La Jornada 8 de octubre de 1997

BENEDETTI, CONTRA LA ``FRIVOLIZACION'' DEL CHE

César Güemes/ II y última Ť Hincha del Club Nacional de Futbol, dirigente político sin muchas ganas de serlo, lector de Machado, letrista en colaboración con varios de los músicos más representativos del fin de siglo, hombre de izquierda, exiliado y desexiliado, viajero, conferencista y jurado en certámenes literarios de orden internacional, Mario Benedetti apenas tiene tiempo de escribir pero se lo da para platicar y para oponerse a la trivialización del Che Guevara, quien en una fecha como esta, de hace 30 años, fuera aprehendido para morir horas más tarde. Hoy, el escritor estará con su público mexicano, en el recital que ofrece en el Palacio de Bellas Artes en punto de las 20 horas.

--En el prólogo de Cuentos completos el maestro José Emilio Pacheco encuentra correspondencias entre sus trabajos de prosa y poesía. Parece, pues, que en su caso la diversidad de géneros es unidad.

--En general el autor que escribe muchos géneros es el mismo. Lo que le llaman la cosmovisión es la misma. Se van inventando personajes, parábolas, peripecias, pero todo proviene de un solo origen. Si hablamos de Carlos Fuentes, por ejemplo, es muy difícil que cambie su cosmovisión desde La región más transparente a uno de sus recientes libros. Nos damos cuenta de que es el mismo autor y su propio mundo, claro que con los matices y los cambios de época. Los cambios se dan en el entorno más que en el propio autor.

--¿Mantiene autores de cabecera?

--Sí, cómo no. Por ejemplo a Vallejo, Machado, el portugués cómo se llama...

--¿José Saramago?

--Saramago, aunque no es poeta pero a quien admiro mucho. Me refería a Pessoa. Y además leo mucho a mis contemporáneos, a Gelman, a Urondo, a Fernández Retamar, a Eliseo Diego. En materia de poesía andan por ahí mis influencias. Incluso ya no son influencias. Todo escritor las tiene y el que lo niega miente. Pero esas influencias se reflejan en la obra cuando uno es muy joven, después se va adquiriendo el lenguaje propio, la identidad, y se escribe de acuerdo a eso. Desde luego que entonces es cuando se disfruta más de las lecturas de otros autores porque ya no es una influencia, se es más objetivo para disfrutar de ese otro ejercicio de las letras. Por ejemplo, Saramago me parece uno de los autores más valiosos de todos estos últimos años. Es increíble que no le hayan dado el Nobel sólo por razones políticas, porque él es comunista. Saramago es un militante del Partido Comunista Portugués pero escribe lo que se le da. No creo que siga ninguna directiva del comité central de su partido y eso lo hace más interesante.

Seguir por los senderos de la izquierda

--¿Políticamente hacia dónde se inclina hoy usted?

--Sigo siendo un hombre de izquierda, he sido militante de base del Frente Amplio que es una coalición de izquierda, pero no pertenezco a ninguno de los grupos que lo integran. Fui dirigente político pero hace tiempo que me convencí de que no tengo la menor vocación para esa tarea. Y si opino políticamente prefiero hacerlo a través del periodismo o mediante la literatura. Realmente donde más me ocupo de temas políticos es en artículos.

--¿Ha sentido la tentación por el poder?

--Jamás.

--¿Ha tenido que rechazar de plano invitaciones para buscarlo?

--Sí. En las últimas elecciones en que estuve en Uruguay uno de los partidos me ofreció la candidatura a la vicepresidencia. Pero yo tenía bien claro que no quería nada de eso.

--Era un servicio a su país, finalmente.

--Cuando uno tiene conciencia de que no sirve para un papel, se aleja. Acepté ese cargo de dirigente político que fui por una cosa del deber cívico y muy presionado por amigos, pero fue un error de mi parte porque no tengo vocación. Mire, la primera vez que me encontré frente a 50 mil personas a las que les tenía que dirigir un discurso, de lo que tenía ganas era de salir disparado. Y sin embargo realicé ese trabajo durante años. Además, un dirigente político tiene que improvisar. Pero yo me subía a la tribuna a leer. Si uno acepta ser dirigente de un movimiento o de un partido, lógicamente tiene que seguir las líneas que le dan. Y eso a mí me amargó mucho porque en numerosas ocasiones tuve que dar discursos sobre temas con los que no estaba de acuerdo. Entonces, en cuanto pude me liberé de eso. En ese momento no me fui porque parecería un objeto de cobardía, todos corríamos grandes riesgos, pero cuando terminó toda la cosa ya me retiré. Luego me fui al exilio y acudieron a visitarme allá. Pero dije ya no más.

--¿Cómo es un día en su vida?

--No hay un día tipo, depende siempre de las convocatorias que tengo. Los viajes, el integrar jurados, las entrevistas, los seminarios en universidades, son asuntos que van haciendo mi semana. A veces me resulta difícil encontrar tiempo para dedicarme a escribir, sobre todo novelas. Un poema a veces uno lo escribe en un viaje de avión o esperando al dentista, y eso no significa que sea un género menos serio sino que se acomoda más a esos pequeños espacios. No significa que uno escriba todo a bordo de un avión, pero se puede hacer un primer esbozo. En cambio la novela es un mundo que uno crea y tiene que quedarse en ese mundo por un tiempo. No se puede escribir de una novela diez páginas hoy y otras diez el año que viene porque entonces ya ni se acuerda uno de cómo eran los personajes que había pensado. Mi día ideal sería escribir de mañana, nada más que de mañana. Dormir una siestita después del almuerzo y luego escuchar música o ver una película en televisión y de noche escribir de nuevo. Pero casi nunca puedo realizar eso. Me limito a escribir de noche porque es el único momento en que me dejan tranquilo. Hacia la una ya no suena el teléfono. Pero también me cansa el acostarme a las tres de la madrugada, al otro día me despierto aturdido. Qué se va a hacer.

--En principio, ¿cuántos libros tiene ahora en proyecto?

--En principio sólo uno. Acabo de terminar un libro de poemas que se llama Más acá del horizonte.

--¿Y ya está sobre otro?

--No precisamente. Cada vez que termino un trabajo me tomo un descanso. Andamios, que me llevó dos años y medio escribirlo, me implicó cuatro o cinco meses de descanso. Claro que en ese descanso uno va haciendo sus anotaciones sobre temas que se le ocurren.

Defender el punto de vista propio

--¿Corrige igual ahora que a la mitad de su trayectoria, reescribe?

--Siempre he corregido mucho, muchísimo. La aparición de la computadora me ahorró una gran cantidad de tiempo. Antes escribía primero todo a mano, luego lo pasaba a máquina, pero como corrijo tanto, al poco tiempo ya era ilegible esa copia. Un cuento lo pasaba ocho veces a máquina. La computadora me ahorra mucho tiempo. Ahora, los poemas los sigo escribiendo a mano, la primera versión, después los veo en pantalla y las otras correcciones las hago ahí.

--Una novela le implicaría tal vez un año extra de trabajo.

--Un poco menos, seis meses, no más.

--Con Serrat realiza El sur también existe. ¿Hace usted música por su cuenta, sobre todo cuando escribe poemas?

--Se necesita de un ritmo. Cuando uno hace la letra de una canción tiene que estar pensando en el ritmo del cantante que la va a interpretar, pero no sé música, ni me quiero meter en eso. Con algunos cantantes, por ejemplo con Serrat o con Favero o con Viglietti mismo, en las piezas que hemos hecho juntos lo que me gusta más es trabajar al mismo tiempo. No estoy de acuerdo con que me corresponda hacer una letra y que luego alguien le ponga música. El caso es que para trabajar juntos hay que ser muy amigos, de manera que no se desborde la vanidad. Hay que contar con la libertad de decir: esa música no me gusta para el texto; o a la inversa: yo no puedo cantar eso que has escrito. Con Serrat hicimos ese tipo de labor. Intercambiamos cosas siempre en beneficio de la canción. Como los dos queríamos que la canción saliera lo mejor posible, lo platicábamos. No siempre uno acepta las sugerencias del otro, se tiene la libertad para defender el punto de vista propio. Ese disco lo hicimos parte en Madrid, parte en Barcelona, parte en Buenos Aires y parte en Montevideo. Trabajamos mucho sobre ese material. No es fácil hacer canciones en serio.

--¿Qué le dice la palabra México?

--Es un país que representa cosas muy positivas para mí. Por sólo mencionar una, cuando yo estaba prohibido en Uruguay, en España, en Argentina y en Chile, en México me publicaban. Orfila Reynal, a quien le guardo una enorme gratitud, al frente de Siglo XXI me siguió editando. Además siempre aquí en México he tenido un buen público, encuentro mucho afecto en la gente, me siento muy bien aquí con las personas que me rodean y a quienes busco. Con lo que me siento mal es con el clima, la polución y la altura.

--¿Le interesa el futbol, ya que Uruguay y España, donde reside alternadamente, son países eminentemente futbolísticos?

--Me interesa mucho. Claro que ahora se ha convertido en un negocio tremendo, de tantos millones, que me interesa un poco menos. Además, inciden tantos factores. La FIFA está dirigida por un gángster, el Havelange ese que es un cretino. Por suerte ya termina su periodo, pero es un tipo despreciable. He escrito contra Havelange.

--¿Pero sí va usted al estadio?

--Ahora no voy tanto por razón de mis años: no me veo con los líos que se arman en los estadios bajando una escalera a los tropezones. Veo mucho futbol por televisión. Antes iba todos los fines de semana, sábado y domingo, en Uruguay. Soy hincha del Nacional, pese a la bandera del Peñarol que me pusieron en la portada de uno de mis libros aquí en México. He estado siempre del lado del Club Nacional de Futbol. Y me pusieron la bandera de Peñarol, que es el enemigo. Casi provoca mi suicidio eso. Pero en fin, para mí era muy saludable ir al futbol, me apartaba de todas las preocupaciones de la semana. Escribí sobre futbol en El Diario, en Montevideo, notas humorísticas sobre los partidos de fin de semana, firmadas con seudónimo.

Lección mayor de ética y dignidad

--¿Es cansado ser Mario Benedetti?

--Claro que es cansado. Quisiera viajar menos y tener menos acoso. Yo comprendo que los periodistas tienen que hacer su trabajo. Fui periodista muchos años. Lo que me hacen ahora a mí ya se lo hice yo a otros.

--En estos días se cumple el 30 aniversario de la muerte del Che. ¿Cómo se acerca a su figura?

--Cuando él estuvo en Punta del Este fui a verlo pero no lo conseguí. Fue cuando intentaron asesinarlo pero erraron el tiro. Luego vino la policía y tuvimos que salir corriendo de ahí. Me trepé en un ómnibus que pasaba por la calle. Conservo ese recuerdo de la única vez que lo pude haber visto. Y cuando yo iba a Cuba él ya no estaba. Luego, a mí me molesta mucho toda esta campaña que hay ahora, que es una campaña para destruir la imagen del Che, evidentemente, yo lo tengo muy claro. Para destruir su imagen frivolizándola. Hay camisetas y afiches con la foto del Che, y todo eso mezclado con los libros que se publican sobre el Che donde se dicen cosas terribles a veces sin la menor documentación: que alguien oyó que a su vez otro le había chismeado que había dicho aquél... Así no se puede. Algunos de los libros que han aparecido, uno en México, me parecen lamentables. Por mi parte he escrito un poema que se llama Che 1997 que aparece en el nuevo libro y que ya salió en algún lado. A mí me parece que es muy injusto tratar al Che con esa frivolidad y esas malas intenciones que le refiero. El era un idealista. ¿Que cometió errores? Qué político no comete errores. Pero yo creo que aparte de los errores que pudo haber cometido, promedialmente es un tipo muy rescatable. Un tipo que se sacrifica, que arriesga la vida por los demás, me parece que hay que respetarlo.

--¿Personalmente aprendió o retoma algo de él?

--La lección mayor del Che es de ética y de dignidad, más que de lucha armada y cosas por el estilo. Esa, la ética, debería ser la verdadera influencia del Che: la actitud de anteponer el bienestar de los demás ante la propia vida.

--A 30 años de su fallecimiento, qué diría usted, ¿el Che va ganando o no su batalla contra la muerte?

--Después que pase toda esta campaña de ahora, toda esta frivolización, otra vez va a quedar el Che verdadero, con lo que realmente fue, no con lo que le inventan. Falta un enfoque verdaderamente honesto sobre su personalidad.