Jordi Soler
E-colli doble con queso

El periodista alemán Günter Wallraff concibió la idea de poner en evidencia la discriminación de los extranjeros, con énfasis en los turcos, en algunas instituciones de su país. La idea se volvió suicida cuando decidió ponerla en práctica, valiéndose del método de disfrazarse de turco. Para ocultar su aspecto alemán, se puso peluca y bigote negro, lentes de contacto oscuros, cara polveada de moreno y el nombre y la documentación de un cómplice turco que de pasada le sugirió algunas claves de comportamiento.

Günter Wallraff, metamorfoseado en Levent Alí Sinirlioglu, prueba la efectividad de su disfraz integrándose al banquete que organiza un partido político para sus simpatizantes arios; la discriminación y las groserías que cosecha durante esa comida inolvidable le confirman que su nueva personalidad funciona. Entonces se pone a trabajar de albañil, de chofer, de conejillo de indias en un laboratorio que fabrica medicinas y luego las prueba en el cuerpo de sus empleados para averiguar si la sustancia deja efectos secundarios o de plano es venenosa. También intenta que un cura católico lo bautice y de ahí, ya metido en los entretelones de la industria metafísica, trata de formar parte de la secta religiosa de los Bhagwans, un grupo de jóvenes que, para darle un poco de cuerpo a su ajetreo espiritual, practican el sexo colectivo y abrazan el dinero y el lujo con una devoción católica. Mientras Alí esperaba respuesta en la sala de espera Bhagwan vio un video del líder de la secta, El Gran Maestro de Oregon, saludando y bendiciendo a sus discípulos desde el asiento trasero de su Rolls Royce.

Los descubrimientos de Günter Wallraff pueden consultarse en su libro Cabeza de turco, que ha vendido más de 2 millones de ejemplares en Alemania.

Uno de los capítulos más reveladores, por su cercanía con los establecimientos que hay en nuestro país, es su experiencia en el restaurante McDonald's, que hace una consonancia especial con la noticia reciente de que el gobierno de Estados Unidos destruyó más de 25 millones de libras de carne molida contaminada con la bacteria E-colli. El resultado de esta operación fue que las 700 franquicias de Burger King en aquel país se quedaron sin carne. El descubrimiento de la bacteria que estaba destinada a condimentar la Whopper doble con queso fue mérito de una coalición de 150 mil civiles que se dedican a encontrar llagas en el sistema para ponerles el dedo encima. Esta organización se llama Public Citizen y lleva 25 años destapando cloacas y denunciando irregularidades; entre sus grandes hits se encuentran la clausura de la planta nuclear de Rancho Seco, en California; el uso obligatorio de cinturones de seguridad en los automóviles; un catálogo de medicinas peligrosas de título Worst pills, best pills (Las peores y las mejores píldoras), que ha vendido más de un millón de ejemplares, y otros hits más bizarros como por ejemplo el veto del gel de silicón (cuando su destino son los pechos de una mujer que desea ocupar más volumen en el espacio) en las clínicas de cirugía plástica.

En la denuncia de Public Citizen se advierte que la higiene en los alimentos estadunidenses está amenazada por el libre comercio. Sin necesidad de mucho esfuerzo, cualquiera puede imaginarse que ese ``libre comercio'' puede haberse efectuado con México, y siguiendo con la línea de la imaginación escasa, tampoco es difícil que los 25 millones de libras de carne molida que fueron destruidas en aquel país sean nada más una parte representativa de un lote más grande de carne con E-colli. Y si este ejercicio de imaginación es correcto, ¿por dónde andará circulando ahora el resto de la carne?

El periodista Günter Wallraff, en su caracterización del turco investigador Alí, revela sus impresiones sobre McDonald's, aquí van unos ejemplos: ``La hamburguesa, esa resudada y parduzca rodaja de al menos 98 milímetros de diámetro, o bien, 145 o 125 gramos de peso, salta como una ficha de plástico cuando se echa sobre la parrilla (...) Si se le deja un rato por ahí para que se descongele, empieza a apestar''. Alí descubre en su investigación que el aceite que se usa para freír el pescado, las papas, los nuggets y los pays de manzana es el mismo. Durante su periodo de garrotero se le designan dos trapos, uno para las mesas y otro para los ceniceros: ``Con las prisas que se nos imponen, ya no es posible distinguir un trapo de otro, aunque ello no molesta a nadie, dado que con frecuencia hay que limpiar también los retretes con el mismo trapo, con lo que el ciclo alimentario se cierra de nuevo''. Al final de este capítulo, Alí revela algunos datos sobre la fast-food, género al que pertenecen estas hamburguesas: ``En los niños que comen con frecuencia en restaurantes rápidos se constata un aumento de la agresividad, del insomnio y de los sueños angustiosos. El motivo: que la dulce fast-food cataboliza las reservas de tiamina en el cuerpo, lo que lleva consigo una carencia de vitamina B-1, por la que se deteriora el sistema nervioso''.

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