera del salón de clase. Intentó asegurarse un lugar en un once titular del Rosario Central pero se convenció a la primera de que había dos razones que le truncarían su carrera como profesional. Una, su pierna izquierda. Y la otra, su pierna derecha. Por eso prefirió hacer lo que les ha sido imposible a los futbolistas: escribir y burlar al futbol.

Hace unas cuantas semanas salió al área, midiendo el temporal, la antología Cuentos de futbol argentino, cuya selección y prólogo son de Fontanarrosa. Después de un par de comics futbolísticos (De Penal y El futbol es sagrado), una novela (El çrea 18) y varios relatos cortos (Uno nunca sabe), ha sido fichado por El Clarín para cubrir los movimientos de la pelota como periodista de eventos especiales. Acepta la entrevista mientras prepara el previo del juego entre las selecciones de Chile y Argentina, en uno de los hoteles que lindan con el Cerro San Cristóbal, en Santiago. Se ha vestido con una camiseta estampada con fotografías de Emiliano Zapata, para ``estar exacto con la charla''. Antes de que termine de sentarse, ya está hablando de futbol, parece uno de esos centros delanteros que tiran a gol desde la media cancha apenas iniciado el encuentro.

Es muy difícil precisar qué tiene el futbol para hacernos hablar de tantas cosas. Ya no alcanza la definición que hicieron los ingleses de que es el juego más lindo del mundo, porque eso es indudablemente opinable. A nosotros como hinchas del futbol nos parece que sí, pero no sé hasta qué punto eso se pueda medir con respecto a otro juego. Uno ya lo recibe así, como una cosa impuesta, de la misma manera como uno ve televisión y no se preocupa en saber cómo es el fenómeno de la televisión. En mi caso, mi padre era un tipo muy fanático del deporte, pero del basquetbol más que del futbol. Le gustaba el futbol pero no era de ir a la cancha todos los domingos. Yo le insistía que me llevara porque escuchaba los comentarios en la radio. Me llevó, cierto, pero en verdad yo me empecé a dar vueltas con amigos míos de la primaria que eran hinchas de Rosario Central. Creo que el fanatismo por el futbol o por una camiseta como la de Rosario nació para mí en esos años.

-Sin embargo, el futbol se va metiendo poco a poco en las charlas de café y en las secciones culturales de los diarios.

-No sé si es así; lo que me parece es que ha aumentado la difusión del futbol en la medida en que ha aumentado como negocio. A través de la televisión uno ya tiene acceso a ver futbol casi permanentemente; existe una intención de que crezca el futbol en çfrica, en Asia e incluso en Estados Unidos, y eso ha multiplicado las posibilidades del negocio. Dentro de ese movimiento, supongo que será una mirada más curiosa de parte de algunos círculos que antes lo tenían o relegado o distante. Entonces, dentro de ese mayor consumo que hay de futbol, creo que algunas editoriales consideran que puede ser rentable publicar cuentos o novelas de futbol. En Argentina se preguntaban por qué no había muchos escritores que atendieran al futbol, siendo un país tan futbolero. Y eso sigue siendo así, de manera que no fue sencillo juntar el material para crear un libro de cuentos argentinos sobre futbol porque no hay demasiados.

-¿Cuáles serían, pues, los antecedentes de la literatura sobre el futbol?

-A los que nos ha gustado leer, siempre tenemos distintos autores que hemos seguido desde la infancia. En la infancia argentina se inscriben escritores de novelas de aventuras como Salgari y London. Ahora, en la temática del futbol, el único antecedente que tengo de lectura es el trabajo de los periodistas deportivos. Pero no tienen nada que ver con libros de futbol. No existía nada semejante a una novela sobre futbol o algo parecido. Por supuesto que lo que ocurre es que uno tiende a escribir sobre las cosas que le gustan. Para mí el futbol es algo que me gusta mucho y al ser un juego de equipo, como dice Menotti, el equipo es una pequeña sociedad: uno puede reflejar a través de una historia de este deporte un suceso social, con la ventaja de que se está escribiendo para un público que conoce también de eso. No tienes que explicarles demasiadas cosas.

-¿Por qué hay que escribir de futbol?

-La lucha debe ser porque el industrialismo y la comercialización no invadan el campo de juego en sí. Hay que rechazar algunas propuestas, como las que hicieron los estadunidenses de hacer dos entretiempos para poder meter publicidad; eso choca, porque sus propósitos son eminentemente comerciales. Ha habido, por otro lado, cambios de la FIFA que me parece que han sido acertados para el mejoramiento del juego, como impedir que el arquero pueda recibir con la mano la pelota que le dan los compañeros, o que no la pueda mantener en su poder por más de seis segundos. Esas medidas tienden a defender la diversión. No me preocupa que el futbol sea un negocio, pero estoy convencido de que el extremo puede acabar con él. Ahora, en el negocio del espectáculo no es redituable presentar algo aburrido, entonces la idea es que el juego resulte entretenido. No creo que sea exacta esa disyuntiva popular que dice ``usted qué prefiere: ganar bien y perder, o jugar mal y ganar''. Creo que eso es falso. Generalmente, si juegas mal, pierdes; podrás ganar un partido o dos, pero nunca serás un triunfador.

-Contrariamente a lo que pasa con otros argumentos, las historias fantásticas escritas sobre el mundo del deporte tienen más que ver con los perdedores que con los que triunfan. ¿Por qué?

-Creo que depende mucho de quién escribe. El deporte es un elemento fantástico para tratarlo a través de la escritura, pero responde a gustos personales. Concretamente, se trabaja en muchos casos sobre situaciones límite, de conflicto, que son las que nos retroalimentan. Quizá sean más visibles esas situaciones en el boxeo, que es un tema bárbaro para cualquier escritor; lo que ocurre es que yo no conozco mucho de ese deporte. No puedo evitar, a pesar de que considero que ya no debería existir, quedarme viendo una pelea de box por televisión. Las vidas de los boxeadores siempre son muy duras, muy dramáticas, como las peleas mismas. El futbol no alcanza ese tipo de dimensión, aunque también ofrece particularidades muy interesantes.

-No obstante, hay escritores que aseguran que los conflictos deportivos no alcanzan a ser auténticos soportes para la historia de una novela_

-Nunca me he preguntado eso. Pero creo que es como todas las cosas. Supongamos que alguien escribe sobre la cría de caballos de carreras. La novela puede ser buena, regular o mala, pero lo más probable es que yo no la compre, aunque fuera excelente. No me interesa el tema, pues. Tal vez con la novela de deportes ocurre lo mismo. A la gente que le gusta el deporte le atraerá un texto de ese tipo, al que nunca ha leído nada de deportes le dará lo mismo que exista o no.

-Sobre el futbol en especial, ¿consideras que en este momento estamos viviendo una moda mundial por la literatura deportiva?

-Creo que en cualquier tipo de tendencias hay un grupo determinado de gente que se adhiere a esto por esnobismo, pero bueno, estará dentro de lo que se llama moda y después pasará. No me preocupa demasiado que haya gente que se acerque a la literatura deportiva por esnobismo. El lector conocedor de estos temas nota cuando alguien que escribe no está empapado del asunto, cuando habla de afuera y no desde adentro.

-Parece que llegó un momento en que lo chic es escribir libros deportivos, en especial de futbol, por cualquier razón. Por ejemplo, de repente aparecieron libros sobre Raúl, el delantero del Real Madrid; sobre Ronaldo, para muchos el mejor jugador del mundo, y sobre quién sabe cuántos otros_

-Eso viene por otro lado. En Estados Unidos vas a las librerías y encuentras góndolas y góndolas llenas de libros de autobiografías y biografías de tipos muy conocidos, y de otros no tanto. Hay un registro visual de esos libros; están muy bien presentados, con la foto a color en la tapa del personaje en cuestión, y eso se ha ido transmitiendo en Argentina y otros lugares de Iberoamérica, con artistas y actrices que hacen su libro. Supongo que cualquier editor avisado se pone a pensar quién puede ser popular. Por ejemplo, se pregunta si Luis Hernández puede hacer diez goles en Boca y dice: ``Hernández, el muchacho que llegó de México_'' y algo sale, me entiendes. Ahora, esos tipos que mencionas tienen un precio y una difusión a través del futbol, son auténticos fenómenos.

-Eso puede ser todavía periodismo. Pero ¿qué sucede con la literatura?

-Cuando yo era chico y leía esos cuentos de Salgari y London, no eran más que traducciones al español de autores extranjeros. Un día leí al escritor argentino David Viñas y me sorprendió mucho que los personajes de ese libro hablaran como mi viejo: él puteaba, insultaba; en general, la manera de expresarse de esos personajes era igual a la de mi padre o cualquiera de sus amigos. Eso me inquietó, como diciendo, ``mira este tipo que es tan importante y escribe sobre personajes que son iguales a los que me rodean; no tienen nada que ver con el Príncipe León o el Tigre de la Malasia ni nada por estilo''. Fue un descubrimiento tranquilizador. Entendí que de las cosas que conozco mejor también se puede escribir.

-¿Qué es lo que te entusiasma para escribir y caricaturizar con tanta agudeza el ambiente del futbol?

-Los detalles son los que dan la atmósfera de lo que se vive. Por ejemplo, mi cuento que aparece en la antología, cuya estructura en definitiva es muy endeble: en él me interesaba recrear la conversación habitual de los muchachos antes de jugar un partido de futbol no profesional. Ese es el tema que yo conozco, nunca jugué profesionalmente. Yo me di cuenta, después de hablar con tipos que lo habían leído, de que ninguno hacía mayor referencia a cuál era el desenlace de la historia; se quedaban en los detalles que habían vivido y viven aún. A mí me gusta eso. Me parece válido rescatar lo que aparentemente es intrascendente pero que forma parte del habla cotidiana del juego. Hago una especie de documental, como si pusiera la grabación de un amigo mío que hablara así, aunque sean cosas terribles.

-¿Hacen falta los escritores de deportes?

-Por ahí leí El combate de Norman Mailer y alguna cosa de Vicente Verdú, y noté que había en esos textos otros enfoques, más descriptivos, que enriquecían no el lenguaje sino la cosa gráfica. Eso fue lo que en verdad me animó a hacer este tipo de cosas que publico en la prensa ahora, siguiendo a la selección argentina. Algo que está basado en el partido pero que en definitiva tiene mucho de ficción. Eso sí, presentado como si escribiera yo otras cosas, olvidándome del periodismo que conozco.

-¿Para qué antologar un libro sobre cuentos de futbol argentino?

-No fue una iniciativa mía en absoluto. Lo que sucede es que Alfaguara había sacado los cuentos del futbol seleccionados por Valdano; yo creo que eligieron inteligentemente el nombre del presentador de la colección, porque Jorge, aparte de ser un jugador campeón del mundo, es uno de los pocos futbolistas que ha pasado una gran parte de su vida leyendo, que se expresa muy bien y que puede contar lo que le pasó, cosa que no pueden hacer muchos en ese ambiente. Supongo que les habrá ido bien con ese libro, entonces apareció esta idea de los cuentos del futbol argentino; a esa pregunta podría responder antes que otra cosa que, por supuesto, para vender. Pero, desde luego, ya pensándolo mejor, también para cubrir un espacio que, aunque parezca mentira, estaba vacío. Habrá que ver si es suficiente o si se necesitan más para llenar el hueco.