BALANCE INTERNACIONAL Ť Eduardo Loría
La economía de la criminalidad

El crimen es una actividad (o incluso una industria) económicamente importante, a pesar del total desprecio de los economistas. Esto último probablemente se debe a que esta actividad es inmoral y, por tanto, no merece la atención académica rigurosa.

Gary Becker, Premio Nobel de Economía (``Crimen y castigo'', 1968)

Por lo menos desde principios de los años 50, el economista Gary Becker comenzó a escribir y a publicar artículos sumamente provocativos que trataban de explicar los actos humanos (en apariencia no vinculados al ámbito económico) a partir de un enfoque eminentemente económico, en particular microeconómico. En 1976 la Universidad de Chicago editó su libro El enfoque económico de la conducta humana, que es una compilación de una gran variedad de artículos previamente publicados, como ``Competencia y democracia'', ``Crimen y castigo: un enfoque económico'', ``Una teoría de la asignación del tiempo'', ``Un análisis económico de la fertilidad'', ``Una teoría del matrimonio'', ``Una teoría de la interacción social'', ``Economía y sociobiología'', etcétera.

No han sido pocos los detractores (incluso economistas) de este tipo de trabajos. El mismo Becker consigna en el libro que al principio sus artículos fueron rechazados no por la calidad, sino por el enfoque adoptado.

En el artículo ``Crimen y castigo'', planteaba los costos sociales y económicos que traía consigo todo tipo de criminalidad en Estados Unidos a mediados de la década de los 60. Estimaba que todos los costos derivados contra personas, propiedades, servicios y bienes ilegales, gasto público en policía preventiva y persecutoria, etcétera, ascendían a cerca de 21 mil millones de dólares, alrededor de 4 por ciento del PIB.

Es plausible considerar que estas cifras, por desgracia, han crecido en forma sustancial, no sólo en ése país, sino particularmente en los países subdesarrollados, y dentro de ellos en algunas zonas específicas. Al respecto, el Banco Interamericano de Desarrollo (http://www.iadb.org/ENGLISH/departments/oce/violence.htm) indica que ``América Latina es, comparativamente con otras regiones del mundo, el continente más peligroso. La tasa de homicidios es el doble que en el resto de los países en desarrollo (con excepción de la ex Unión Soviética). Colombia, Brasil, Guatemala y México se ubican entre los países con la mayor tasa de homicidios y lesiones no intencionales del mundo. En las estadísticas de mortalidad, la violencia intencional y no intencional constituye la primera causa de muerte en la población comprendida entre las edades de 15 a 50 años. En muchas ciudades los hospitales generales son ocupados hasta en un 40 por ciento por víctimas de la violencia. La evidencia también sugiere que la violencia trae consigo elevados costos sociales y pérdidas de capital humano, costos de atención a las víctimas, costos económicos y otros costos indirectos, los cuales representan una proporción significativa del producto, que con frecuencia sobrepasa los niveles del gasto público social. Esto por supuesto, es adicional al sufrimiento humano que provoca la violencia''.

De acuerdo con este mismo organismo internacional, la destrucción de capital humano a través de la violencia bien puede representar anualmente más de 2 por ciento del PIB y el gasto en protección sumados a los efectos directos del crimen entre el 5 y el 9 por ciento. En teoría económica se le llama a ésto una deseconomía externa muy importante, en virtud de que actúa negativamente sobre obras variables. Así, la criminalidad no sólo tiene esos costos directos, sino otros indirectos quizás aún de mayor peso sobre el resto de la economía.

Lo que viene ocurriendo en nuestro país en materia del incremento de la criminalidad, aún antes de la crisis de diciembre de 1994, indica que si bien la pobreza y el desempleo están asociados a este terrible fenómeno, no son quizás los únicos factores ni los más relevantes. ¿Quién no venía escuchando desde fines de la década pasada sobre la proliferación de delitos violentos? En mayo de 1994, en un almacén de electrónicos en Tokio me encontré a un dependiente mexicano que había huido de nuestro país por haber sido víctima de varios secuestros.

Esto indica que hay otros factores muy importantes en la incidencia de estos hechos, como son: honorabilidad y efectividad de las fuerzas policiacas en prevenir y castigar los delitos, severidad de la legislación en el castigo a los infractores, integración familiar, relación costo-beneficio del ilícito, remuneraciones del mercado laboral, vigilancia vecinal, etcétera.

No hay día en que la prensa, incluso aquella que nunca se ha caracterizado por difundir nota roja, no consigne hechos violentos que a cualquiera le quitan la tranquilidad. Sin embargo, la discusión y el análisis se han sesgado a aspectos eminentemente jurídicos y policiacos. Todavía no he visto el análisis económico del asunto. Estoy convencido que de seguir por ese rumbo no habrá dinero suficiente --ni público ni privado-- para siquiera contener la expansión del crimen. Es indispensable iniciar otro tipo de análisis y discusión que bajo otra perspectiva delimite el problema y trate de atenderlo.

Por último, queda totalmente claro que una sociedad que tiene un problema de criminalidad tan importante no puede pensar en una recuperación del crecimiento económico, mucho menos pensar en avanzar en sus variables de desarrollo si no resuelve este asunto que tiene infinidad de aristas.