En el orbe entero, de la naturaleza había un solo rostro al cual dijeron caos: una mole ruda y confusa y nada sino peso inerte y allí mismo hacinadas de las no bien adaptadas casas las discordes semillas... y como eran la tierra allí y el pronto y el aire y como era inestable la tierra, no navegable la onda, falto de luz el aire, a ninguno su forma duraba y estorbaba el uno a los otros, porque en un solo cuerpo pugnaban lo frío con lo cálido, lo seco con lo húmedo, lo muelle y lo duro, lo que peso tenía y lo sin peso...
La razón tiene sus razones, algunas de ellas poéticamente, como las palabras del poeta Ovidio, citado por Juan Manuel Silva en su espléndido trabajo La naturaleza humana y lo insólito en ocasión del terremoto que sacudió la ciudad de México hace 12 años y que vuelven a tener vigencia en función del huracán Paulina que sembró muerte y destrucción entre los marginados en el puerto de Acapulco (Guerrero) y costas del Pacífico (Oaxaca).
Las palabras del poeta que hablaban de caos y metamorfosis sirven a Silva para abordar el cambio y el desorden como dos conceptos centrales en relación con el tema del desastre. Suceso que se presenta repentinamente causado por fuerzas naturales y humanas, cuyos efectos son esencialmente graves por el daño que provocan: pérdidas humanas, materiales y culturales que causan a las personas gran dolor y angustía, como los huracanes, las erupciones volcánicas, las inundaciones, las explosiones, los temblores, los accidentes nucleares, los incendios, los accidentes en medios de transporte; epidemias, guerras, actos terroristas e incluso los asaltos y la violencia que vive México.
La muerte de alguien altera la comunidad al igual que el peligro, al no saber a qué atenerse, máxime si está impuesto por fuerzas naturales que incrementan la impotencia y el temor. ``Entonces hay desastre, desgracia, infelicidad, porque se tiene ``mala estrella'', y el desastre y la catástrofe acaecen al ``astroso'', el que tiene ``mala estrella, al desgraciado'', dice Silva.
La razón, dice el filósofo en casos extraordinarios, nos enseña a darnos cuenta, cuando ella lo advierte, de que era posible que sucedería lo que no creíamos que pudiera suceder. La seguridad proviene de que pensamos que pocas cosas imprevistas pueden suceder. Es decir, la razón no procedió sensatamente y operó como si no existiera. La sensatez no se nutre de la experiencia, pues se adelanta a ella, reflexiona Juan Manuel Silva.
¿Pero, por qué lo insólito, lo desacostumbrado incrementa el miedo a la muerte?
Porque lo insólito provoca actos desacostumbrados. Lo solito se juega con lo insólito. El hombre --animal de costumbres-- sólo hace lo desacostumbrado al requerir un nuevo uso como sucede con los hechos insólitos (damnificados de Paulina). Para Artaud --el hombre teatro-- lo insólito implica el nacimiento del teatro; los hombres al igual que los actores desempeñan papeles nuevos, inéditos y se cubren con máscaras imprevistas y hasta contradictorias con sus papeles previos. Máscaras que son sustituidas por otras máscaras cuando lo insólito disuelve esas máscaras que en lo cotidiano constituyen eso que llamamos ``yo'' o persona.
Todo esto lleva a Silva ``a pensar que en lo insólito, los desastres dan lugar a cambios extraordinarios en la forma de relacionarnos con nosotros mismos, los otros, la naturaleza y la divinidad; y por tanto ser distintos. ``La comunidad (México) puede ser distinta, vía la desgracia acapulqueña si, a partir de lo desacostumbrado, podemos ser diferentes. ¿No existirá la posibilidad de que las neurosis traumáticas como secuela lógica de las pérdidas de los más necesitados puedan ser elaboradas con una nueva forma de ser y no cual es nuestro signo, con el lamento, la resignación y nuevas pérdidas. Dice el poeta:
¿Es que acaso se vive de verdad
en la tierra?
¡No por siempre en la tierra
sólo breve tiempo aquí!
Aunque sea jade: también se quiebra
aunque sea oro, también se hiende
y aun el plumaje del quetzal
se desgarra
¡No por siempre en la tierra
Sólo breve tiempo aquí