Se dice que el flujo de inversión extranjera a México, de por sí notable desde que pasaron las elecciones, aumentará más por los problemas económicos en Asia y, más en concreto, en el llamado Lejano Oriente. Esa terminología geográfica eurocentrista no corresponde mucho con las direcciones a partir de México, pues para ir a Asia hay que viajar al occidente, y para ir a Europa, al oriente, pero en fin. Cuestiones de vivir en un planeta casi esférico, al que los europeos algún día supusieron plano.
Lo primero que hay que aclarar es que al hablar, en general, del debilitamiento de la economía asiática, se exagera y se generaliza sin bases suficientes. El principal hecho en el que se basaron estas apreciaciones fue la devaluación de las monedas en cuatro países. Y ninguno de esos países fue de los llamados tigres asiáticos, ni de los más importantes económicamente. Esos cuatro países, Tailandia, Filipinas, Indonesia y Malasia se incorporaron, relativamente tarde, a una forma de crecimiento económico basada en atraer la inversión del exterior con vistas a producir y exportar.
Aunque en otros países hubo efectos relativamente menores, como bajas en los índices de las Bolsas de Valores, ninguno de los llamados tigres ha devaluado. Taiwán, Corea del Sur y Singapur siguen, hasta donde nos llega información, una secuela similar a la de hace tres o seis meses. Hong Kong, que se consideraba el cuarto tigre, fue devuelta a China, con un efecto económico previsible de incluso mayor crecimiento del conjunto.
China lleva ya más de diez años con su Producto Interno creciendo, en promedio, al 10 por ciento anual. La inversión extranjera ha entrado a ese país a un ritmo del orden de los 30 mil millones de dólares anuales. Y aproximadamente la mitad de esa inversión extranjera provenía de Hong Kong. Con la devolución, por parte de Inglaterra, de este último, esa mitad de inversión extranjera se convierte, para China, en nacional. En lo económico, esto implica que por lo menos una parte de las utilidades, regalías y demás beneficios de la inversión extranjera, lo mismo que los intereses pagados por préstamos de Hong Kong, se quedarán en China, se podrán reinvertir en ella, y eso reforzará el crecimiento futuro de las que eran dos entidades y ahora son una. China está llevando a cabo incluso proyectos de largo plazo, como es el caso de la que será la mayor planta hidroeléctrica del mundo, en Tres Gargantas o como deba traducirse el nombre del lugar, pues estamos retraduciendo del inglés. En todo caso y tratándose de China, podría, si no se toman medidas compensatorias, reducirse el ritmo de crecimiento a partir de la recién anunciada privatización de numerosas empresas, dado que parte de la nueva inversión se desviaría de proyectos nuevos a la compra de empresas ya existentes.
No es casual que los países de esa región que han mantenido la estabilidad monetaria, que han mantenido una balanza de divisas equilibrada, sean los que más han resistido las presiones para que emprendan una apertura general y desordenada a las importaciones.
Es cierto que puede venir inversión adicional, por ejemplo de alguna compañía que, teniendo ya actividad en ambos países, pensaba hacer una nueva planta o una ampliación en Tailandia, y ahora prefiera hacerla en México. Eso es posible. Pero sería un error creer que esa región de Asia-Pacífico como tal entra en crisis, cuando que es la única del mundo que ha tenido crecimiento acelerado en los últimos años. Al contrario, es conveniente buscar un mayor intercambio, de mercancías y capitales, con esa región, para que cuando vuelva a haber una época recesiva en nuestro principal socio comercial y económico, eso no nos afecte tanto a nosotros. Esa diversificación, además de otros beneficios, actuaría como una especie de seguro de nuestra economía en un caso así.