Jaime Martínez Veloz
¿Comparecer o padecer?

¿Qué se espera de las comparecencias de los secretarios de Estado? Seguramente no hay una respuesta única a esta pregunta, pero podría haber unanimidad en lo que no se debe esperar de ellas. Estas no deben convertirse en prácticas de boxeo ni en concursos de oratoria o popularidad. Tampoco deben ser escenarios de ajustes de cuentas.

Formalmente han sido una práctica republicana, sin embargo, en los hechos las comparecencias de los secretarios de despacho se efectuaban enmedio de la cómoda protección de la mayoría legislativa. Este método, envuelto en formas rayanas en lo cortesano, no fue útil para el país ni para las fuerzas políticas representadas en el Congreso. La nueva composición política de las Cámaras, sobre todo la de Diputados, hace necesario buscar métodos republicanos que sean a la vez transparentes, ágiles y sirvan a la ciudadanía para conocer el estado que guarda la administración pública nacional.

Es cierto que las cámaras legislativas no deben ser salones de fiesta para homenajear a los funcionarios que van a rendir informes de sus gestiones, pero tampoco deben ser cámaras de tortura donde aguarden turno para ser exhibidos públicamente.

Lo sucedido en la primera semana de comparecencias debe movernos a reflexión en algunos puntos. El primero es que no debemos perder lo más importante por lo menos, aunque esto último sea más llamativo. Los propios medios de comunicación ayudaron a evaluar las visitas de los secretarios en términos de ``prueba superada'' o ``prueba no superada''. Muchas veces también se subrayaron aspectos poco relevantes, en lugar de atender otros que merecían por lo menos una segunda revisión. El nerviosismo y la inexperiencia de algunos diputados se tradujo en sucesos lamentables como el del enfrentamiento a golpes entre dos legisladores que, como los niños de secundaria, se excusaron con el sobado: ``él empezó''. Con todo lo lamentable de este asunto, fue un hecho aislado que no debe ser magnificado porque no fue lo sustantivo de la reunión con el secretario de Hacienda.

Después de las elecciones del 6 de julio y sus resultados, los legisladores de todos los partidos, los medios de comunicación y los ciudadanos debemos pasar una etapa de aprendizaje acerca de lo que esperamos sea una nueva y más sana relación entre el Ejecutivo y el Legislativo. Habrá que construir sobre la marcha y tratar de no perderse en la anécdota y el ajuste de cuentas.

En relación al tema legislativo hay otro aspecto relevante. Las todavía ríspidas relaciones entre las fracciones evidenciaron la urgencia de que se establezcan mecanismos para solucionar desacuerdos al interior del poder Legislativo. Estos mecanismos deben fijarlos las fracciones, sin la ``ayuda'' de afuera que, ya hemos visto, dificulta más de lo que resuelve. Una vez establecidas las reglas del juego será más fácil que determinen esquemas de trabajo hacia afuera, es decir, con los otros poderes y con la sociedad.

Tres temas de la mayor trascendencia se tocaron en la primera semana de glosa del tercer Informe en la Cámara de Diputados: política interior, política económica y política social. Estos tres aspectos son la columna vertebral de la administración pública y ya han merecido la atención de comentaristas y analistas.

Había muchos pendientes como para que la asistencia de los titulares de las mencionadas Secretarías resultara fácil. El empantanamiento del diálogo en Chiapas, el oscuro rejuego político con motivo de la instalación de la LVII Legislatura, la no recuperación de los salarios y empleos, los rescates de la banca y las carreteras, la insuficiencia de recursos para el combate a la pobreza, el Progresa, entre otros ítems, fueron facturas que las oposiciones pasaron a los funcionarios.

Del lado de las oposiciones, muchos reclamos, algunos justos y otros no, y pocas propuestas; del lado del PRI una postura de defensa a ultranza. Esta podría ser la síntesis de esa primera semana. Hasta cierto punto es lógico que los primeros resultados de un nuevo esquema revistan la característica de un acercamiento para medir fuerzas. Sin embargo, hacia el futuro no es adecuado que se continúe por esta vía. Más que comparecer para padecer, los mexicanos aspiramos a que los funcionarios comparezcan para resolver. Y esto es tarea de los propios legisladores y del Ejecutivo federal.