La Jornada 17 de octubre de 1997

Escoltan camionetas con víveres por temor a asaltos

Juan Manuel Venegas, enviado, Arroyo Xúchitl, Oax., 16 de octubre Ť La desesperación comienza a hacer presa de las víctimas del huracán Paulina.

Camionetas con víveres que pueden ya aventurarse por algunos de los maltrechos caminos de la sierra del sur oaxaqueño tienen que ir escoltadas, pues ya ocurrieron los primeros asaltos por hambre.

En los poblados de la región alta, en lo más profundo de la sierra a donde la ayuda sólo puede arribar por aire, apenas llegan las despensas; los niños sobre todo comen a puños harina y pastas secas. Los garrafones o botellones con agua potable se distribuyen ``racionadamente''.

En Collantes, comunidad negra de Pinotepa Nacional --todavía incomunicada-- se reporta que hasta hace dos días la población rescató animales muertos para comer. Extraoficialmente se habla aquí de más de 100 casos de diarrea y de los primeros casos de cólera.

Las lluvias no cesan

En tanto, cada vez son más los representantes comunitarios que arriban a los centros de operaciones y de acopio para tratar de acelerar la ayuda. Caminan uno, dos, hasta tres días... diez o cinco horas. Llegan con indicaciones que quieren ser precisas: ``Ustedes --piden a los militares que coordinan la distribución-- nomás acérquenos las despensas y verán cómo la gente, solita, como pueda, va por ellas''.

Y para colmo de la situación y la incomunicación que sufren comunidades enteras afectadas por Paulina, las lluvias no cesan y hoy, que estuvo lloviendo desde temprano, se tuvieron que cancelar y/o retrasar algunos de los vuelos que estaban programados para llevar agua y comida a los damnificados por el meteoro.

Todo esto entorpece la ayuda que quisiera otorgarse. ``Tenemos trascavos abriendo brecha en algunos caminos que fueron destruidos; tenemos la orden de tratar de llegar también por tierra, pero como siga lloviendo así, con los lodazales, será imposible que podamos avanzar. De nada sirve que se ordene una camioneta, si existe el riesgo de que se quede por ahí atascada'', se quejan los oficiales de la Policía Auxiliar de Oaxaca, que tienen como encargo custodiar el tránsito de los víveres.

Al asalto de las despensas

``La gente no va a esperar mucho más; necesita comida y ropa. Muchos se quedaron sin nada y nomás ven pasar la camioneta con víveres, pues es lógico que la paren, y si no es para ellos, pues no entienden de esa razón'', explica Jacinto Martínez, de la comunidad Loma Larga, con unas 200 familias que todo lo perdieron.

A Jacinto no le sorprende el comentario de que las autoridades empiezan a quejarse por el desvío o robo de las despensas que, aunque esporádicos, obligaron a asignar elementos de seguridad pública a tareas de custodia. Para este hombre, ``puede que sea buena o puede que sea mala'' la presencia de los agentes policiacos. ``Mire usted, no necesitamos, nos urge que nos manden frijol, arroz, que nos manden Maseca, que nos manden agua; la gente necesita comer, nomás viera a los niños, eso sí que ni se diga, los niños están enfermos y orita no tenemos ni con qué taparlos y ya ve usted el agua''.

Los relatos de los choferes que asignó la Contraloría estatal para ``fiscalizar'' la entrega por tierra de las despensas, son certeros y coincidentes: ``Si una camioneta que lleva agua y comida es topada por un grupo de personas que vengan bajando en busca de ayuda, el vehículo ya no sigue. Ellos nos paran y se toman lo que creen necesitar, creemos que no está bien, porque tenemos que seguir un orden, pero tampoco podemos decirles nada''.

Uno de esos conductores --que no quieren que su nombre aparezca-- cuenta que el miércoles en el camino ``allá por Chacalapilla, de pronto se me atravesó un niño en medio del camino; yo iba adelante del convoy y cuando me paré, pues se pararon los de atrás, y cuando menos lo esperábamos nos salió un grupo, mujeres, hombres, niños, de todo, y empezaron a bajar las despensas. ¿Qué hacemos?. Qué no se vaya a decir que estamos robando'', dice Felipe Angel, también de Loma Larga.

``Mire usted, nosotros esperamos pacientemente la ayuda, pero el hambre no espera y nomás viera cómo está la situación allá, más arriba (de la sierra)'', señala.

La población negra de Collantes sigue totalmente incomunicada; alrededor de 250 familias se quedaron sin viviendas, destruidas totalmente por el huracán. Otras 120 casas de la región están reportadas como ``parcialmente destruidas''.

El agua de los arroyos que se formaron en estos días pasados, ya apesta. Por todos lados hay animales muertos. Y según los informes de los servicios de salud, esta zona podría ser la que presente mayores problemas por enfermedades de todo tipo entre la población. Según estos reportes, en los primeros días después del paso de Paulina, la población tuvo que recurrir a algunos de esos animales muertos para tener algo que comer. El martes por la tarde llegó la primera ayuda y por helicóptero los primeros auxilios médicos.

En Collantes ``lo que más necesitamos es agua potable y medicinas. Algunos de nuestros niños empiezan a tener calentura y sudan mucho'', dicen alarmados Filiberto y Matías Gutiérrez.

Oficialmente la situación sanitaria es estable y aunque se reconoce que cada vez son más las personas con diarrea, la Dirección de Regulación Sanitaria de la Secretaría de Salud de Oaxaca rechaza que se pueda generalizar una crisis de enfermos por cólera. Según el último reporte oficial, los casos de esta enfermedad se han presentado en forma aislada y lo que más abunda son los casos de diarrea, gripa y gastroenteritis.

Camino a Arroyo Xuchitl

Desde las cinco de la mañana de este jueves, en el aeropuerto de Huatulco hacían guardia diez representantes comunales de los poblados serranos de Los Muelles, La Ciénega, El Ocote, La Bumbilia, Copalita y Arroyo Xuchitl. Tras caminar más de un día, los campesinos bajaron para pedir de viva voz ayuda y ``ofrecer alternativas''.

Alfonso Jiménez Martínez, de La Ciénega, y Saúl Díaz Gracia, de El Mandinbo, dibujaron un mapa que presentaron a los responsables del centro de operaciones y acopio de la terminal aérea y les explicaron cómo podían llegar hasta Arroyo Xúchitl, ahí dejar las despensas ``para que llegue la gente y se las pueda llevar a sus comunidades''.

Se atendió la petición de los campesinos y cinco camionetas emprendieron el camino con las despensas.

Por la carretera a Salina Cruz, la primera escala fue en Piedra Moro y de ahí una desviación por una vereda en la que apenas cabían las camionetas.

Cinco kilómetros adentro de la sierra, se requirió el apoyo de un trascavo que fue abriendo camino al convoy. Se sortearon arroyos, cunetas, lodazales que hacían patinar las llantas de los vehículos. En fin 10, 15 kilómetros más se pudo llegar a Arroyo Xuchitl, donde se dejaron en custodia de la concejería municipal 550 despensas y varios cientos de botellones de agua potable, para que de las comunidades de arriba la gente pueda bajar a partir de la mañana de este viernes a recoger su despensa.