El contacto con los extraterrestres, por señales y sonidos codificados a través de un instrumento, la computadora, de infinitas posibilidades tecnológicas. La moderna caja de Pandora recoge códigos extraños, entre caligrafía sumeria y lenguaje aski, los interpreta y rediseña, los reconoce como posibles intimidaciones distantes, como mensajes perturbadores que podrían expresar una amenaza, un saludo o un regaño alienígeno a la población terrestre. Desde el pánico colectivo que suscitó Orson Welles en 1938, con su célebre boletín radiofónico en el programa La guerra de los mundo, y las incontables cintas de ciencia ficción de los años 50 (El día en que se paralizó la tierra o El aterrador planeta rojo), hasta las imágenes de contactos más tranquilizadores y amables (E.T y Encuentros cercanos del tercer tipo), el tema del acercamiento con extraterrestres (``No estamos solos'', es la frase recurrente) ha cobrado una importancia creciente y desatado en el cine hollywoodense más reciente un gran despliegue de efectos especiales. El periodo registra momentos clave: una cinta magistral, Alien, el octavo pasajero; una parodia eficaz, Marcianos al ataque, y una experiencia muy fallida, El día de la Independencia.
Por regla general, el contacto con los extraterrestres lo establece un hombre de ciencia o un niño. En muy raras ocasiones, una mujer. En el mejor de los casos, una mujer, Sigourney Weaver, llega a enfrentarse físicamente al monstruo extraterrestre y a derrotarlo. En Contacto, la película más reciente de Robert Zemeckis (¿Quién engañó a Roger Rabbit?, La muerte le sienta bien, Forrest Gump), la científica Ellie Arroway (Jodie Foster) ofrece un tipo diferente de protagonismo femenino. Es la mujer con virtudes intelectuales muy vigorosas, llamada a recobrar, por el amor y con ayuda de una figura masculina -la de su novio o la de su padre- algo de su sensibilidad perdida.
Ellie es también el contacto entre inteligencias de otra galaxia (Vega) y el género humano. En la estupenda secuencia de los créditos, la cinta conduce al espectador fuera de nuestro sistema solar, fuera de la Vía Láctea, y le sugiere la sensación de una soledad inmensa en el cosmos. Cualquier señal proveniente de confines semejantes adquiere, como la recalca el guión constantemente, dimensiones metafísicas, y plantea la relación del ser humano con una fuerza suprema.
Stanley Kubrick elaboró reflexiones semejantes en 2001, Odisea en el espacio (1968) y el resultado fue notable. Robert Zemeckis se atiene a fórmulas narrativas más convencionales, con conflictos entre rivales científicos, alegatos humanistas, banalización de la teología y una historia de amor en la que el galán Palmer Joss (Matthew McConaughey), de sólida formación religiosa, intenta convencer a Ellie, la científica escéptica, de la necesidad de la fe. El mensaje del amor, como fuerza avasalladora y redentora que dispensa de cualquier análisis racional, no es muy diferente del expresado en la película francesa El quinto elemento, de Luc Besson, y reduce a retórica sentimental lo que es, en sus mejores momentos, un muy disfrutable alarde de artificios tecnológicos.
Contacto está basado en una novela del Carl Sagan, profesor de astronomía recientemente fallecido, premio Pulitzer y creador de la serie televisiva Cosmos. Una de las propuestas más interesantes del relato es la idea de la construcción teledirigida de una nave espacial, según planos provenientes de la estrella Vega y capturados por computadora. El diseño de la nave y los pormenores del viaje, también coordinado por los extraterrestres, constituye el episodio más dinámico y atractivo de la cinta. Como en Forrest Gump, Zemeckis ensaya aquí la travesura digital de colocar, a través del montaje y la manipulación de imágenes, a personajes célebres en el centro de su ficción. El propio Bill Clinton termina así dirigiendo un menaje a la nación, como si apenas ayer se hubiese establecido el contacto. El director recrea técnicamente, en el viaje intergaláctico, densidades cromáticas y texturas atmosféricas novedosas, como si deseara sugerir (otra vez Kubrick) la metáfora del espacio como una inmensa placenta.
Eso transforma la experiencia de la científica Ellie Arroway en un viaje interior, un retorno a la infancia. Jodie Foster, estupenda actriz, domina la cinta, eclipsando sin gran dificultad al galán McConaughey; John Hurt tiene un papel más sustancial, aunque bastante absurdo. En roles muy menores aparecen James Woods, Angela Bassett y Rob Lowe. Por encima de su sicologismo y su solemnidad ``espiritual'', Contacto ofrece un entretenimiento afectivo, cercano, en su candor y su entusiasmo, a los episodios más logrados de la serie de televisión Twilight zone (La dimensión desconocida)