La Jornada 9 de octubre de 1997

NOCHE BENEDETTIANA

A Sasha Sokol

Patricia Vega Ť Porque en este mundo hay tan poquitas cosas capaces de endulzarle a uno la vida. Otra vez la poesía en el primer plano que le corresponde y como consuelo ante las irremediables ausencias de los queridos.

El recital que Mario Benedetti ofreció anoche en la sala principal del Palacio de Bellas Artes hubiese terminado con la lectura del poema ¿Qué les queda a los jóvenes?, pero un papelito enviado por su editor, Sealtiel Alatriste, le hizo saber que ni la lluvia logró ahuyentar a todo el público que se quedó afuera, sin más remedio que seguir el evento por medio de una pantalla gigante: ``me parece una muestra de amor, de entusiasmo y de lealtad''.


Mario Benedetti es ovacionado por la multitud
que acudió escuchar sus poemas.
Foto: Omar
Meneses

Fue así como el escritor uruguayo, jubiloso en sus 77 años, leyó otros tres poemas, hasta llegar a Heterónimos, ``ahora sí este es el último. No más, por favor, porque me voy a quedar sin voz''.

Y el Palacio de Bellas Artes, saturado a su máxima capacidad --más de mil 200 lugares-- vibró con los aplausos de los jóvenes ya de pie, que empezaron a formarse desde las tres treinta de la tarde, a pesar de que sabían que el recital empezaría a las ocho de la noche.

A las 19 horas ya era imposible entrar al ``palacio blanquito'': tanto la entrada principal como las puertas laterales habían sido cerradas; sin embargo, la larga fila de fieles seguidores de Benedetti serpenteaba dando varias vueltas a la plazoleta frontal. Los más audaces intentaban otras vías y algunos lograron colarse por un estacionamiento posterior, pero los más permanecieron arremolinados frente a las puertas. El éxito los coronó cuando a medio recital lograron dar el clásico portazo y una marea humana ocupó hasta los pasillos del salón.

Un poco después de las siete de la noche, don Mario empezó a asomarse discretamente por una puerta lateral del proscenio, quería pulsar cómo iba la cosa, a él que dice que abandonó la política por no tener que hablar frente a las multitudes no le queda más que aceptar la realidad: su obra poética convoca a multitudes de jóvenes subyugados con su ingenio. De seguro llenaría un estadio. ¿Quién puede resistirse a esa forma coloquial de deslizar significados políticos en medio de versos conmovedores? La poesía, como una expresión elevada de la política y sí no se cree en esta afirmación ofrecemos como prueba la lectura de poemas como Luna de los pobres, Che 1997, o Soliloquio del desaparecido...

A las 20 horas en punto no hizo falta mayor presentación: ``con ustedes Mario Benedetti''. Si el pretexto del evento fue la presentación de la Biblioteca Benedetti publicada por la Editorial Alfaguara, no hubo ninguna alusión a ese hecho. El poe-ta y novelista entró a la sala, puso el cartapacio rojo sobre el escritorio, se sentó en una silla que parecía incómoda y tras ajustarse las gafas empezó a prodigar la lectura de un poco más de cuarenta poe-mas que cupieron en el breve espacio de sesenta minutos.

Como inicio, la lectura del poema Corazón-coraza --``seguramente lo conocen por la película del argentino Eliseo Subiela, El lado oscuro del corazón, donde interpreto a un poeta alemán que vive en Uruguay''-- arrancó el reconocimiento de una multitud que reaccionaba en crescendo conforme Benedetti anunciaba el título de cada poema a leer: No te salves, Hagamos un trato, Los formales y el frío, Viceversa, Mi táctica, Una mujer desnuda y en lo oscuro, Terapia, Ese gran simulacro, Olvidadores, La misma pócima, Pájaros, El ojo del pez, Burbuja, Cuento de hadas, Poeta menor, Retrato de verdugo con loro, El amor es un centro, Pies hermosos, La octava... y así hasta sumar 44 poemas.

Tal como lo dice en su poema, Mario Benedetti demostró que su táctica es efectiva: una estrategia en la que no sabemos cómo ni con qué pretexto el poeta se nos vuelve necesario. Así lo comprobamos al escuchar a varios oyentes que repetían, de memoria, los versos benedettianos como si fuesen los apuntadores de una obra memorable.

Poemas inéditos

A las 20:30, Benedetti siguió la lectura de los poemas, aún inéditos, del libro Más acá del horizonte que está próximo a aparecer. Gran silencio en la sala para escucharle leer: Como si nada, Monólogo de un bígamo, Bostezo, Más acá del horizonte, Sobre cartas de amor --``...una carta de amor no es el amor, sino el informe de su ausencia''-- Muchacha, Pocas cosas, Piernas, Sonata para adiós y flauta, Papel mojado, Soliloquio del desaparecido...

Sin duda, uno de los momentos más emotivos fue cuando don Mario leyó su poema Che 1997, que transcribimos de la grabadora tratando de seguir el ritmo de lectura: ``Lo han cubierto de afiches, de pancartas, de voces en los muros, de agravios retroactivos y honores a destiempo. Lo han transformado en pieza de consumo, en memoria trivial, en ayer sin retorno, en rabia embalsamada. Han decidido usarlo como epílogo, como última tule de la inocencia vana, como añejo arquetipo de santo o satanás. Y quizás han resuelto que la única forma de desprenderse de él o dejarlo al garete es vaciarlo de lumbre, convertirlo en un héroe de mármol o de yeso y por lo tanto inmóvil. O mejor como mito, silueta o fantasma del pasado pisado. Sin embargo, los ojos incerrables del Che miran como si no pudieran no mirar, asombrados tal vez de que el mundo no entienda que treinta años sigue bregando, dulce y tenaz, por la dicha del hombre''. Y ante tanto joven, Benedetti quiso concluir su recital con la lectura del poema ¿Qué les queda a los jóvenes?:

``¿Qué les queda por hacer a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco? Sólo graffiti, rock, escepticismo. También les queda no decir amén, no dejar que les maten el amor, recuperar el habla y la utopía, ser jóvenes sin prisa y con memoria. Situarse en una historia que es la suya, no convertirse en viejos prematuros...''.

En esta comunicación directa, al grano, reside tal vez el secreto del porqué Benedetti, con la lectura de sus poemas, podría llenar un estadio. Jamás ha creído que con lo que escribe puede derribar a una dictadura, pero puede sentirse tranquilo porque sus poemas mueven y conmueven a sus legiones de admiradores...