La economía crece y se anuncian los logros del programa de ajuste impuesto después de la devaluación de fines de 1994. Pero persiste el debate sobre las condiciones de la expansión y, sobre todo, de las posibilidades de que se mantenga por un periodo largo, tal y como espera el gobierno. Se acaban de dar a conocer las cifras del comportamiento agregado de la economía para el segundo trimestre del año. Esas cifras muestran que el Producto Interno Bruto creció 8.8 por ciento con respecto al mismo periodo de 1996, y que los principales componentes del lado de la demanda, que son el consumo privado y la inversión, aumentaron 6.9 por ciento y 24.7 por ciento respectivamente.
Estas tasas de crecimiento son impresionantes. Ni las naciones más poderosas del mundo pueden ofrecer registros de esta magnitud en sus principales variables. Pero ello ocurre porque todavía estos resultados macroeconómicos están situados en la perspectiva de la brutal caída que sufrió la economía mexicana en 1995. Si los datos más recientes se presentan en relación a los resultados que se obtuvieron en el segundo trimestre de 1994, se aprecia que aunque el producto es 5 por ciento mayor, tanto el consumo privado como la inversión están aún por debajo de los niveles que tuvieron hace tres años. En el caso del consumo, el déficit es de 4 por ciento, y de 3 por ciento en el caso de inversión. Estos son indicadores fehacientes de lo que ha sido hasta ahora el costo de la crisis. La dinámica del crecimiento está en las exportaciones que son mayores en 80 por ciento frente a las que se hicieron en el periodo de referencia.
Una primera aproximación a la naturaleza del crecimiento económico derivado de las cifras ahora disponibles, es que no está sustentado en el gasto de las familias que expresaría un mejora en su nivel de vida, ni en el gasto de las empresas, especialmente las que producen para el mercado interno, y que significaría un aumento de su capacidad productiva y de generación de empleo. En el mejor de los casos se puede decir que la economía muestra señas de una diferenciación en su comportamiento que hace que la recuperación que se registra sea muy desigual entre sectores productivos y entre los beneficiarios de la expansión. Pero lo que esta desigualdad pone en cuestionamiento es la capacidad de que el patrón de crecimiento vigente pueda sostenerse. Y sabemos que de crecer 20 años a tasas de 5 por ciento anual se lograría duplicar el ingreso per cápita, aunque esto no involucre consideración alguna sobre la distribución de dicho ingreso. La recuperación de la economía se está haciendo sobre los hombros de la población asalariada, que ha resentido ya más de dos años de depreciación de su nivel de consumo. Se está apoyando en la caída de los ingresos de una amplia porción de empresas que si no han sido forzadas a la quiebra, han logrado sobrevivir prácticamente en un estado de hibernación.
El escenario económico de las últimas semanas está definido en términos generales por la estabilidad. Se reconoce que persisten elementos de vulnerabilidad en el funcionamiento de la economía, pero también se propone desde el gobierno que se cuenta con los instrumentos para hacerle frente. Uno de ellos, tal vez el más relevante, es el régimen del tipo de cambio. Su capacidad de variar conforme a las condiciones de las corriente de capital, parece dar suficiente confianza a los que administran la economía de que pueden vencerse las presiones internas y externas sin que se provoque una nueva crisis. La imagen es la de un alambrista en la cuerda floja. En el mes de agosto se registró el primer déficit de comercio exterior desde 1995, fue sólo 18 millones de dólares, pero confirmó las tendencias de un menor crecimiento de las exportaciones y un aumento más rápido de las importaciones. Al igual que la estabilidad de los mercados financieros, este resultado también está provocado por la determinación del tipo de cambio del peso frente al dólar, y de ahí la contradicción de hacer recaer en ese instrumento la viabilidad de la recuperación. Tal vez el punto más debatible de este comportamiento de la economía, el que representa una verdadera paradoja, es que mientras más favorable sea el escenario de crecimiento, tenderá a ser menos duradero. Un crecimiento por encima de 6 por ciento del PIB en 199???????????, como parece que pueda ocurrir, no hará más que presionar las cuentas externas al aumentar las importaciones frente a unas exportaciones que están llegando al límite de penetración en los mercados. El sector externo sigue siendo el factor de mayor vulnerabilidad de la economía, y lo será en tanto no se refuerce la capacidad interna de sostener el crecimiento. En esto hay una real discrepancia entre quienes han aplicado la política económica durante los últimos 15 años y los que la critican.