Admirables los avances logrados por el bloque opositor en su tarea de dignificar a la Cámara de Diputados. La nueva realidad democrática resplandece a plenitud, como nunca antes, y nos aproxima tersamente a ``la instauración de una República justa y soberana''. ¡Bendita sea la pulcra y desinteresada labor de Muñoz Ledo, Medina y demás próceres que nos conducen hacia ese promisorio futuro!
Bastaron unos días para que las máscaras empezaran a caer y rostros cínicos asomaran con gestos de desdén o de violencia, según el caso. Los periodistas son zaheridos por el mismísimo profeta de la nueva era, quien confirma una vez más que entre sus virtudes no está la de ser veraz. Dijo a los trabajadores de los medios que los cinco coordinadores convinieron en expulsarlos del templo, porque su presencia propicia el caos. Los otros cuatro, oficiosamente involucrados, desmintieron explícitamente a quien no teme que la nariz le crezca, pero el viernes el acceso fue vedado a los comunicadores. Por su parte, los diputados que supuestamente controla el campeón de las contradicciones, el jueves se encabritaron, demostrando que no necesitan de los periodistas ni de nadie para generar desórdenes, pues les bastó su vocación pendenciera y la subcultura abrevada en las filas perredistas, para armar la peor trifulca que registran los anales del Congreso desde hace 62 años.
Después, los alardes de hipocresía y los vanos retorcimientos a la lógica para negar las evidencias que la televisión ya difundió por todo el país. La lucidez atribuida al apóstol del parlamentarismo a la europea quedó en entredicho, cuando pergeñó la peregrina explicación de que fue un plan preparado para desacreditarlo. ¿Acusa a sus compañeros de partido, pues ellos fueron los que dieron pábulo, con su desfile de pancartas, a una comedida moción de orden que un iracundo espécimen de la cooptación perredista se lanzó a interrumpir con sus cien kilos de odio y la elocuencia de sus manotazos? ¿Participaron en la ``preparación'' la presidenta de la Mesa Directiva y el envanecido ex consejero electoral sentado a su diestra, empecinados en permitir que los diputados del bloque incurriesen en sus tácticas de siempre, como si la Cámara fuese una plazuela y ellos no se hubiesen comprometido a dignificar el recinto?
El desprecio a las normas internas en ambas Cámaras del Congreso ha sido una actitud constante de los representantes de extracción perredista. Sus desmanes de palabra y de obra están sobradamente documentados. Pero ingenuamente suponíamos que la retórica dignificadora con que los integrantes del bloque opositor justificaron, ante la opinión pública, la alianza que les permitió asumir poderes decisorios en los prolegómenos de este periodo de sesiones, implicaba el compromiso de predicar con el ejemplo. Olvidábamos que, como enseña la sabiduría popular, la cabra tira al monte.
Por supuesto, pretextos justificativos no les faltan. El principal es la presencia activa de un grupo de ``reventadores'' de filiación priísta, agrupados en una zona de curules identificada como el bronx. Sabemos que estos dispositivos tácticos no son exclusivos de ningún partido: todos tienen, más o menos organizada, una especie de comisión de injurias. Su mayor o menor agresividad depende de las particularidades del desarrollo de cada sesión. Normalmente son grupos de reacción, pues no toman la iniciativa si no se produce previamente un acto o un incidente que funcione como detonador.
Esta vez, algunos hechos ostensibles contribuyeron a exacerbar los ánimos en ese sector de la diputación priísta. La mayoría de los oradores seleccionados por el bloque opositor para intervenir en dos sesiones consecutivas, habían sido en el pasado inmediato militantes del PRI y usufructuarios de elevados cargos públicos, denominador común que pudo surtir los efectos de una flagrante (¿y deliberada?) provocación, pues nadie ignora la repugnancia espontánea hacia los tránsfugas, más acentuada cuando asumen el papel de críticos intransigentes e impolutos. No es casual que un ex secretario de Programación y Presupuesto y ex director del IMSS no haya sido recibido con flores y serpentinas.
Asimismo, la decisión de privilegiar a los recién llegados por encima de los perredistas fundacionales causa malestar entre éstos. Se dice que recurrieron a las pancartas por habérseles coartado el acceso a la tribuna, y que se les ofreció respetarles esa forma de expresión como arreglo apaciguador. De ser así, la responsabilidad de los vergonzosos sucesos del 11 de septiembre es, sobre todo, de los dirigentes y no sólo de los protagonistas materiales. Lo evidente es que estamos peor que antes.