Existen dos actividades que podrían tomarse en cuenta por los sistemas de evaluación del Sistema Nacional de Investigadores, dado su carácter de impacto favorable para la cultura científica y el grado de creatividad que requieren.
La primera es la que se refiere a la educación formal en actividades como elaboración de nuevos planes y programas de estudio y la autoría de libros de texto. Para la elaboración de nuevos planes y programas de estudio se requiere no sólo un índice de temas sino la preparación de materiales didácticos, textos para docentes, guías de estudio, etcétera. Por ejemplo, si el bachillerato necesita un libro nuevo para su curso de astronomía, es deseable que los autores conformen un grupo multidisciplinario que incluya profesores e investigadores, para garantizar que los contenidos sean actuales y claros. En el caso de que los planteles editen los textos con sus imprentas, es difícil que paguen regalías, en consecuencia los autores están en seria desventaja pues esta actividad no es bien vista por los sistemas de evaluación.
La otra actividad que consideramos debería ser tomada en cuenta por los sistemas de evaluación del SNI es la divulgación de la ciencia, siempre y cuando reúna los criterios de excelencia. Necesitamos difundir lo que hacen los científicos hacia la industria, para que se desarrolle nueva tecnología. Requerimos de una población que incorpore a la ciencia como parte de su cultura y, en consecuencia, logre elevar su nivel de vida. Para esto requerimos científicos que escriban libros, artículos, participen en programas de radio y televisión, inventen equipos para museos de ciencia y los actualicen, escriban obras de teatro y diseñen talleres, ofrezcan charlas de divulgación y organicen olimpiadas.
En conclusión, se requiere que los sistemas de evaluación del SNI tomen en cuenta las actividades de excelencia en docencia y divulgación para otorgar estímulos.
Si nuestra población no sabe de ciencia es difícil que la apoye; un país sin ciencia es débil.