Francisco Vidargas
Patrimonio y desarrollo

Durante su XXVI reunión, celebrada en 1991, la Conferencia General de la UNESCO aprobó una resolución en la que se pedía al director general, Federico Mayor que, en colaboración con el secretario general de las Naciones Unidas, Boutros Boutros-Ghali, se creara ``una comisión mundial independiente sobre la cultura y el desarrollo... para preparar un informe mundial, a fin de atender las necesidades culturales en el contexto del desarrollo''. Dicha petición obtuvo semanas después el respaldo de la Asamblea General de la ONU, creándose la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo bajo la presidencia de Javier Pérez de Cuéllar, siendo miembros honorarios --entre otros-- Claude Lévi-Strauss, Derek Walcott y Elie Wiesel. Dicha Comisión inició sus trabajos en 1993 presentando, tres años después, el informe Nuestra diversidad creativa, que ahora se da a conocer en español, editado por El Correo de la UNESCO.

Ahí se aborda --entre otros temas-- el del ``patrimonio cultural al servicio del desarrollo'' donde se analizan desde la desaparición de las lenguas tradicionales hasta el restablecimiento de la producción artesanal, pasando por el registro de los acervos documentales y el rol actual de los museos. Dos apartados que nos interesan son los referentes a las ``lagunas en la formación y en las bases institucionales'' y el ``crimen organizado y tráfico de bienes culturales''.

En América Latina, desde hace algunos años, el Proyecto Regional UNESCO/PNUD viene formando especialistas en preservación del patrimonio histórico, quienes ``están dando nueva vida a ciudades históricas como Antigua (Guatemala), Ouro Preto y Cartagena de Indias, a iglesias y misiones dispersas en el continente; a antiguos sitios aztecas, incas y mayas''.

Sin embargo, la comisión señala la urgencia de nuevas acciones para revalorar la relación que mantienen las sociedades con su patrimonio. Considera que, para encontrarle un mejor entorno al medio histórico construido dentro de la dinámica ecológica actual, se requiere ``la creación de grupos de presión política y de una opinión pública'' que vean compensados sus refuerzos con nuevas legislaciones.

Respecto al saqueo y el tráfico ilegal de bienes culturales, cuyo comercio clandestino se incrementa por la mayor demanda de compradores, se recomienda la plena aceptación, a nivel internacional, del principio de no protección a los compradores ilegales, así como la adopción de los acuerdos internacionales de colaboración normados por la Convención de la UNESCO de 1970 sobre importación, exportación y transferencia ilícita del patrimonio cultural, refrendados en el Convenio de Unidroit (1995) sobre bienes culturales robados o exportados ilegamente.

Hasta ahora, prosigue el documento, la alianza entre las oportunidades económicas y los sistemas de valores que la conservación representa, no ha sido del todo fructífera, principalmente en los países subdesarrollados. Por ello, la conservación sólo podrá tener éxito si son tomadas en cuenta las relaciones entre el entorno construido y factores como la calidad de la infraestructura urbana, el crecimiento y densidad poblacional, la atención de la salud y la desigualdad social. Asimismo es prioritario que el patrimonio monumental no sea convertido en mercadería turística, ``proceso en el que se degrada y empobrece'', sino que al contrario, se establezca una relación de mutuo apoyo.

Finalmente, como la demanda de preservación del patrimonio es superior a los medios disponibles, la comisión incluyó en su agenda la propuesta de ampliar el mandato del Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas, para añadir un órgano especial de voluntarios del patrimonio cultural, cuya finalidad sería ``contribuir a la preservación y al enriquecimiento del patrimonio humano, tangible e intangible, poniendo a su servicio técnicas modernas para difundir conocimientos útiles, enriquecer la conciencia del patrimonio cultural y promover mayor comprensión y respeto mutuo entre las culturas''.

Se invita --como señaló el ex-ministro de Cultura de Brasil, Celso Furtado-- a la sociedad y los gobierno a repensar el papel de la cultura, que cada individuo y cada nación puedan vivir una vida digna, ``sin perder su identidad, su sentido de pertenencia a su comunidad, ni renegar de su patrimonio''.

No estaría de más que las autoridades culturales, así como los comités del Icomos e Icom, hojearan el documento.