Primo Levi tiene razón: las palabras son contundentes y sobre ellas se puede construir, pero a condición de que tengan un sólido contenido conceptual, cosa que no siempre sucede. Por ejemplo, un avezado político habla sobre las relaciones entre los poderes Legislativo y Ejecutivo pensando en las que pueden tener las Cámaras con el Presidente, como si éste fuese personal y exclusivamente el Ejecutivo (que está compuesto también por el gabinete, con el cual siempre el Legislativo tiene relaciones). Otros proclaman que no quieren el poder, entendiendo rechazar los puestos parlamentarios u oficiales, cuando el poder es mucho más que el aparato estatal; sin tener por lo menos parte del poder cultural y político e influir en el poder económico, ni siquiera se es ciudadano. La confusión sobre cómo podría conseguir poder la ``sociedad civil'' es, además, tan grande como la ambigüedad de este último término.
Como la ``sociedad civil'' está formada también por las asociaciones de banqueros, por la Iglesia, por los filatelistas y por todo lo que no sea Estado, ¿qué poder se puede dar simultáneamente a todos estos estratos sociales contradictorios? Y si hay que conseguir poder sólo para una parte de la ``sociedad civil'' (que habría que definir claramente), ¿cómo se desarrolla ese doble poder paralelo al estatal y con cuáles ideas-fuerza? Además, ¿hasta dónde puede extenderse ese doble poder, ese empate entre los poderes y las clases, sin que se plantee agudamente el problema del poder tout court?
Si la confusión y la falta de ideas, a nivel internacional, impera en este campo (donde Pietro Ingrao, en Italia, para dar la versión más refinada, o el FZLN en México, tienen puntos en común que ni siquiera se imaginan), en el terreno de la organización política reina la noche donde todos los gatos son pardos. Por ejemplo, no hay una clara distinción entre Bloque, Frente, Partido, Movimiento. El primero (ejemplo: el Olivo italiano) es un acuerdo entre partidos y movimientos en torno a uno o dos objetivos y no a un programa común (porque cada partido tiene el suyo propio). Es más bien un acuerdo contra el poder central actual, por la democracia, contra la derecha fascistoide, etcétera. Sin embargo, los expertos en confusión (el PDS en Italia, por ejemplo), a veces piensan en transformarlo en partido. Un Frente es también un acuerdo entre organizaciones y tendencias. Por lo tanto, como está formado por fuerzas diferentes, debe tener una dialéctica interna y consentir las diferencias organizadas y libremente expresadas, sin las cuales no es sino un partido, una secta, un club, o lo que se quiera. Un Partido, a diferencia de un club de admiradores de Maradona, por ejemplo, que puede reunir a personas de diferentes ideas y clases, se construye en torno a un programa, que determina la estrategia y los objetivos así como la organización y la disciplina que la resguarda y hace efectiva. Sin programa, sin ideas comunes, no hay organización, análisis de la realidad nacional e internacional ni propuestas concretas. El programa impone una selección, pues quienes no estén de acuerdo con él romperán la falsa unidad de los opuestos que puede durar mientras nadie se define sobre nada y todo está inmóvil, y mientras cuatro o cinco se pelean en las cumbres, a escondidas, por la gestión de esa gran albóndiga. La condición sine qua non de un partido es su definición teórica y política: debe dar respuesta al carácter de la época, a las tareas que impone la fase de desarrollo por la que atraviesa el país y, además, a cada problema importante. Llamar Frente a un partido que no es ni siquiera tal puede ser tan dañino como la actuación política en la oscuridad y la confusión totales. Movimiento, por último, es un proceso no organizado que agrupa a todos los que pertenecen, con distintas motivaciones, posiciones, organizaciones, a una misma ``área problemática'': el movimiento obrero, por ejemplo, abarca nacionalistas, socialistas, comunistas, anarquistas, sindicalistas revolucionarios, etcétera. Un gran objetivo o una gran personalidad puede reunir a esa nebulosa siempre cambiante. Un movimiento, sin embargo, para desarrollar elementos de poder y cambiar a la sociedad, necesita un partido, con lo cual se vuelve a presentar todo lo anteriormente dicho. No hay ya espacio en esta nota para seguir con otras confusiones como los diversos significados que se le atribuyen a las palabras ``autonomía'' y ``federalismo''. Pero sobre eso quizás retornaremos en otra ocasión.