El relevo priísta, un acto de autocrítica, augurios y psicoanálisis
Rosa Icela Rodríguez Ť Solo, como si anduviera perdido, Humberto Roque preguntaba: ``¿dónde está mi camioneta?'', en medio del tropel de priístas que se abalanzaban para abrazar a Mariano Palacios Alcocer.
Cosas de la condición humana. Todos aquellos que todavía el lunes lo ensalzaban y decían que era lo máximo --después de que el presidente Zedillo le llamó ``mi brother''--, ayer en su despedida se olvidaron de él.
Al final de la asunción del queretano en la dirigencia nacional del PRI, del besamanos, de la cargada, a un solitario Roque Villanueva se le inquiere: ``¿Qué hará?''
--Voy a recordar a los clásicos y de ahora en adelante... a mi partido, mi voto y mi cuota.
Se alejó tranquilo, dispuesto a lo que marque su destino, mientras que la cúpula priísta miraba extrañada al dirigente de las vecindades Juan Villanueva y sus seguidores, que con cartulinas en mano propagandeaban: ``Partido Nacionalista Colosista, Esteban Moctezuma es nuestro líder moral''. No hubo reacción.
A media ceremonia, de pronto, el auditorio se quedó a oscuras. Un murmullo se escuchó. Pero no apareció el pánico. Palacios Alcocer, en el uso del micrófono, no perdió el ritmo de voz; unos segundos y entró la planta emergente de luz.
Cinco minutos duró el apagón. Con la luz mortecina, Mario Velázquez, priísta-filósofo, dijo: ``A lo mejor es un augurio''.
Comentarios en las tribunas: ``Esto parece un entierro'', sobre todo después de las elecciones del 6 de julio.
Un acto diferente con una cúpula autocrítica, un rito priísta de reconocer errores, desviaciones... ``de psicoanálisis'', dijo un diputado norteño. Sin matracas, sólo un grito constante, machacón, como de vendedor nocturno de camotes: ``¡Maaaariaaano!''.
Algunos vivas a Socorro Díaz Palacios, la nueva secretaria general del partido tricolor, de vestido rayado, muy seria.
Antes de la ceremonia de toma de protesta, el diputado Rafael Oceguera se pavoneaba como si acabara de salir de la arena de box, superfelicitado por sus compañeros.
Víctor Flores, el líder ferrocarrilero, lo abrazó, quizá recordando otros tiempos de la Cámara de Diputados.
Se oyeron rechiflas a Roberto Albores, no por el contenido de su discurso, pero su rollo tardaba.
Atentos los priístas al discurso de Mariano Palacios. Esteban Moctezuma ni parpadeó. Genovevo Figueroa sabiendo lo que se viene encima con el grupo de senadores que han adoptado posiciones críticas, dijo: ``Es un discurso de puertas abiertas''. Para Héctor Hugo Olivares, ``fue un mensaje para la reflexión y para reunificar''.
Antes de que culminara su intervención el nuevo presidente priísta, salieron del auditorio Roberto Madrazo y Rafael Oceguera. Ya no esperaron el aplauso final.
Salen por distintos rumbos los priístas. Se detiene el gobernador queretano Enrique Burgos.
--¿Cómo califica la gestión de Mariano Palacios al frente de su estado?
Consciente de la realidad que le marcó el presidente de su partido, aclara:
``Para juicios, sólo Dios; para razones, el tiempo''.