Jorge Turner
El índice de Bolívar

De un tiempo acá he recibido nutrida información de diversos países de la región sobre actividades múltiples relacionadas con los métodos a seguir para que América Latina estreche cada vez más sus vínculos y pueda afrontar en conjunto los graves problemas que la aquejan.

Las informaciones recibidas han reanimado mi espíritu y revivido mis antiguos y permanentes sueños de la unidad latinoamericana concebida como una meta que no constituye un fin en sí mismo, sino el medio más idóneo para alcanzar en la región la independencia auténtica, el desarrollo, la democracia, la justicia social y la dignidad.

Pensar en la unidad regional obliga a pensar en Simón Bolívar y en su proyecto de una América Latina confederada en que se mantuviera el respeto a la autodeterminación nacional de cada país. Existen otros grandes pensadores latinoamericanos que concibieron el ideal de la unidad, pero fue El Libertador quien más enfatizó este ideal, el que logró unificar prácticamente a cuatro naciones latinoamericanas bajo la Gran Colombia y el que inspiró el primer Congreso Anfictiónico de 1826, instalado en la Sala Capitular del Convento de San Francisco, Panamá, que sesionó del 2 hasta el 15 de junio del año citado.

Por eso me parece que, aprovechando la oportunidad, bien vale la pena discurrir un poco, aunque sea sucintamente, acerca del pensamiento bolivariano y lo que el índice del prócer nos señala como tareas para nuestros días.

No es necesario expurgar dentro de la masa completa de los diez mil documentos que nos dejó su genio para conocer su pensamiento esencial sobre la unidad. Basta con mencionar que desde la Carta de Jamaica, de 1815, a los 32 años, planteó la necesidad de constituir una confederación latinoamericana, y con examinar los acuerdos del Congreso Anfictiónico, inspirados por él, y que lamentablemente no fueron ratificados en la reunión de Tacubaya.

En el Congreso Anfictiónico se aprobaron cuatro tratados. El primero y más importante es el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetuas. Los puntos básicos de este tratado se refieren a la formación de la Confederación de los estados latinoamericanos para la consolidación de la paz y la defensa solidaria de sus derechos, a la promoción de su independencia política y la integridad territorial de los confederados, a la solución pacífica obligatoria de las controversias entre los firmantes, a la ciudadanía continental de los habitantes latinoamericanos, a la abolición de la esclavitud, a la constitución del ejército federal y a la democracia como característica esencial de los confederados.

El segundo tratado es operativo y desarrolla el artículo segundo del primero. El tercer tratado o Convención de Contingentes versa sobre el ejército confederado que deben levantar las partes contratantes de 60 mil hombres. Y el cuarto tratado desarrolla aspectos de la ``convención de contingentes''. Quedémonos, para intentos de reflexión, con el primer tratado, ya que los otros tres ameritan un artículo especial.

La idea de la confederación me parece excelente. Reconozco, sin embargo, que hoy no estamos en condiciones de intentar concretarla enseguida, pues en nuestro subcontinente aún son más poderosas las fuerzas de la desunión que las de la unión. No es posible ahora que un cónclave de representantes de nuestros gobiernos, como lo logró Bolívar, así lo decida. El proyecto bolivariano en nuestros días precisa de la preparación del cuerpo teórico de la unificación, que incluye aspectos políticos, económicos, sociales y culturales. Dicho proyecto exige, además, una gran labor de concientización para dotarlo de un sólido basamento popular.

Hoy son más necesarios que nunca los gobiernos concertados que deseaba Bolívar para la defensa de nuestra independencia, iluminados por la democracia verdadera, en el camino a tener un peso real en el mundo. Mientras se sostiene la meta unificatoria, se podría ir preparándola con acuerdos parciales de defensa común, como ocurrió recientemente en la reunión del Grupo de Río, cuando se acordó asumir una propuesta unida para la reforma de la Carta de la ONU.

Desde el ángulo del deber ser, qué hermoso sería que en conjunto tratáramos de obtener tecnología de punta, formáramos un mercado común latinoamericano, defendiéramos nuestros recursos naturales y ambientales y negociáramos en forma unida nuestra deuda externa. Sobre esto último, es evidente cómo la deuda externa, cuyos intereses pagados superan en un 18 por ciento la deuda total acumulada, cierra toda posibilidad a América Latina de desarrollo económico y social.

Son algunas ideas, vagamente expresadas, para ser consecuentes con los ideales del Libertador, de aquel que fue evocado por José Martí así: ``Murió de pesar del corazón más que de mal del cuerpo, en la casa de un español en Santa Marta. Murió pobre y dejó una familia de pueblos''.