La Jornada Semanal, 12 de octubre de 1997
ENTREVISTA CON NELIDA PIÑON
Ganadora del Premio Internacional Juan Rulfo, Nélida Piñón es una de las principales voces de la narrativa brasileña. En esta entrevista comparte con nuestros lectores las pasiones que le suscita la escritura.
Nélida Piñón (Río de Janeiro, 1937) ganó recientemente el Premio Gabriela Mistral, en Chile. Con más de treinta años de ejercer el oficio, la autora de Tebas de mi corazón es una seria candidata a convertirse dentro de muy poco en el más importante escritor vivo del Brasil, y quizá de todo el mundo lusitano. En 1995, Nélida Piñón estuvo presente en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), donde participó en un homenaje al escritor brasileño Joaquim Maria Machado de Assis. En esta entrevista, conversa sobre sus propios libros y opina un poco acerca de las relaciones entre la literatura hispanoamericana y la narrativa de su país...
Carlos Fuentes y el crítico brasileño Domício Proenca Filho afirman que tu obra continúa la tradición narrativa fundada por Joaquim Maria Machado de Assis...
-Es verdad. Sin embargo, yo creo que ni Carlos Fuentes ni Proenca hablan de tradición en un sentido convencional, sino de la tradición de los que revolucionan y renuevan. Yo escribo desde hace treinta años, y he venido consolidando un trabajo con el lenguaje. En este sentido me considero heredera espiritual de todos los grandes escritores del Brasil. Además, tengo un sentimiento muy profundo de patria, y la patria también es una forma de creación. De todo esto surge mi admiración por Machado de Assis. Admiro su genio, la obra extraordinaria que produjo, el legado superior que le entregó al Brasil. Machado de Assis consolida la modernidad brasileña y es el escritor más ilustre del país. En él simplemente cristaliza toda la grandeza y la complejidad de la cultura brasileña.
-Ciertos críticos encuentran algunos vínculos entre tus libros y los de autoras como Virginia Woolf o Clarice Lispector.
-Somos hijos de la experiencia, y yo particularmente soy hija de todas las buenas experiencias; eso incluye el trabajo de las escritoras que mencionaste, y también el de autores como Dostoievski y Machado de Assis. Todos ellos son escritores revolucionarios. Me emociona que me asocien a grandes nombres de la literatura. Virginia Woolf, por ejemplo, da las pautas para una nueva definición del tiempo, especialmente en su novela Miss Dalloway. De Assis es otro maestro del tiempo, y también lo es Henry James. No es el caso de Clarice Lispector, quien sin embargo escribió una obra revolucionaria por su particular manejo del lenguaje. En lo personal, creo que he aprendido a captar los ruidos del idioma y he encontrado la forma de darle a la escritura un perfil poético.
-¿Realmente buscas la polifonía en tus textos?
-Yo me esfuerzo por darle a mis obras una pluralidad de significados. Debido a ello, hay libros míos que tienen hasta siete versiones. Al mismo tiempo, sé que un escritor no puede permitir que se le escapen los ingredientes esenciales de un libro, los términos exactos, pues las palabras se resisten a ser aprehendidas.
-En tu prosa se percibe una deuda con los movimientos de vanguardia de principios de siglo...
-Sí, siempre he tratado de ser una escritora revolucionaria y he abordado el lenguaje desde un punto de vista crítico, reflexivo. He pagado un precio por esa postura y la crítica llegó a calificarme de hermética; en realidad, era el intento renovador de mis textos lo que provocaba toda esa extrañeza. Al escribir no me importa otra cosa que no sea la mirada reflexiva, por eso no renuncio a la pasión cotidiana de sentarme a escribir, de inventar cosas.
Lo que pasa es que en todas partes los críticos, y la gente en general, muestra rechazo a lo que propone algo nuevo, pues se cree que todo lo que se sale de control, del centro de un sistema establecido, es peligroso. La gente no entiende que el cambio está precisamente en el centro de todo intento de ordenar el mundo.
-Tal vez la crítica brasileña peca todavía de provincianismo, de machismo...
-Sí, todo eso. Lo mismo pasó con Clarice Lispector, quien sufrió muchos ataques; incluso llegaron a calificarla de exótica y de indescifrable... Nadie la comprendía. Ahora, felizmente, cualquier escolar de 14 años puede leerla y entender todo aquello de lo que está hablando. Por mi parte, yo no enmascaro mis textos, digo todo en la forma que quiero.
-En tu escritura se nota que el proceso creativo nace de un tema, luego de la creación de un personaje a partir de ese tema, y después de la introducción del personaje a un mundo dominado por el lenguaje.
-En mi obra propongo una poética de la densidad. Pienso que una anécdota sólo es válida cuando se asume que va a ser contada a través de esa forma específica que es el lenguaje narrativo. Los grandes libros se apoyan en el dasarrollo de los personajes a través de un lenguaje propicio. ¿Qué sería de Madame Bovary sin el lenguaje? Un adulterio, por sí mismo, simplemente no despierta gran interés. No obstante, Flaubert le supo dar tal atractivo a su relato que hasta la fecha nos interesa descifrar los enigmas de Emma Bovary. Sin un trabajo con el lenguaje, el escritor no alcanza a darle la dimensión requerida a lo que piensa, a lo que pretende decir. Creo que la narrativa es impulsada por el drama.
-Hace poco ganaste el Premio Gabriela Mistral que concede el gobierno chileno; fuiste la primera escritora brasileña en obtenerlo. Además, en 1995 recibiste en Guadalajara el premio Juan Rulfo. Ese parece ser un buen indicio de que la América hispánica está abriendo los ojos a la literatura brasileña.
-Sí, estoy de acuerdo. Creo que los motivos por los cuales la literatura brasileña estuvo alejada del panorama local tienen que ver con la lengua, con esa cordillera metafórica que nos divide. Pero el hecho de que los premios Gabriela Mistral y Juan Rulfo hayan sido otorgados a una escritora de lengua portuguesa ya indica que hoy existe un nuevo acercamiento entre ambas culturas. Creo que esa situación podría inclusive mejorar en los próximos años.
-¿Hay soluciones para acortar la distancia que aún separa a estas literaturas?
-Sí, claro. La realización de ferias y de publicaciones bilingües, la promoción de libros, en fin. Lo bueno es que hoy en día, finalmente, el brasileño descubrió el significado de compartir experiencias con otras culturas... incluso viaja más. Los brasileños hemos aprendido a cumplir el ritual del dislocamiento geográfico, entendimos el sentido del viaje; ya nos podemos sentir bien en un país extranjero. Antes éramos tan evasivos como ruidosos, en correspondencia con el estereotipo nacional; pero aquella no era más que una forma de disfrazar el miedo a aceptar una geografía distinta. Brasil ya había comprendido bien la importancia de abrirse a las lecciones del exterior, por ejemplo durante la dictadura de Getúlio Vargas, en plena guerra mundial, cuando nuestros soldados fueron enviados a luchar con los aliados en Italia; entonces hubo una apertura y todo el país, a través de la guerra y de la unión con los aliados, conoció bien el sentido de la apertura... Por eso la caída de Vargas coincidió con el final de la guerra. Brasil empezó regirse por otra mentalidad.
-Desde México se tiene la impresión de que autores como tú y Rubem Fonseca, por ejemplo, son muy leídos entre los estudiantes. ¿Crees que eso se debe a una estrategia de las editoriales, a una cuestión puramente mercadológica, o existe un verdadero interés?
-Nunca he sido una escritora conveniente para las leyes del comercio editorial. Lo que ocurre es que existe un interés de los jóvenes por mi literatura, quizá porque siempre he permanecido al margen de las grandes promociones, y ahora los jóvenes quieren descubrir quién es Nélida Piñón.
-Acabas de ser electa presidente de la Academia Brasileira de Letras, fundada en 1897 precisamente por Machado de Assis. Además, la Academia cumple cien años y tú eres la primera mujer en presidirla.
-No es una presidencia más, porque la Academia cumple cien años. Voy a tener que dedicarme de tiempo completo a esa tarea. Por eso, voy a dejar mi cátedra en Miami y a quedarme en Río de Janeiro cuidando de la casa. Va a ser muy difícil.