Luis Javier Garrido
El miedo

El miedo de los salinistas a perder el poder el año 2000 está tensando gravemente la situación nacional, como lo muestran los últimos acontecimientos.

1. El grupo de Carlos Salinas logró capotear el 6 de julio presentando la debacle priísta como una muestra de su supuesta ``voluntad democrática'', pensando que al aceptar la apertura de mayores espacios a la oposición podría consolidarse en el poder, pero ante el creciente descontento social ha perdido el estilo y el miedo parece ser el factor determinante de las acciones del gobierno.

2. La respuesta oficial ante la acción devastadora del huracán Paulina en las costas de Guerrero y de Oaxaca (9 de octubre), no estuvo por ejemplo determinada por una política coherente sino por el temor del gobierno ante la población en una situación en la que debió enfrentar su propia responsabilidad por lo acontecido. Conociendo Ernesto Zedillo que la magnitud del desastre fue imputable a la negligencia oficial, pretendió lucrar políticamente con la tragedia, entregando parte de la ayuda a las brigadas del PRI (Proceso 1093) y más tarde al Ejército, culpando a las autoridades locales y municipales y acusando a los partidos.

3. El huracán Paulina, como todos los desastres naturales, no sólo causó estragos entre la población sino contribuyó a desnudar al ``sistema'' de partido de Estado, que se resiste a desmantelarse, y esta vez a mostrar el miedo de quienes gobiernan, y no es éste el único caso, como se ve en lo que acontece en todo el México rural.

4. La ausencia de un política gubernamental para los pueblos indígenas y la militarización de varios estados de la república, no pueden explicarse solamente por la incompetencia de Ernesto Zedillo y sus colaboradores, que con su limitada visión tecnocrática ven en cualquier demanda social un cuestionamiento de los programas neoliberales y pretenden que al amedrentar a las comunidades ``con todo el peso del sistema'' están rindiéndole buenas cuentas al Banco Mundial y al FMI, sino por otro factor: el miedo, que no pueden ocultar, por las manifestaciones de inconformidad que se multiplican en el México rural. El gobierno no tiene una explicación por su negativa a cumplir los acuerdos de San Andrés, que sus representantes firmaran con el EZLN en 1996, como tampoco por la delirante escalada militar a que ha llevado a Chiapas (y al país) y a la que no puede dar justificación alguna en el marco de la tregua decretada por la Ley del Diálogo del 11 de marzo de 1995.

5. ¿A dónde más sino al desastre puede conducir la acción de quienes gobiernan cuando se halla determinada por el miedo?

6. La decisión gubernamental de construir nuevas y costosas instalaciones militares en Chiapas, esta vez a orillas del río Euseba, en plena Selva Lacandona, a tan sólo siete kilómetros de La Realidad, el pueblo zapatista a donde solía bajar a sus conferencias de prensa la comandancia del EZLN, según refirió en La Jornada Hermann Bellinghausen (10 de octubre), y de enviar posteriormente a cientos de efectivos ``con evidente intención ofensiva'' e intensificar las operaciones de amedrentamiento y los vuelos rasantes (15 de octubre), no constituye desde luego más que una nueva torpeza política de Ernesto Zedillo, que refleja el extravío psicológico del grupo gobernante ante el descontento social, y que no evidencia más que su actitud de negativa al diálogo, poniendo de paso aún más en ridículo al Ejército federal, el que no sirve ya para defender a la soberanía nacional sino para combatir a quienes con dignidad siguen defendiéndola y reclamando su derecho a vivir con dignidad.

7. El levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, como tantas veces se ha repetido, no puede tener una salida militar, ya que de proseguir en esa vía el gobierno tendría que enfrentar a las comunidades indígenas de Chiapas y de buena parte de la república, y obviamente a la opinión internacional, que como lo constató Zedillo en su frustrada gira por Europa, considera justas las demandas de los campesinos indígenas de México y le está exigiendo que cumpla lo pactado con los zapatistas. Lo único que está logrando el gobierno es por consiguiente hundirse más en el ridículo pues está cerrando las posibilidades del diálogo, haciendo más difícil las tareas de los legisladores de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) y desprestigiando a las fuerzas armadas al lanzarlas contra los pueblos indígenas que no hacen más que luchar por sus derechos y contra los que no cabe una victoria militar, por lo que cabe preguntarse si estas decisiones, que reflejan el miedo de los hombres de Salinas a perder el poder, no constituyen en sí un fin: y sólo buscan tensar la situación.

8. El principal problema nacional, resulta evidente, lo constituyen quienes están gobernando actualmente a México, y que por su obsesión a perder el poder en el año 2000, se han vuelto en extremo peligrosos en la cuesta final del sexenio.

9. ¿Quién podría creer por ejemplo que los bárbaros operativos de los denominados Zorros y Jaguares en la capital y las ejecuciones que hicieron de por lo menos seis jóvenes de la Buenos Aires sean consecuencia de la autonomía con que se manejan estos cuerpos policiacos, y no de la decisión expresa del gobierno de crear un clima de violencia ante la llegada de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a la jefatura de la capital?

10. El desafío de México en este fin de sexenio va a ser mucho mayor de lo que algunos suponen, pues frente al miedo y la violencia de quienes gobiernan tiene que levantarse la inteligencia de una sociedad en movimiento.