Bernardo Bátiz V.
El istmo y la soberanía
Hace unos años, el presidente de México Carlos Salinas dijo que uno de los conceptos políticos que habría que revisar con motivo de la globalización era el de soberanía.
No ha sido el ahora autoexiliado en Dublín el único que ha puesto en tela de juicio ese dato esencial de toda República independiente. Otros han dicho que nuestro tiempo se parece al del Imperio Romano en expansión: las provincias que se sometían voluntariamente recibían de inmediato un dominio benigno y un trato aceptable; las celosas de su independencia eran arrolladas por las legiones imperiales y sometidas a férrea servidumbre.
Lo que aconsejan estos ``pragmáticos'' y realistas políticos y politólogos, es que los países latinoamericanos nos conformemos con nuestra suerte de clientes, ``mercados'' o socios minoritarios de la potencia más grande del mundo y aceptemos ``el destino manifiesto''.
Afortunadamente, en México y en otras partes del continente americano sobran quienes no han olvidado que tenemos una prosapia de pueblos libres, interesados en valores más altos que los meganegocios y la acumulación de la riqueza. El pensamiento de Bolívar, de Alamán y de Vasconcelos no ha sido borrado por la campaña en contra de la cultura hispanoamericana.
Dentro de este orden de ideas y con raíces todavía más profundas, hincadas en la tradición de los pueblos indios que luchan por su sobrevivencia y simultáneamente por su autonomía, surgió la idea de constituir un frente patriótico, amplio y plural para enfrentar el llamado ``Megaproyecto del Istmo de Tehuantepec'' que, por lo que se sabe hasta hoy, consiste en abrir una vía de comunicación terrestre entre Coatzacoalcos y Salina Cruz que compita con el Canal de Panamá, y establecer a lo largo de ella diversas industrias y factorías.
En ese frente estarán, están ya, grupos indígenas de la zona que no podían quedar fuera, pues defienden su tierra, su patria; como dijo un dirigente campesino de Cosoleacaque: la tierra de sus hijos y de sus nietos. Forman parte también El Barzón, otras organizaciones de campesinos, grupos defensores del medio ambiente, entre los que destaca Maderas del Pueblo del Sureste, grupos de derechos humanos, grupos religiosos y otras varias manifestaciones de la sociedad civil.
Lo que el frente exige al gobierno es información en primer lugar, ya que lo que se ha pensado hacer o lo que ya esté convenido se ha mantenido prácticamente en secreto, sin conocimiento de los habitantes del lugar ni del resto de los ciudadanos mexicanos que seguramente tendremos mucho que decir acerca de un proyecto que tiene ya una larga historia en México y que otra vez pone en riesgo la soberanía.
Para quienes no recuerdan el significado de este último término, reiteraré que soberanía significa independencia hacia el exterior y supremacía hacia el interior, ambos elementos esenciales de un Estado independiente.
Hacia el exterior, el megaproyecto pone en riesgo la soberanía, porque se piensa entregar el control de una zona de un valor estratégico indiscutible a nivel mundial, al gran capital sin nacionalidad, que desde luego no tendrá ningún compromiso ni fidelidad con nuestro país. La supremacía hacia el interior estará en juego porque los gobiernos municipales y aun los estatales de Oaxaca y Veracruz no tendrán fuerza política suficiente ni recursos económicos para defender a sus habitantes frente a los poderosos intereses que manejarán puertos, vías férreas, carreteras, petroquímica, bosques y otras fuentes de riqueza.
El movimiento que surgió en el Istmo requiere información, pero fundamentalmente participación; que se tome en cuenta la opinión de todos, que se respeten los derechos de los habitantes del lugar y de los mexicanos en general, que se haga el proyecto pensando en el desarrollo de México de tal modo que beneficie a los dueños de la tierra; que no se atente contra la vocación de ésta, destruyendo selvas para cultivar especies exóticas y, fundamentalmente, que se tome en cuenta que los beneficios del proyecto se distribuyan con equidad.
En las reuniones celebradas para crear el frente, junto con el sentimiento de que se trata de oponerse a un atropello a la soberanía, privó también la idea de que detrás del megaproyecto está la codicia de grandes negocios personales y una miope visión de lo que es México, de su historia y de su futuro.
La soberanía es un valor colectivo que no necesita revisarse. Por el contrario, como se planteó en el seminario denominado ``El Istmo es nuestro'', debe precisarse, darse a conocer y defenderse.