Luis Javier Garrido
La Marcha

El histórico ``¡Ya basta!'' de los campesinos indígenas de Chiapas se escucha de nuevo en la capital de la República, pero ahora en voz de ellos mismos, y el gobierno federal sigue sin tener una respuesta.

1. El gobierno ``de Ernesto Zedillo'', como ya se sabe, está atendiendo con diligencia las exigencias del Banco Mundial y del FMI, pero no está enfrentando los problemas de la nación sino posponiéndolos, y esto es evidente ante la guerra de Chiapas y las demandas del México profundo, y la Marcha de los 1,111 campesinos indígenas de los Altos y de la Selva a la ciudad de México constituye por lo mismo un desafío inesperado para un régimen que preconiza estarse reconvirtiendo a la democracia.

2. La Marcha de los indígenas de Chiapas, que vienen a la capital no a pedir sino a exigir al gobierno que cumpla los Acuerdos de San Andrés, y que termine la agresión militar a las comunidades, es un hito en la historia contemporánea de México, pues pone de relieve la realidad social del país y desnuda a un régimen político en plena descomposición, que pretende haber transitado a la democracia pero que no tiene más propuesta política que la de hacer a los partidos de oposición corresponsables del desastre, y que ahora tendrá que definir si va a asumir sus responsabilidades.

3. La historia tiene sin duda sus repeticiones y sus variantes, y la segunda llegada de los zapatistas a la capital en este siglo, pone de relieve como la primera el desastre en que se halla el país al colapsarse el viejo régimen, pero a diferencia de aquella abre una vía inédita para el cambio. El Ejército del Sur entró armado a la ciudad de México el 6 de diciembre de 1914 a fin de apoyar a un gobierno de las fuerzas revolucionarias, y 83 años después el EZLN, que es una fuerza armada revolucionaria, llega sin armas: a decir su verdad y a impulsar a la sociedad civil a su organización autónoma.

4. ¿Pueden Ernesto Zedillo y sus colaboradores tras la Marcha pretender seguir ocultando a los mexicanos lo que está pasando en Chiapas y seguir confundiendo a la comunidad internacional? La respuesta es, indudablemente, no.

5. El gobierno que dejó en Los Pinos Carlos Salinas ha mantenido durante casi tres años un doble lenguaje, que en el caso de Chiapas se ha visto en todo momento: el de las palabras y el de los hechos. En los hechos, ha impuesto una Guerra de Baja Intensidad contra los pueblos indígenas, militarizando el estado (como buena parte del país), creando grupos paramilitares, como el Mira, que acaba darse a conocer, utilizando los recursos sociales para comprar dirigentes sociales e instaurando un clima de terror en las comunidades. Y en los hechos, oscila entre el silencio de quien pretende ignorar la realidad, como Ernesto Zedillo en su Tercer Informe, y el engaño abierto, como los voceros de la Secretaría de Gobernación en sus últimas declaraciones, hasta llegar al estilo de ``la normalidad democrática'': en el que los funcionarios de gobierno se asumen como el lobo con la piel de oveja: como si los hechos no contaran, tal y cual lo ha hecho en su debut público Pedro Joaquín Coldwell, el nuevo emisario oficial ante el EZLN.

6. La comparecencia de Emilio Chuayffet ante los diputados (9 de septiembre) resumió lo que caracteriza a la política gubernamental en Chiapas: la incompetencia más absoluta. Tras reconocer, ante el azoro de los legisladores, que él y Zedillo son miembros del que llamó ``el partido oficial'', en una declaración sin duda histórica (y que la prensa del día 10 ocultó por completo), el mexiquense se refirió en cuatro ocasiones a la negociación en Chiapas, para no hacer sino lo mismo que hace la prensa oficialista: desinformar. El titular de Bucareli dijo que el diálogo estaba ``roto'' cuando en realidad sólo se halla suspendido, pretendió que la intransigencia es de los campesinos indígenas cuando los acontecimientos muestran que ellos han cumplido su parte y que es gobierno el que se obstina en no respetar lo pactado y, para culminar sus enredos, Chuayffet señaló que los miembros del EZLN venían a México no a exigir el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, como lo han repetido tantas veces, sino, según él, a integrarse al FZLN. Como si una serie de mentiras repetidas tantas veces pudiesen tornarse en una verdad.

7. Los hechos, sin embargo, están ahí: irrefutables. El Diálogo de Paz de San Andrés se halla suspendido porque el gobierno de Ernesto Zedillo, con profunda irresponsabilidad, a) se echó para atrás en diciembre de 1996 en su compromiso de respaldar la iniciativa de reforma constitucional en materia de Derechos y Cultura Indígena redactada por los legisladores de la Cocopa, correspondiente a los primeros Acuerdos suscritos, y al exigir la renegociación del texto de dicha reforma pretende volver a negociar su contenido, negándose a cumplir de paso el Convenio 169 de la OIT en materia de pueblos indígenas que suscribió en Ginebra en 1989. Y b) porque, además, como si no fuera poco, violentando la ley del 11 de marzo de 1995, ha proseguido la militarización del estado y la represión de los pueblos indígenas.

8. ¿Qué sentido puede tener para los zapatistas volverse a sentar a negociar con un gobierno que no cumple su palabra?

9. El gobierno de Ernesto Zedillo no tiene más alternativa después de la Marcha, y ese es un aspecto central de ésta, que la de proseguir en la vía actual de la Guerra de Baja Intensidad y continuar destruyendo la salida institucional al conflicto, llevando a México cada vez más hacia la violencia, o la de empezar, ya, a saldar la deuda histórica con los pueblos indígenas, honrando los Acuerdos de San Andrés y prosiguiendo el Diálogo de Paz como está mandatado por la ley.

10. La Marcha es también histórica, sin embargo, porque propicia un encuentro del EZLN con la sociedad civil, y constituye así un momento central del proceso de cambio: del sueño zapatista.