La Jornada 13 de septiembre de 1997

``Cumplan o hablen claro''

José Gil Olmos y Martha García Ť Desde el Zócalo capitalino, colmado por decenas de miles de simpatizantes que desbordaron las calles aledañas, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) exigió al presidente Ernesto Zedillo cumplir los acuerdos del diálogo de San Andrés en materia de derechos y cultura indígenas, firmados el 16 de febrero del año pasado, y retirar a los militares de los pueblos indígenas del país.

``Si no va a cumplir, entonces le decimos que hable claro al pueblo de México'', advirtió la representante de la Comisión Política zapatista, Claribel, quien a nombre de la dirigencia del EZLN sentenció en medio de miles de voces de apoyo: ``Si quiere la guerra pues adelante, que los zapatistas sabremos pelear con honor y valentía, porque tenemos un arma muy poderosa que el gobierno no tiene. Esta arma se llama dignidad''.


Escudo nacional. Foto: Carlos Cisneros

Al culminar la marcha de más de cuatro días de los mil 111 representantes de las comunidades de base zapatistas, en voz de la indígena chiapaneca la dirigencia rebelde demandó al presidente Zedillo la paz y el retiro inmediato de los soldados acantonados en las comunidades indígenas de todo el país, quienes han llevado el alcoholismo, la prostitución y la drogadicción.

Porque ``si no va a hacer la guerra, entonces que saque a sus soldados. Esos soldados (que) están lejos de sus familias, de sus madres, de sus esposas, de sus hijas'', señaló.

Más de 6 mil indígenas de diversos estados acompañaron a los zapatistas a su arribo al corazón político nacional a saludar ``a la ciudad que derrotó al partido de Estado y abrió la esperanza de un cambio pacífico profundo y verdadero'', como dijo el subcomandante Marcos en un comunicado del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Pero también los acompañaron a decirle al gobierno que no están dispuestos a ser olvidados tras 13 meses de suspensión del diálogo de San Andrés, al ser rechazada por las autoridades federales la iniciativa de ley sobre derechos y cultura indígenas, elaborada por la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) a partir de los acuerdos alcanzados en la primera de cuatro mesas de negociación.

No volver al rincón del abandono y de la miseria sin esperanza

Desde el templete colocado frente a la Catedral metropolitana y a un costado del Palacio Nacional, los zapatistas también dijeron que no están dispuestos a que los sigan despreciando ni engañando, que no están dispuestos ``a volver al rincón del abandono y de la miseria sin esperanza''.

Luego de caminar más de tres horas desde el Monumento a los Niños Héroes hasta la Plaza de la Constitución, donde ya los esperaban miles de simpatizantes, los enviados del EZLN insistieron en demandar al gobierno federal que cumpla su palabra. Y desde este lugar simbólico para los movimientos sociales y opositores, los zapatistas dijeron: ``Si Zedillo no tiene palabra, entonces que nos haga la guerra y que llene con balas lo que no puede llenar con razones''.

La presencia de las mujeres, niños y hombres indígenas, muchos de ellos sin haber conocido jamás una ciudad o un pueblo, con apenas una palabras en español, caminando lentamente sobre la avenida Reforma, la de los centros financieros, los grandes hoteles y restaurantes de lujo, cines con marquesinas relumbrantes, la avenida que alguna vez fue tránsito de emperadores, llamó la atención de los citadinos y rompió la inercia de su cotidianidad.

A todos ellos, los zapatistas les dijeron desde el Zócalo capitalino: ``Queremos saludar a todos y todas los que hicieron posible que nosotros, que somos apenas un puñado de indígenas que viven en un rincón del país, pudiéramos llegar hasta acá para decir nuestra palabra''.

Y al soltar su primera palabra al arribar a la ciudad de México, dijeron que las figuras de los héroes de la Independencia que iluminaban los edificios coloniales que circundan el Zócalo estaban con ellos. ``De nuestro lado está el México de Miguel Hidalgo, de José María Morelos, de Francisco Javier Mina, de Leona Vicario, de Vicente Guerrero'', los mismos nombres que usaron para bautizar sus contingentes.

Ordenados, disciplinados, los zapatistas llevaron su propio paso, opuesto al que intentaban imponer los cinturones organizados por el Frente Popular Francisco Villa y la Central Unica de Trabajadores, quienes desde la llegada de los indígenas chiapanecos a Xochimilco hasta su arribo al Zócalo empujaron, golpearon y gritaron en contra de la prensa.

Desde el presídium los conductores del acto arengaron en contra de los reporteros, que eran arrinconados y empujados. ``Los compañeros de la prensa están acostumbrados a que los maltraten, aléjense de ellos'', pedían a los manifestantes que gritaban ``¡fuera la prensa!'' al tiempo que empujaban a fotógrafos y camarógrafos.

La entrada zapatista fue presidida por los integrantes de la Comisión Política del EZLN: Isaac, Karina, Claribel, Hugo, Omar, Brower, Carlos y Obet, junto con los maracames wirrarikas, siempre custodiados por los comisionados del Congreso Nacional Indígena (CNI). La bandera mexicana al centro y cada uno con su bastón de mando.

Después del mensaje del EZLN enviado desde las montañas de sureste, a nombre del CNI el wirrarika Martín Carrillo Méndez leyó un documento en el que exigió ``derechos para todos los pueblos indígenas''; recordó que los zapatistas llegaron desde el sur del país para reclamar respeto a sus territorios sagrados y a su cultura.

Carrillo Méndez, con su vestido tradicional, pidió a los que llenaron el Zócalo que escucharan las exigencias de los pueblos antiguos, y en particular demandaron ``al gobierno de la República que cumpla con los acuerdos de San Andrés''.

Luego de una danza tzeltal, cuando faltaban diez minutos para las 11 de la noche, un delegado de la Comisión Política dio por terminada la manifestación en el Zócalo capitalino a nombre del EZLN y de los mil 111 rebeldes. Un paso más de los anunciados desde su irrupción en 1994.