Para Jaime Avilés y su desorientada interpeladora de Treviso
Cuarenta y cinco años de verticalismo, paternalismo, deseducación y desmoralización política provocados por las izquierdas tradicionales, y 15 años de ofensiva del capital financiero internacional han dado como resultado, en Europa, la difusión enorme de una cultura conservadora, incluso racista. Los fascistas sacan hoy más votos entre los jóvenes franceses o italianos que todas las izquierdas juntas, y en Italia han ganado en todas las elecciones universitarias. Y entre los ``progresistas'' la mayoría es conservadora y acepta la política y la ideología del capital financiero (tal es el caso, siempre en Italia, de quienes siguen al Partido Democrático de Izquierda). Queda la minoría de la minoría, que se divide casi en partes iguales entre quienes rechazan el ``orden'' del sistema, porque rechazan en general todo orden, y los que, por el contrario, tratan de hacer política y evitan caer en el apoliticismo del ``todos son iguales'', de organizarse en vez de proponer la desorganización y el ``todos somos iguales'' que permite que unos pocos ``más iguales'' corten el bacalao.
Los primeros son sobre todo una expresión de la crisis general de civilización producida por la modernidad del capital financiero, no elementos conscientes para su superación. Como no soy un mojigato sino que pienso que, para construir, se necesitan materiales sólidos y adecuados, y que hay que tener claro quiénes son los aliados principales (no exclusivos), opuse a estos productos de la marginación los que, por ejemplo, hicieron la manifestación de Venecia, con Refundación Comunista (RC), los sindicatos, la juventud obrera y los jóvenes de los Centros Sociales (muchos de los cuales critican justamente a RC pero trabajan con ella).
Hubo, sin embargo, quien desempolvó el paternalismo de la vieja izquierda, pensando con angustia que ``la crítica aunque sea constructiva ayuda al enemigo'' o, peor aún, que ``no se puede criticar a las víctimas del capitalismo'' (olvidando que éstas son, sobre todo, víctimas del burocratismo y del paternalismo, que favorecieron siempre la dominación del capital).
En realidad, víctimas del capitalismo somos todos, incluso los capitalistas, tan alienados como los demás. Sin embargo, en la juventud hay quienes resumen su protesta buscando la protección en la jauría y se hacen fascistas; hay quienes, en cambio, adoptan el individualismo extremo y protestan no bañándose, no leyendo, con el apoliticismo o refugiándose en las drogas, pero también existen los que estudian, se inventan trabajos, se organizan. Y éstos son los que permitirán que la izquierda vuelva a subir la barranca, porque no hay liberación social ni económica sin liberar las mentes dominadas y sin construir, a la vez, en la acción social, organizaciones que defiendan de la ofensiva general (económica, cultural, política, social) del capital y los rudimentos siempre incompletos de un ``hombre nuevo''.
Bakunin ponía muchas esperanzas en las prostitutas y los ladrones que, según él, eran alternativos porque odiaban a la policía y al orden oficial. Sin embargo, los regímenes reaccionarios reclutan sus rompehuelgas, sus agentes del ``orden'', sus golpeadores, precisamente entre los marginales. Los socialistas, en cambio, hoy son partidarios de la legalización de las drogas pero no se drogan, defienden a las prostitutas pero no se prostituyen, bailan y tocan música pero también leen, discuten, organizan marchas, como la de Venecia. ¿Sirven realmente al zapatismo los que imprecan contra la mundialización, pero no ven que es también un desafío y una oportunidad, y que sin ella y los medios de información el EZLN hubiera sido aislado y aplastado en 1994? ¿Por qué tuvieron que ser Marcos y los indígenas de la columna Emiliano Zapata los que se excusaron ante los trabajadores de la prensa que les dan oxígeno, y no los mestizos paternalistas ``organizadores'' que, con su silencio, apoyaron el grito de ``paparazzi'' y las agresiones que expresaban una ``cultura'' formada en Hola! y en Televisa, adoradoras interesadas de la ``princesa buena''? No volveré sobre este tema que me he visto obligado a tocar nuevamente porque el Tonto del Pueblo sacó a luz una lacra de la vieja izquierda y el Correo Ilustrado no dio cabida a mi corta explicación. Espero que el que tenga entendederas entienda que lo que el zapatismo (y la izquierda) necesitan no son los que echan porras sino los que tratan de pensar.