Destaca un sacerdote obras sociales de Caro Quintero y El señor de los cielos
Alma E. Muñoz Ť Sorpresivamente, la homilía en memoria de los fallecidos en el terremoto de 1985 sirvió para defender las ``obras sociales'' que en sus ciudades realizaron los narcotraficantes Rafael Caro Quintero y Amado Carrillo Fuentes.
El sacerdote José Raúl Soto Vázquez, profesor de la Universidad Pontificia de México, al celebrar ayer la ceremonia eucarística en la Basílica de Guadalupe exaltó a las personas ``poco recomendables'' que, sin dejar de ser traficantes de drogas, ayudan y dan limosnas ``que ya quisiéramos hacer''. Momentos después, el clérigo buscó suavizar su mensaje: ``La vida del narcotraficante no debe servir de ejemplo para nada''.
Sus palabras chocaron con la posición que dio a conocer hace más de un mes, en el mismo centro religioso, la jerarquía católica en voz del obispo de Mazatlán, Rafael Barraza Sánchez, cuyo propósito busca excomulgar a quienes se dedican al tráfico de estupefacientes.
Inicialmente pidió a los feligreses no considerar a quienes murieron durante el sismo como más pecadores ``que nosotros, porque éste es un ejemplo de la temporalidad que existe en la vida''.
Ante eso, conminó a reflexionar en torno de los sucesos y ``ver lo pequeño que somos en el universo''.
Para José Raúl Soto Vázquez, en 1985 ``lo único bueno que se vio fue la solidaridad'', que ``no debe ser por 10 ni 15 minutos, sino una actitud sistemática''.
Más adelante se refirió a las obras ``de servicio social'' de los narcotraficantes en algunas entidades, y aplaudió lo realizado en ese sentido por Rafael Caro Quintero y el extinto Amado Carrillo, quienes, agregó, ``no por ello dejan de ser pecadores''.
Desde el altar mayor del centro guadalupano declaró: ``Hasta los no pecadores y al menos gente poco recomendable como Caro Quintero, que ya quisiéramos hacer las limosnas y las ayudas que él hace, y Amado Carrillo que hacía grandiosas cosas por su pueblo, por la gente, lo cual no le quitaba que fuera traficante de drogas y todo lo demás que tenía''.
Después de sorprender a los católicos con sus palabras, intentó desviar el mensaje pidiendo no tomar como ejemplo la vida de aquellas personas vinculadas con el tráfico de estupefacientes.
La celebración eucarística por la memoria de los que murieron durante el terremoto de 1985 se convirtió entonces en un acto de defensa de la ``labor social'' de aquellos narcotraficantes que sin dejar de lado su actividad brindan ayuda económica, incluso con ``grandes'' limosnas para la Iglesia.
El profesor de la Universidad Pontificia de México olvidó por un momento, ante el estupor de quienes asistieron a la Basílica, el motivo de la ceremonia religiosa: rezar por quienes murieron durante el temblor.
Pidió a la sociedad mexicana practicar la solidaridad de manera permanente con los más necesitados y no únicamente en los momentos de desgracias naturales.