Hoy es día de elecciones en Tabasco y Veracruz. En ambos estados las campañas de los tres principales partidos políticos han sido intensas y han suscitado agrias confrontaciones verbales, ruidosas acusaciones sobre preparativos de fraude, revelaciones sobre aspectos poco edificantes de la vida privada de algunos de los candidatos, intromisiones de un órgano legislativo federal en asuntos que no son de su jurisdicción ni competencia, mensajes crípticos de algunos dirigentes que insinúan concertacesiones a cambio de no endurecer el debate sobre el presupuesto de la Federación, reclamaciones sobre la incongruencia de mantener el llamado bloque opositor mientras el PAN y el PRD se atacan furiosamente desde los templetes proselitistas de las contiendas municipales. Si éstos han sido los prolegómenos, no es difícil predecir que un huracán poselectoral amenaza las costas del Golfo de México y que sus efectos se harán sentir en los centros de decisión política del país.
¿La democracia en México avanza o retrocede? En Tabasco se elegirá a 17 ayuntamientos y 31 diputados a la Legislatura del estado; en Veracruz a 210 ayuntamientos. En rigor, corresponde exclusivamente a los ciudadanos de cada municipio y de cada distrito votar conforme a su conciencia y decidir de acuerdo con los intereses propios de sus respectivas comunidades. Pero un cúmulo de factores de otra naturaleza y de otra dimensión inciden ya sobre el proceso electoral y reducen la voluntad ciudadana de quienes están avecindados en esas localidades, al minúsculo papel de argamasa para edificar algunos escalones más, de los muchos que los partidos requieren para ascender al poder central, ése que habrá de dirimirse en el año 2000 y en cuya disputa están esfrascados desde ahora.
La democracia, para ser genuina, debe comenzar por fortalecer la libertad de sufragio en los municipios y establecer salvaguardas que impidan intromisiones, no sólo gubernamentales sino de toda índole, a fin de garantizar la autenticidad de las decisiones adoptadas por la voluntad mayoritaria de cada comunidad. Pero los primeros en actuar en contra de este principio son los dirigentes de las cúpulas partidarias.
La información publicada por los medios impresos acerca de los preparativos dispuestos por cada uno de los partidos para intervenir en la jornada electoral de Tabasco y Veracruz es suficientemente ilustrativa. Tanto el PAN como el PRD movilizarán prácticamente a todos sus diputados federales para que participen en tareas que eufemísticamente se denominan ``estrategias de vigilancia'', pero cuyo carácter injerencista es inocultable. ¿Cuántos de esos diputados representan el interés particular de los votantes o están vinculados con las localidades donde querrán hacer valer --sería ingenuo dudarlo-- su fuero constitucional?
La justificación, si la hay, consiste en contrarrestar las posibles intromisiones de autoridades locales en favor de los candidatos del PRI. Habría una confrontación de poderes, pues frente al de funcionarios estatales o municipales, se pretende levantar la investidura política nacional de diputados provenientes de otras entidades del país. Es obvio que unos y otros carecerían, en este caso, de legitimidad.
En esa espuria superposición de intereses, los de los ciudadanos quedan postergados, pues nadie parece preocuparse por indagar si ellos están de acuerdo en que la pugna entre los partidos por expandir sus zonas de influencia y acrecentar la fuerza y el poder inherentes, vaya a dirimirse frente a las urnas donde solamente tabasqueños y veracruzanos debieran decidir su futuro político inmediato. La democracia es también relegada al rincón de las apariencias y los pretextos.
Subyacen, además, pasiones mezquinas y falaces hipocresías. ¿Hasta cuándo se recuperará Andrés Manuel López Obrador de las heridas que produce en su frustrada vanidad la permanencia de Roberto Madrazo en el gobierno de su estado natal? ¿Por qué no confiesan panistas, perredistas y no pocos priístas, que su gran expectativa es el derrumbe político de Patricio Chirinos y Miguel Angel Yunes?
Frente a las urnas de Tabasco y Veracruz, hoy parece haberse instalado un tablero de ajedrez político que abarca a todo el territorio del país. La democracia puede esperar. Los que mueven las piezas juegan otra partida: una más en la serie interminable de la lucha por el poder.