Jordi Soler
Una conspiración de altura

La estación orbital Keila-814 sufrió un desperfecto el miércoles 27 del pasado agosto. La coalición científica de Europa oriental que la puso hace 14 meses en el espacio mandó una nave de rescate. Además de los dos pilotos y de Vladimir Soyuz, el experto ruso en satélites, iba N.M. Voriov, diseñador de la estación. El asunto era grave, pues la mitad de las comunicaciones en aquella parte del mundo están reguladas por Keila-814.

La nave despegó del aeródromo de Zukovskij, situado a 43 kilómetros de Moscú, la tarde del jueves. 24 horas después, luego de ciertas complicaciones que atrasaron el acoplamiento, Voriov y Soyuz entraban a la estación orbital. Se vistieron con sus trajes espaciales y salieron al exterior acompañados por Chien, robot de manufactura francesa, que según Voriob no es más que un adorno tecnológico con las funciones y la inteligencia de una estantería, que provee de los instrumentos necesarios a los mecánicos. Si necesitan, por ejemplo, unas pinzas, en lugar de buscarlas en la estantería, oprime en un tablero el botón con el dibujo de las pinzas y Chien, por medio de una extremidad mecánica, las proporciona. Voriob, hombre forjado en la vieja escuela espacial, optó, como lo hace siempre, por salir con su arnés de instrumentos encima. El diagnóstico y la reparación de Keila-814 tardaron, con sus interrupciones, más de 48 horas.

Mientras Soyuz y Voriob trataban de restablecer las comunicaciones de Europa oriental, abajo, a miles de kilómetros, en París, un Mercedes Benz con dos personajes importantes a bordo, se estrellaba contra la pared de un paso a desnivel. La noticia del accidente borró del mapa mediático el triunfo de Voriob y Soyuz que fue, dentro de los rescates espaciales, de proporciones históricas.

El lugar del accidente fue tomado inmediatamente por la ``prensa del corazón''. La primera consecuencia de aquella noche trágica fue la generalización oficial del término paparazzi. Según el Libro de estilo de El País, que es el diccionario interno del conocido diario, el término paparazzi significa: reporteros italianos de la prensa del corazón. Es una redundancia escribir ``los paparazzi italianos''. Si se utiliza paparazzi es evidente que se refiere a periodistas de aquel país.

A partir de aquella noche, fecha de la promoción masiva del término, se le dice paparazzi a cualquier reportero de la prensa del corazón. Con el término bien masificado, no faltará en oficinas, salones de clase o en cualquier otro ambiente propicio para el cabuleo colectivo, algúno ingrato que cargue con el apodo de El Paparazzi.

Luego vinieron otras consecuencias, como sucede siempre que a un personaje importante le pasa lo que pudo pasarle a cualquiera. La primera medida fue cargarle la responsabilidad a los paparazzis, por haber sacado de onda al chofer, que a su vez sacó al Mercedes de la calle. Esta primera medida tenía una fisura argumental: ¿cómo es que el conductor tardó 15 años de flashasos para sacarse de onda? La fisura podía ser resanada con un paparazzi que se hubiera cruzado de forma imprudente frente al automóvil.

Un dato revelador vino a suplir al paparazzi que no existía: el conductor no era chofer sino gorila del hotel Ritz y encima venía borracho. A partir de aquí se desamarró el aguacero de las especulaciones.

Moammar Kadafi dice que el accidente fue planeado por los servicios secretos de Francia y de Gran Bretaña. También se habla de una conspiración de la familia política de ella, de otra que buscaba impedir el matrimonio entre musulmán y cristiana; de una más del Ejército Republicano Irlandés y de una menos probable organizada por sus amigos cantantes que, con tal de granjearse un poco de popularidad, previendo que cantarían en su funeral fueron capaces de alcanzar ese grosero extremo.

Voriob y Soyuz batallaban en la misión que restablecería las comunicaciones en Europa oriental, cuando un panel de Keila-814, que medía un metro cuadrado se desprendió y cayó por el vacío espacial. Voriob trató de detenerlo y en su intento regó la mitad de los instrumentos que cargaba en el arnés. Soyuz sonrió, más tarde le diría a su colega que la inteligencia de Chien, era más confiable que su arnés sin inteligencia.

Hace dos días, Marguerite Navarre, se presentó ante la policía francesa, para contar una nueva versión sobre el accidente del Mercedes. Ella estaba ahí cuando sucedió. Vio venir el automóvil a toda velocidad y al mismo tiempo vio caer, frente a sus ojos, una lámina y otro objeto más pequeño que golpearon el cofre del vehículo y lo hicieron perder el control. Como prueba llevaba la lámina y unas pinzas, ambas marcadas con la leyenda Keila-814. La policía tomó la declaración de Marguerite y después la archivó; de todas las teorías, esa era la más descabellada.

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