Adolfo Gilly
Carta sin fin a los mil ciento once
Bienvenidos, compañeros, a esta ciudad de los agravios y de las rebeldías. Bienvenidos a México, la que se sublevó en el 68, se miró en los ojos de sus estudiantes y supo que era ella, la Ciudad-Ciudad. Esa osadía fue castigada entonces con la matanza. La ciudad se replegó a repensar su suerte, pero nunca olvidó.
Bienvenidos a la ciudad que, abandonada por la deserción de sus aterrados gobernantes, se rescató a sí misma de las ruinas de 1985, cuidó de sus heridos, enterró a sus muertos y se supo fuerte, la ciudad en vilo.
Bienvenidos a este territorio que en 1988 otra vez se sublevó con votos y, como a todo el país, le robaron la victoria y el derecho. Agraviada, otra vez se replegó y calló. Pero tampoco entonces olvidó.
Bienvenidos, compañeros zapatistas, ustedes por quienes esta ciudad volvió a salir a las calles en enero de 1994 para proteger la rebelión del sur y amarrar las manos al Príncipe de los Pinos.
Bienvenidos a México-ciudad, sueño de los recién llegados, refugio de los pobres, casa sin techo de los ladrones y de los robados, desamparado hogar de los que sufren y los que disfrutan, que alternativamente son los mismos, todos abajo, todos imaginando cada día a la ciudad que existe porque ellos la piensan y la viven, esta ciudad de Octavio, José Emilio y los dos Carlos, esta ciudad sin fin de José Gorostiza, la de los ríos negados y del aire asfixiado y del lago abolido, la de todos nosotros. Bienvenidos a este México de 1997, que otro 6 de julio volvió a sublevarse para angustia y sorpresa de los poderosos, a esta plaza tomada desde adentro, sin disparar un tiro, con millones de votos.
Esta es la ciudad a la que ustedes llegan, desagraviada ayer por ella misma, todavía en las vísperas de ser recuperada, la ciudad que vela y la ciudad que espera.
Bienvenidos, compañeros, a esta su casa de ustedes y de todos nosotros, la que el 6 de julio abrió a ustedes sus puertas y convocó a todos los ofendidos y los humillados de México.
Bienvenidos a esta tierra confusa, turbulenta, esperanzada y acechante, donde desde diciembre deberá haber un gobierno por primera vez elegido por el pueblo. Bienvenidos a este espacio donde los mexicanos de todos los colores y creencias castigaron al poder. Bienvenidos aquí, y en buena hora, porque a pesar de todo ese poder persiste y rodea como invisible cerco al gobierno elegido, ese poder tanto más peligroso cuanto más se fragmenta en bandas y mafias rivales entre sí y donde las fronteras entre la delincuencia y la función de Estado se han vuelto tan porosas que hasta se desvanecen.
Gracias por venir, mujeres y hombres rebeldes del sur, a esta tierra minada de peligros y esperanzas, a esta epopeya tan grande como frágil, a esta ciudad nuestra aún por recuperar de veras, cada día, entre todos, para todos, en libertad, dignidad, equidad y tolerancia.
La ciudad emergida, la Ciudad-Ciudad que ahora vuelve a saberse ella misma, la inmemorial Ciudad que, en medio del desorden y la amenaza, ha empezado a pensarse como Ciudad del Mundo y como Ciudad Futura, los recibe y ampara. Están en la casa de ustedes, la casa de todos, la casa del tiempo, México-ciudad.
Bienvenidas la audacia, la inventiva y la bandera rojinegra, la de Flores Magón, con las que ahora están cruzando México. Que sea feliz la estadía de ustedes y que, bajo estos auspicios de septiembre, vean nacer al nuevo Frente Zapatista para que crezca en justicia y libertad y, como ustedes dicen, nunca muera la idea, la flor de la palabra.