En mi artículo pasado sobre la X Documenta, me referí a Tunga, artista brasileño nacido en 1952 que vive y trabaja en Río de Janeiro. Fue discípulo de Lygia Clark (1920-1988) y de Hélio Oiticia (1937-1980) cuyas obras concurren también. De Clark es un tendido de ropajes similar, aunque de menores dimensiones, con el que se le rindió homenaje en la 22 Bienal de Sao Paulo. No uso aquí la palabra ``instalación'' porque a lo largo de mi visita a estas exhibiciones pude advertir que el término, que persigue efectos conceptuales a la vez que estéticos no siempre se adecua a lo mostrado. Se omitió la espectacularidad. La representación de Clark se percibió notoriamente envejecida, la de Oiticia con sus transobjetos penetrables integrando una ambientación laberíntica que revela la estructura de un poema enterrado de Ferreira Gullar, pudo haber sido sumamente interesante en su momento, hoy parece elemental sobre todo porque las comparaciones son inevitables.
Aquí, como en otros casos, se trató de documentar una presencia que fue muy importante en el movimiento ``tropicalista'' que por cierto no tiene nada que ver con las nociones consabidas de lo tropical, se trata de propuestas colorísticas abstractas. Sin duda, Brasil fue el país latinoamericano mejor representado, lo cual se entiende porque es el que menos afinidades ofrece con lo que ha ocurrido en otras latitudes.
México estuvo presente sólo a través de Gabriel Orozco, quien tuvo la inteligencia de ofrecer algo bastante diferente a las modalidades que mayormente privaron. Su trabajo es una obra ``objetual'', Papalotes negros, y consiste en un cráneo humano delicadamente pintado con rombos y cuadrados negros tipo op que alternan con el color del hueso adaptándose a las salientes y concavidades en pattern ajedrezado. Fue una pieza que gustó bastante, cosa de la que me percaté en la oficina de prensa donde se me permitió seleccionar 6 diapositivas de 35 mm. No estaba disponible, pues muchos artwriters y periodistas la solicitaron y se agotó. Tuve que conformarme con adquirir tarjetas postales que la reproducen desde un sólo ángulo.
Sin embargo, entre los mexicanos quien mejor hubieran encajado en el contexto de esta Documenta es José Luis Cuevas, susceptible de haber configurado presencia análoga a la de Richter, de quien es casi contemporáneo, tan sólo con una parte de sus series de dibujos realizados cuando habla por teléfono. Gabriel Orozco está dentro de un contexto internacionalizado, una web que lo llevó incluso a la muestra escultórica de Münster, paralela a la Documenta, que se celebra cada 10 años. Allí, Orozco pudo presentar tan sólo el proyecto, no su realización, pero con eso bastó para que apareciera en el enorme catálogo que se publicó y que al parecer es lo que viene a contar más en este tipo de festivales.
La fotografia y los videos pulularon por todas partes. Las únicas pinturas presentes, hasta donde pude observar, son las de Kerry James Marshall (n. 1955) con temas que abordan el racismo. Allí volví a ver algo ``mexicano'' mediante frases escritas en argot. En otra sección percibí fotografías de una cabecita de Tlatilco, pero como esos detalles icónicos no quedan explicitados en fichas, puede ser que pocas gentes las hayan detectado, lo mismo que el inolvidable aguafuerte Melancolía, de Durero y que el grabado alegórico sobre el arte y la ciencia de Sebastián Le Clerc, traídos de la Academia de Bellas Artes de Viena mediante el apoyo de fundaciones como la Henry Moore y la Woolworth. Quedaron integrados a una de las dos participaciones (excelentes ambas) de Richard Hamilton.
Se trata del Pabellón tiposófico, concebido en mancuerna con Ecke Bonk, quien con equipo high tech se propuso monitorear la acción de los media con objeto de lograr una reconciliación estética entre arte y ciencia. Para ello incluyeron, entre otras cosas, una página del Finnegan's Wake, de Joyce, y un aparato que visualmente simula el invisible proceso atómico por medio del cual se forman las nubes. Claro que la teosofía está presente en ésto, de aquí la presencia de Durero y Le Clerc, pero son cosas que quedan a la posibilidad (o imposibilidad) de aprehensión por el visitante, pues en el sitio de exhibición no se indica la presencia de los dos grabados. Si uno los reconoce, bien; y si no, ni modo.
Así como pude reconocer (y entender mejor) esa participación y algunas otras, como la del holandés Aldo van Eyck, relativa a ciudades del presente y del pasado (fotografías muy hermosas), otras me parecieron incomprensibles al grado de que mi memoria no las registra. Unas más me resultaron divertidas, como los vagones de la californiana Andrea Zittel (n. 1955) que están concebidos para escapar, aunque no se mueven, si bien la obra de artista mujer que más atrapó ni atención corresponde a Mariella Mosler, de Hamburgo. Son relieves de arena, perfectos, que asumen sus ritmos siguiendo los parámetros del piso en el que están realizados de acuerdo a un diseño espacial acuciosamente concebido.*
* Agradezco al Instituto Goethe, a la embajada de Alemania y a la Inter Nationes la invitación para visitar la X Documenta.