Eulalio Ferrer
Mandar obedeciendo
La transición democrática se desliza sin alarmas, quizá porque su raíz sea más vertical que horizontal, sin excluir, por supuesto, las presiones que la sociedad civil ha impuesto a la política, cada vez con más urgencia.
Todo ocurre con vertiginosidad, signo de nuestro tiempo -y de sus apremios- en el ámbito general de todas las comunicaciones. Es prematuro valorar el conocido vaticinio de Brecht en cuanto a que la oposición deja de ser buena cuando llega al poder.
En la inauguración parlamentaria de esta nueva historia de México se cuidaron las formas, evidenciándose que la sabiduría política del país ha estado siempre por encima de sus crisis y desavenencias.
Porfirio Muñoz Ledo hizo un discurso brillante y de alto nivel parlamentario, dentro de la realidad política nacional. Si nos detenemos en él es porque, seguramente, su discurso era el más difícil, no sólo por la combatividad incisiva de su estilo habitual, sino por la representación colectiva que le confirió la voz unida de la oposición.
Sagaz creador y captador de citas y frases, Porfirio Muñoz Ledo se limitó esta vez a dos. Una, ya famosa en la historia y otra un tanto advenediza, pero de registro certero, quizá como expresión de alguna idea conocida. La primera se refiere a los orígenes del parlamentarismo español, cuando la Justicia Mayor de Aragón recuerda al monarca: ``Nosotros, que cada uno somos tantos como vos y todos juntos valemos más que vos''.
La segunda -mandar obedeciendo- es un tipo de frase con antecedentes inmediatos, que pudiera perderse en la frondosidad histórica de donde tantas preceden, aunque no pocas llegan a tener padre reconocido. Por ejemplo el ``calumnia que algo queda'', atribuida a Maquiavelo, parece ser de Voltaire. La aclamada frase de Kennedy ``no preguntes por lo que el país puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por tu país'', como tantas otras, procede del cultivado y saqueado huerto de Cicerón. ``De nada debemos tener miedo, como no sea del miedo mismo'', que uno de sus logógrafos puso en boca del mismo Kennedy, no era de Franklin Delano Roosevelt, como algún historiador señaló, sino de Henry Thoreau, escrita en su Diario, en 1851.
El mandar obedeciendo, cuya acuñación se ha atribuido a la literatura propagandística del subcomandante Marcos, tiene raíces muy modestas. El autor de este artículo, al casarse una amiga querida en los setenta, la aconsejó en voz alta un viejo dicho de un padre alemán: ``No olvides, hija mía, que la mujer manda obedeciendo''.
Transcurridos algunos años, el 23 de febrero de 1985, le tocó al suscrito dirigir un mensaje a los egresados de la licenciatura de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León (generación 1981-1982), a los cuales endosó el siguiente consejo: ``Quien influye es influido. Quien obedece manda''.
Acaso se trate de una coincidencia. Quizá la retuvo algún joven atento que llegaría a simpatizar con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.