La Jornada 15 de septiembre de 1997

EURO VERSUS DOLAR

En círculos académicos y financieros de Estados Unidos se discute la posibilidad de que cese el flujo de capitales europeos a ese país cuando se llegue al euro, la moneda de la Unión Europea. Tal polémica coloca en la agenda internacional la cercanía de la aparición de una divisa monetaria que habrá de inducir reordenamientos de gran envergadura en el sistema financiero internacional.

Contra la opinión casi solitaria de Milton Friedman, el neoliberal por excelencia, Lester Thurow, del Massachussetts Institute of Technology; Fred Bergsten, director del Institute of International Economics; el ex gobernador de la Reserva Federal Paul Vocker, y el premio Nobel de Economía Paul Samuelson, así como el ministro estadunidense del Tesoro, Bob Rubin, y el magnate George Soros, al igual que el diario londinense Financial Times, sostienen que el inicio de la circulación del euro provocará una interrupción de los capitales europeos que llegan a Estados Unidos. Según Bergsten, incluso, entre 100 mil y 300 mil millones de dólares podrían abandonar la ``dolardependencia'' y pasar al euro, lo que constituiría, según él, ``un realineamiento de dimensiones históricas''. Soros, a su vez, sostiene que, aunque el dólar pudiese seguir como moneda de reserva, el euro representará una fuerte alternativa y su nacimiento será el hecho más importante en el sistema monetario en el último cuarto de siglo. Esta opinión es compartida también en Wall Street, en donde el miércoles pasado se advirtió que el euro ``pondrá en peligro'' la condición privilegiada de la moneda de Estados Unidos. Thurow, por su parte, afirma que, por fortuna para Estados Unidos, el Bundesbank alemán en realidad está contra el euro porque esta moneda marcaría su fin, es decir, el predominio del marco en la Europa unida. Además agrega que el dólar se depreciará porque la eliminación de 14 monedas europeas reducirá el monto de las reservas del viejo continente en monedas extranjeras y llevará a una venta masiva de dólares. Otro tanto harían harían otros países dólardependientes y muchos inversionistas estadunidenses que querrán tener euros.

El hecho de que el déficit de la balanza comercial de Washington sea sostenido por el ingreso anual de 200 mil millones de dólares provenientes del exterior pondría a Estados Unidos en una situación de fragilidad y podría llevar a los bancos centrales a tratar de sostener a la moneda estadunidense, pero exigiendo una política de austeridad al gobierno de Washington. Incluso el paso de la libra esterlina al dólar, que marcó en la posguerra el cambio del sistema monetario, fue más fácil, agrega, porque existía entonces un control rígido de los movimientos de capitales, cosa que hoy no existe.

Aunque en lo inmediato muchos bancos centrales, incluso europeos, por el contrario han aumentado sus reservas en dólares, que pasaron en cinco años de 44 por ciento a 55.5 por ciento en el caso de los más industrializados, el surgimiento del euro, que seguramente nacerá ya fuerte en 1999 --dentro de un año y medio--, podría tener implicaciones geoeconómicas y políticas de dimensiones insospechadas. Europa podría desplazar a Estados Unidos como principal mercado, primera potencia industrial y centro financiero, con lo cual las tensiones entre Estados Unidos, Unión Europea y Japón, principales centros económico-industriales del mundo, podrían agudizarse.

En un escenario semejante, podría incrementarse el margen de maniobra de los países dependientes, en la medida en que es probable se verían estimulados a diversificar su canasta monetaria y sus clientes y proveedores de tecnología, con las consiguientes repercusiones políticas, económicas, sociales y culturales.

En suma, los reacomodos monetarios que tendrán lugar a escala global antes de que termine el milenio impactarán de manera significativa en muchos otros ámbitos. Cabe esperar que los responsables del manejo económico en naciones como la nuestra estén, desde ahora, atentos a tal fenómeno y puedan formular estrategias que eviten que nuestras poblaciones paguen, una vez más, los costos de la imprevisión y de la dependencia.