Se dice que de las derrotas se aprende más que de las victorias. Siempre y cuando se acepten con entereza, autocrítica y humildad. Si de las derrotas se cantan victorias, entonces no se aprende nada.
Hace unos días la Secretaría de Elecciones del PRI dio a conocer un documento de trabajo acerca de la participación del partido en las elecciones del 6 de julio. Fuera de algunas declaraciones más o menos desafortunadas, este documento representa una primera reflexión que no sólo nos atañe a los priístas, sino a todos los ciudadanos, dado el peso y la dimensión que el partido tiene.
De manera correcta se aborda, en primer lugar, el contexto económico, político y social del país previo a las elecciones de julio. En medio de nuestras victorias de 1994 y nuestros descalabros de 1997 hubo una crisis económica sin precedentes recientes, cuya magnitud y profundidad afectó gravemente las estructuras políticas y sociales del país. Como partido en el poder pagamos con votos y con descrédito los resultados de la debacle económica.
Aun ahora que los resultados de la macroeconomía muestran un mejor panorama, los ciudadanos recelan de los anuncios gubernamentales de recuperación económica. En 1987, 1991, 1993 y noviembre de 1994 se habló de crisis ya superadas y se prometieron etapas de crecimiento y bienestar que nunca duraron. Distintos personajes públicos, en tonos y estilos diversos, se comprometieron ante la nación y fallaron. Su común denominador era la pertenencia a un mismo partido.
Igualmente, se tocan los asesinatos de miembros prominentes de nuestro partido y los escándalos de todo tipo que militantes del mismo protagonizaron como otra de las causas de nuestro desprestigio y de los adversos resultados electorales que obtuvimos en los pasados comicios. Nos convertimos, para decirlo en una frase, en el partido del escándalo. También la incapacidad institucional para frenar la inseguridad pública contribuyó.
Las oposiciones, de manera legítima, supieron aprovechar nuestros errores. Pero es poco serio atribuir sólo a este factor el crecimiento de los partidos opositores. En estos últimos años maduraron hasta construir una opción válida a un segmento apreciable de la población. Tampoco esto advertimos como partido, a pesar de que varios indicadores así lo señalaban. Las elecciones de 1996 en los estados de Coahuila y México, así como los comicios de este año en Morelos, indicaban por dónde se perfilaban las preferencias ciudadanas. Por si esto fuera poco, las encuestas que se hicieron sobre los posibles resultados también constituyeron otro indicador que nos adelantaba las tendencias que después se confirmarían.
Por otro lado, el documento de la secretaría electoral aborda la estrategia con la cual enfrentamos las elecciones y los resultados obtenidos por ella. Atinadamente señala la urgencia de diseñar una estrategia político-electoral de largo plazo. Aquí agregaríamos que esta estrategia tiene que derivarse de una revisión completa de las estructuras y métodos seguidos por el partido. Campañas ganadoras se producen como resultado de políticas comprometidas con un proyecto y una visión que beneficie en concreto a las grandes mayorías nacionales. No se puede ni se debe reducir a un problema de medios la impopularidad de candidatos, acciones, estrategias y programas. Estos no se venden como productos comerciales, por más que algunos genios quieran creer lo contrario.
Con todas las omisiones o aciertos que se le puedan encontrar, el documento de trabajo es sólo un primer esfuerzo. No basta señalar errores, si en consecuencia no se indican también las formas de resolverlos. El asunto de los resultados electorales no sólo fue un producto de una situación coyuntural, fue también resultado de carencias estructurales que hemos arrastrado por años y que cada día cuestan más al partido.
Es conveniente y aconsejable que a esta primera evaluación le siga la difusión exhaustiva del documento, sobre todo entre las bases del partido, para que éstas nos hagan las cuentas duras de lo que se perdió. A partir de esto, debe pasarse de las evaluaciones a las acciones de cambio. Es urgente.