Horacio Labastida
Llegaron los zapatistas

A Teodoro Césarman
In memoriam

Una vez que escucharon las palabras presurosas y angustiadas de la noble corregidora Josefa Ortiz de Domínguez, no cupo la menor duda de que el proceso de independencia estaba en gravísimos riesgos. Las autoridades novohispanas se habían echado en esos momentos tras los conjurados de San Miguel el Grande (De Allende desde 1951), cuna del rebelde capitán de Dragones de la Reina, de los hermanos Aldama y donde se convino en que Hidalgo fuera el jefe del movimiento insurgente. Los apuros no precipitaron la decisión definitiva. Como catedrático y rector en el Colegio de San Nicolás, estaba muy habituado a analizar cuidadosamente los más profundos problemas, y por esto, luego de muy alargados minutos de meditación hizo tañer la campana de la pequeña iglesia de Dolores y lanzó, ante su pueblo, el grito de libertad y justicia.

¿Quiénes acudieron al llamado de Hidalgo? Sus palabras fueron escuchadas como una invitación a negar la opresión prevaleciente. La nobleza castellana y sus ramificaciones coloniales no tenían límite en sus ambiciones de poder y riqueza.

Cuando Cortés y su soldadesca se instalaron en Coyoacán, mostraron de inmediato la inclinación al saqueo que nunca terminó durante los tres siglos de dominación. Igual los Austrias, desahuciantes de la raigambre de los Reyes Católicos, que los Borbones y el cetro que se tomaron para sí en el amanecer del siglo XVIII, todos, unos más y otros un poco menos, apuntalados en voraces élites locales, succionaron de la Nueva España cuanto era posible extraer, burlando leyes y sujetando con malignas servidumbres a las poblaciones tenochcas, al convertirlas en peones, criados y animales con figura humana, de encumbradas familias criollas y españolas. Nada significaron las denuncias y gestiones de fray Bartolomé de las Casas, cuya Breve Relación de la Destrucción de las Indias Occidentales (1552), fue tildada de mendaz y acusada de ficticia mancha negra sobre España, por quienes, aún en el presente, apercíbense despojados de sus mentirosas virtudes.

Esas fueron y son las masas famélicas que se sumaron a Hidalgo y a Morelos y que siguieron a Vicente Guerrero, quedando perplejas ante la farsa del Primer Imperio (1822), y luego acataron los llamados de Juárez a defender el constitucionalismo mexicano y la patria invadida, y unidas después a los caídos Madero y Pino Suárez descubrieron con Emiliano Zapata el sentido más hondo de la secular revolución en que estaban empeñados. La tierra es por igual símbolo de riqueza y de justicia, y la libertad, el de la liberación del hombre y la mujer por la vía del justo reparto de bienes materiales y espirituales; y por esto Zapata y el zapatismo son banderas de los indios y no indios que en la historia de México, incluido el presente, han sido y son las víctimas de un presidencialismo autoritario que desde Santa Anna hasta hoy representan intereses de encumbradas minorías antes nacionales y hoy nacionales-trasnacionales.

¿Cuáles son los saldos de las luchas iniciadas por el pueblo hace más o menos 185 años, con Hidalgo y Morelos? No podrían anotarse estos saldos en el haber de la realización de tierra y libertad, pues las poblaciones apenas han podido sobrevivir decenio tras decenio, pero sí cabe destacar el nacimiento de la conciencia que ha florecido en México entre el 1o. de enero de 1994 y el 6 de julio de 1997, conciencia que día a día se transforma en la nueva exigencia ética, política y jurídica de nuestro tiempo. No se desea más un Estado bufoneado por el presidencialismo autoritario que nos gobierna ni una economía de los acaudalados y menguante de los menguados. El pueblo ha decidido recobrar la República propuesta por Morelos en los Sentimientos de la Nación (1813) y la aprobada en el Constituyente de 1917, República que será puesta en marcha a través de un gobierno democrático y de la economía de Estado sancionada en el artículo 27 constitucional, tal y como fue concebido en Querétaro.

No otras son las banderas izadas por los zapatistas, que apoyamos y aplaudimos en nuestra ciudad capital. Un México próspero, justo, democrático es la exigencia de los zapatistas mexicanos; lo mismo de los que hicieron la insurgencia y de los que gritaremos tierra y libertad los próximos 15 y 16 de septiembre, días en que el pueblo de México repetirá sin cesar: Viva México con tierra y libertad.