Ruy Pérez Tamayo
Ƒ Por qué vivir en el DF?

Muchos de los habitantes de la ciudad de México renegamos de los múltiples problemas que la agobian, y que le escatiman a la vida cotidiana casi todos sus aspectos placenteros y satisfactorios. La espantosa contaminación ambiental, la terrible inseguridad pública, los impredecibles pero al final infaltables problemas de tránsito, las marchas multitudinarias, el inmenso comercio ambulante, la amenaza latente pero siempre lista para actuar en contra de los ciudadanos representada por las distintas Policías, y todas las otras consecuencias negativas del crecimiento demográfico más explosivo que registra la historia (la ciudad de México no sólo es la más grande del mundo, sino la más grande en toda la historia de la humanidad), sumado a la pobreza que afecta a la mayor parte de la población. Si a todo lo anterior se agrega que el DF es también una de las ciudades más caras y más feas del planeta, la pregunta que encabeza estas líneas resulta pertinente: ¿por qué vivir en el DF?

Una de las pocas consecuencias positivas del sismo y la tragedia de 1985 fue que muchos de los habitantes del DF decidieron alejarse de él y buscaron establecerse en distintas ciudades de provincia. La recepción de los defeños en diferentes sitios geográficos del país no siempre fue abierta y hospitalaria, y yo conozco a varios que ante actitudes hostiles y de franco rechazo se regresaron al DF; incluso en un estado norteño circularon automóviles portando una calcomanía con la leyenda: ``Haz patria: mata un chilango''.

Siguiendo sus costumbres tradicionales, el gobierno desaprovechó la oportunidad creada por la tragedia para iniciar la descentralización de México por medio de una política vigorosa y sostenida de reforzamiento de la provincia, localizando en distintos estados las diferentes secretarías (Agricultura en Sinaloa o en Sonora, Educación en Michoacán o en Aguascalientes, Pesca en Veracruz o en Tamaulipas, Gobernación en Chihuahua o en Yucatán, Comercio en Nuevo León o en Jalisco, Defensa Nacional en Nayarit o en Oaxaca, Marina en Veracruz o en Guerrero, etcétera). En una reunión a la que invitó el presidente De la Madrid, pocos días después de los sismos de 1985, el doctor Emilio Rosenblueth (q.e.p.d.), uno de los ingenieros más capaces e inteligentes que ha producido México, presentó una ponencia titulada, ``Celaya, DF'', en la que proponía que se aprovechara el momento para iniciar la tan necesaria y retrasada descentralización del país. Pero entonces no se hizo nada al respecto, con las trágicas consecuencias que todos estamos viviendo 12 años después. Millones de mexicanos vinieron al DF porque si se quedan en sus sitios provincianos de origen se mueren de hambre (aunque en la metrópolis no les va mejor); otros millones más nacieron en el DF y viven aquí porque realmente no tienen adónde irse ni manera o decisión de hacerlo.

Pero también creo que existimos muchos otros habitantes del DF que sí hemos tenido la posibilidad de abandonar este monstruo, pero que seguimos viviendo aquí por diferentes razones. Como ejemplo pondré mi caso, que es el que mejor conozco: soy oriundo de Tampico pero salí de ese puerto a los 7 años de edad como damnificado, debido al ciclón que destruyó gran parte de mi ciudad natal en 1933. Con mi familia llegué al DF y he vivido aquí (con interrupciones no mayores de un par de años) durante más de 65 años. La ciudad de México de entonces era completamente otra cosa que ya casi no recuerdo, pero la que me tocó vivir pocos años después, cuando era estudiante de medicina y viajaba todos los días en camión (Roma Piedad) al centro, para tomar mis clases en la antigua Escuela de Medicina, en las calles de Brasil y Venezuela, esa sí la tengo muy presente. Con el paso de los años la ciudad fue cambiando (y yo con ella) y adquiriendo todas esas características tan negativas que la hacen ahora tan agresiva e inhabitable. Pero tiene algo que me hace imposible dejarla: aquí viven mis tres hijos, mis cinco nietos y dos biznietos. Durante años, varios miembros de mi familia vivieron en el extranjero, completando sus estudios y adquiriendo experiencia de la vida. Pero ahora ya están todos otra vez aquí, en esta ciudad de México, y como para mí son lo mejor de la vida, no voy a hacer mis maletas y alejarme de ellos en busca de un sitio en donde pueda pasar el resto de mi existencia más tranquilo.

Por eso vivo en el DF.