Un par de días antes del reciente recital del barítono siberiano Dmitri Hvorostovsky en Bellas Artes (del cual di noticia ya en este espacio), tuve una breve conversación con él. De ella, extraigo algunos conceptos interesantes, no sólo porque arrojan luz sobre la personalidad de Hvorostovsky, sino también porque se refieren a temas musicales y operísticos más generales, y de indudable interés. Sin embargo, antes de entrar en materia, se impone uno de esos periódicos e inevitables actos de contrición que conocemos cariñosamente como fe de ratas; en este caso, claro, la rata soy yo.
En la mencionada reseña del recital de Hvorostovsky, pensando tercamente en Beaumarchais, atribuí la divertida aria Largo al factotum a Las bodas de Fígaro, de Mozart, cuando en realidad pertenece a El barbero de Sevilla, de Rossini. Ambas tienen en común, nada más, a Fígaro y a Beaumarchais. Este fin de semana escribiré mil veces: Fígaro es Fígaro, pero Rossini no es Mozart, hasta que me lo aprenda. Mea culpa.
Entre los temas tratados con Hvorostovsky, uno de los más importantes fue el recurrente asunto de la credibilidad sobre el escenario de ópera. Es decir, la combinación ideal de canto, presencia y actuación, que por desgracia es lograda sólo por unos cuantos cantantes de cada generación. Bien preparado físicamente para subirse con autoridad a un teatro de ópera, Hvorostovsky menciona a algunos intérpretes (no todos ellos barítonos) de diversas épocas a los que considera como ejemplos del equilibrio ideal entre lo cantado y lo actuado. De generaciones anteriores, dice admirar a Fedor Chaliapin, Tito Gobbi y María Callas. Y de aquellos con los que le ha tocado compartir tiempo y espacio, menciona a Bryn Terfel, Cecilia Bartoli, Roberto Alagna y Angela Gheorgiu. En esta parte de la conversación, el barítono ruso hace una reflexión interesante: de los grandes cantantes-actores del pasado, tenemos sólo crónicas escritas y recuerdos subjetivos de quienes tuvieron la fortuna de verlos en el escenario, mientras que de los contemporáneos hay filmaciones y grabaciones que quedan no sólo como historia y registro, sino como punto de comparación y materia de estudio.
En este sentido, Hvorostovsky parece estar adaptado a su tiempo y comprender cabalmente las ventajas que ofrecen el video y la televisión al público melómano. De hecho, ahí donde otros artistas extranjeros de reciente paso por México se han hecho del rogar en cuanto a la participación de la televisión en sus actuaciones, él manifestó desde el inicio su interés por lograr la mayor difusión de su recital a través de los medios; sabia y equilibrada mezcla de flexibilidad musical y colmillo promocional.
Otro asunto del que hablé con Hvorostovsky fue el de la posible amplitud del repertorio. Una de mis primeras preguntas fue acerca de la posibilidad de que el barítono ruso se decidiera a abordar pronto los complicados roles que Wagner asignó a las voces de barítono en sus óperas; pensé, ante todo en el Wotan de la Tetralogía. Sobre este tema, Hvorostovsky comentó que por razones técnicas, expresivas y de experiencia, Wagner es un prospecto lejano en su carrera, quizá para dentro de una década. Al mismo tiempo, mencionó que antes de hacer Wagner quiere hacer barítonos verdianos plenamente convincentes; a juzgar por lo que cantó en su recital en Bellas Artes, ya lo ha logrado. Y sobre la misma línea de pensamiento, Hvorostovsky dice que no ha dudado en acometer otras áreas de la música vocal; entre ellas, la música folklórica de su patria, la música litúrgica rusa, etcétera. Y con la misma visión moderna de las posibles vertientes de su trabajo, explora la idea de cantar y grabar repertorios del tipo crossover, es decir, aquellos que pueden llegar por igual a los aficionados a la música de concierto y a los aficionados a la música popular.
Finalmente, se impone mencionar que sobre la posibilidad de que en el futuro cercano los barítonos llamaran tanto la atención del público como los tenores, Hvorostovsky respondió que a su juicio ese día se acerca, pues siente que él y colegas suyos como Bryn Terfel comienzan a incidir de manera importante en los aficionados a la música vocal, tanto en lo operístico como en el lied y otros ámbitos de expresión.
Respecto a esto, y sin demeritar la bienvenida presencia de tenores de calidad en nuestro medio, instituciones, promotores y aficionados haríamos bien en prestar más de atención al trabajo de los buenos barítonos que tenemos; entre ellos hay presencias destacadas como las de Oscar Sámano y Genaro Sulvarán, cuyo trabajo merece ser escuchado con atención. Ojalá que la reciente presencia de Hvorostovsky en México haya dejado en nuestros oídos la curiosidad y la vocación para conocer más de cerca y más a fondo lo que los barítonos tienen que ofrecer.