ASTILLERO Ť Julio Hernández López
César Garizurieta, mejor conocido como El Tlacuache, hubiera aplaudido a rabiar la decisión de Humberto Roque Villanueva de aceptar la dirección de la Aseguradora Hidalgo. Abogado, diputado federal, embajador en Haití y Honduras, y escritor, al tuxpeño muerto en 1961 le ha sobrevivido una frase suelta más que las cinco novelas y los cuatro ensayos que escribió: ``Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error''.
La filosofía de El Tlacuache fue aplicada con excelsitud por Roque al aceptar su impúdico envío a una oficina de desahucio político. Desde las alturas del poder partidista se deslizó con alegría por el tobogán a cuyo extremo inferior está una dependencia hasta ahora desconocida para la gran mayoría de la población pero que, a cambio, tiene una liquidez presupuestaria envidiable.
Todo sea por no vivir en el error, aunque en la búsqueda del presupuesto el coahuilense, que cumplirá 54 años el 16 de noviembre, pase a la historia como el presidente priísta que peor cargo ha recibido como indemnización política.
Ningún líder priísta había recibido antes una calificación política tan baja. Ni siquiera María de los Angeles Moreno, por ejemplo, que dejó la presidencia priísta sin recibir promoción alguna, pero que se reacomodó en la decorosa silla senatorial desde la que hace política -sobre todo controlando el entorno de Genovevo Figueroa- aunque no tenga ningún presupuesto desbordado.
Pero Roque es Roque. El señor de los gestos. El político que a cambio de seguir en el presupuesto aceptó colocarse ahora por delante, y ser destinatario, del mismo acto de mimo que lo hizo famoso.
Aparte de esa fidelidad al presupuesto, no hay explicaciones curriculares para la súbita conversión del primer brother del país en el neotlacuachista asegurador monopólico de los burócratas federales. Roque se graduó como economista en 1970 con una tesis denominada El subempleo de los factores productivos en el sector industrial, fue subdirector general de finanzas del Fondo Nacional de Fomento Ejidal en 1977, y secretario de planeación y de comercialización de la CNC. Aparte, subsecretario de organización y administración pesquera, presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados y presidente del PRI.
El director saliente de Aseguradora Hidalgo, Juan José Díaz Páramo, nacido en la ciudad de México 62 años atrás, por su parte, es un abogado que ha sido tesorero de la Federación, subsecretario de Programación y Presupuesto, y director de Nafin.
Uno, político; otro, técnico, unidos ambos por la voluntad presidencial que no encontró mejor acomodo para el brother incómodo.
Mariano: de las palabras a los hechos
Como en los viejos tiempos, la Confederación de Trabajadores de México destapó al candidato oficial a suceder a Roque: Mariano Palacios Alcocer, quien abandonó Lisboa para reintegrarse a la política nacional, y que recientemente dejó una clara huella del destino que le esperaba cuando habló a nombre de su partido, en el pasado Informe presidencial, con un tono especialmente dedicado a las tribunas priístas, levantando los desplomados ánimos tricolores al asegurar que el PRI no hará más, pero tampoco menos de lo que los votos le dieron el 6 de julio.
Palacios Alcocer, nacido en Querétaro el 27 de mayo de 1952, ha sido diputado local, presidente municipal, rector, senador, gobernador y ahora diputado federal. Tiene una sólida formación jurídica y un discurso político orientado hacia los cambios moderados. En su contra se dice que su discurso tiene poca aplicación en la realidad y que tras la construcción oratoria progresista hay un pragmatismo priísta tradicional. Algunos de sus paisanos, por otro lado, han criticado con enjundia los manejos financieros dados durante su gobierno, y aseguran que su patrimonio familiar es desmesurado.
Triunfante la ortodoxia del destape cetemista en favor del queretano, éste dejó en el camino a Esteban Moctezuma Barragán, a Francisco Labastida y a Emilio Chuayffet, quienes aparecían como los principales aspirantes a conducir al priísmo.
Moctezuma ha quedado ahora sin el liderazgo del Senado, que le entramparon las huestes chuayffetistas encabezadas por Genovevo Figueroa, y sin el liderazgo del PRI, en cuya sucesión el presidente Ernesto Zedillo pareció rebasado por las circunstancias.
Chuayffet no llegó al PRI y lo descalifican como secretario
Por su parte, Emilio Chauyffet vio cómo a sus quebrantos frente a los diputados se sumaba la difusión del nuevo encargo para Roque y el destape de Palacios.
Priísta de corazón, Chuayffet se rasgó la camisa para que frente a los legisladores asomara el tatuaje tricolor pegado a la piel. Sin embargo, el desplante efectista no tuvo resultados positivos en la búsqueda del liderazgo del PRI y sí, en cambio, agregó argumentos a los opositores que abiertamente lo descalificaron como secretario de Gobernación y le retiraron públicamente toda confianza e interlocución.
Unidos en el infortunio, Roque y Chuayffet tienen, sin embargo, la fortuna de no vivir en el error. Cualquier otro presidente priísta, por simple respeto a la investidura directiva, hubiera declinado la invitación a exhibirse como chambista; cualquier otro secretario de Gobernación, al ser impugnado por una mayoría dominante de la Cámara de Diputados, estaría pensando seriamente en hacerse a un lado para dar paso a una recomposición política en la que otro funcionario pudiera conducir los nuevos tiempos.
A Roque lo hundieron sus maneras, sus palabras, sus gestos, la falta de consistencia como político y su incultura política. A la manera de los asaltantes callejeros, llevó las peores armas para debatir con sus opositores y, al rebajar la contienda política, depreció a su partido y a sus candidatos. Además, la camarilla que le acompañó se encargó de cometer suficientes errores para quedar a la par de los de su jefe.
A Chuayffet le ha llevado al borde del abismo político su pertenencia al segmento autoritario que ha puesto en peligro una y otra vez la vida pública del país. Chuayffet pagó ayer, en San Lázaro, las maniobras del maquiavelismo mexiquense que ha dominado la instancia arbitral de la política mexicana como había sido Gobernación. Lo dicho y hecho contra don Emilio va dirigido, en realidad, a ese entramado de complicidades cuya fuerza se opone al nuevo curso del país.
Ambos, sin embargo, tienen hoy, para contento del famoso Tlacuache Garizurieta, la satisfacción de vivir fuera del error o, cuando menos, de no saber que aún cuando vivan en el acierto presupuestal, también lo están en el error político.
Astillas: Ignacio Godínez Puebla, director de Análisis de Resultados en Comunicación y Opinión Pública (ARCOP), desechó la oferta de esta columna para que explicara lo relacionado con la sospechosa presencia de enviados de esa y otras dos empresas encuestadoras en elecciones de Colima. Por principio de cuentas, don Ignacio se negó a revelar el nombre del cliente que le encargó los sondeos de salida y, por otra parte, tampoco quiso explicar la razón por la cual jamás se difundieron esos resultados. Dijo también que no le importaba si a su empresa y a sus empleados se les considera mapaches electorales...
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