La Jornada Semanal, 21 de septiembre de 1997
Tu rostro resume la blasfemia y la justicia del creador
la paradoja venenosa eternamente divina
del también hacedor de calamidades y truenos
pero fue benévolo contigo al nutrir el espanto
mira tus manos y tus venas
pueden dar latigazos a la cripta a la puta y al rosario
y obligarte a estrangular las añoranzas
observa tus piernas entumidas
maravíllate así con la delirante supervivencia
has vuelto de la guerra convertido en estatua de lamentos
más que eso en deidad de cínicos perdularios y devotos
aunque no puedas orar ni eyacular
fornicar liberado en las praderas
y amedrentar la ira en los tálamos de incienso
tu zozobra es más poderosa que el desnutrido padre nuestro
pero menor que el canceroso aposento de los hombres negros
crucificados en su realidad de bestias y alaridos
arrodíllate bienaventurado pues cerca está el templo
encendido como los muslos de las rameras
de piel sazonada en el perol de la calamidad
al brindar su desfiladero de salada legumbre
espanta el destino con tu perfecta cuarteadura
que en tu cara sorprendida de animal acorralado
ha impuesto la gloria de los ángeles
caídos desde el cielo junto a sus alados tormentos
las oraciones que con necedad de amanuense ciego
se aprecian desnudas yertas sin pena por la fiebre y la locura
en la sagrada Biblia de los desposeídos
aguerridamente firmes en tu nuevo nombre
de altar destrozado