ASTILLERO Ť Julio Hernández López
En el delicado momento que vive México, la reciente visita del presidente Ernesto Zedillo a Tabasco fue, cuando menos, impropia e innecesaria.
A una semana del Informe presidencial, en el que los mexicanos esperan definiciones maduras para continuar con la democratización del país, y justo en los días en que los diputados electos no priístas forcejean con las instancias oficiales en busca de cambiar el formato del citado Informe, el presidente Zedillo realizó su quinta visita a Tabasco para, desde allí, dar por iniciado el ciclo escolar 1997-1998.
No es necesario detenerse demasiado en el recuerdo de las acusaciones que contra Roberto Madrazo se han sostenido y documentado, tanto en su manirrota campaña electoral, como en las maniobras con las que ha creado un estado de excepción en Tabasco, ya levantando al priísmo como instrumento porril para sostenerse en el poder, ya asociándose con los gobernadores del área para constituir el cártel del sureste, ya ejerciendo un impúdico control del priísmo y una sucia lucha contra el perredismo.
Aun haciendo a un lado todo ese historial del madracismo contemporáneo, el presidente Zedillo pudo haber visto sólo el presente y el futuro, y ayudar al necesario atemperamiento político que se requiere, negándose a realizar esa visita convalidatoria de un estilo antidemocrático de hacer política, y reiterativa del ánimo partidista que con frecuencia ensombrece las palabras y los actos de quien preside a todos los mexicanos más allá de partidos y preferencias personales.
La nueva colocación del Presidente en los movedizos (y salpicantes) pantanos del partidismo, se da obviamente en el hecho de ir a elogiar y a oxigenar al tabasqueño que pretende encarnar las características de un priísmo indomable, practicante de cuanto recurso sea necesario para mantenerse en el poder, pero, además, al hacer coincidir esa visita con las campañas priístas en busca de las presidencias municipales y las diputaciones locales, detalle este que fue dirigidamente mencionado en los diarios afectos al madracismo.
Por otra parte, la entrega simbólica, desde allí, de los libros de texto gratuitos a los estudiantes de primaria de todo el país, lleva evidente dedicatoria a la decisión perredista de utilizar una parte de sus recursos de financiamiento electoral a la publicación y reparto de libros similares, acompañados estos de explícita propaganda partidista.
El discreto encanto del acarreo
Según la nota publicada en El Financiero por Rodulfo Reyes e Ivette Saldaña, el Presidente dijo ``de buen talante, fuera de programa, ovacionado por centenares de personas que lo querían escuchar, que en esta entidad se sentía como en su casa''.
La grata escenografía con la que Roberto Madrazo genera el afecto presidencial descansó este lunes 25, según las crónicas de Rosa Elvira Vargas, de La Jornada, y de Juan Arvizu, de El Universal, entre otras artes, en el acarreo.
Campesinos que llevaban más de cinco horas en espera de que llegara el Presidente de la República gritaban que tenían sed y hambre, mientras veían que sus horas de suplicio servían apenas para poco más de un cuarto de hora de ceremonia presidencial. Niños llevados a la entrega de libros se aburrían, y algunos lloraban. Un profesor que quiso pedir a gritos atención para un asunto gremial fue reprendido con argumentos más relacionados con los manuales de las buenas costumbres que con el ejercicio político.
¿Hasta dónde llega la anchura de Emilio Chuayffet?
Las especulaciones respecto al sucesor de Humberto Roque están desbordadas. Para muchos, la clave está en las palabras de Emilio Chuayffet pronunciadas en días pasados en su encuentro con diputados electos priístas. Si don Emilio se siente tan a sus anchas en el Partido Revolucionario Institucional, y si uno de sus dos máximos orgullos es haber sido presidente del comité municipal del PRI en Toluca, el resultado natural sería su disposición para dejar el Palacio de Covián y pasar a la presidencia nacional priísta, desde donde tendría una posición natural en busca de la candidatura presidencial del 2000.
Las versiones que machacan sobre la inminencia del arribo de Chuayffet a las oficinas que ha dejado Roque, aseguran que el oficio político y el amplio grupo del abogado nacido en el Distrito Federal el 3 de octubre de 1951, son la única garantía para que el PRI no se le deshaga en las manos al presidente Zedillo y para que exista una esperanza cierta de que el tricolor mantenga el poder en los comicios del año 2000.
La justicia federal ampara a El Chaparro
El burro llamado El Chaparro ha sido símbolo de la lucha de los potosinos de la comunidad de San Juan de Guadalupe, en la capital de esa entidad, en demanda de justicia frente al atraco de que han sido víctimas permanentes a manos de un grupo priísta de vendedores del suelo colectivo conocidos como Los juanes perreros.
A lomo de El Chaparro, don Pedro Jasso, su dueño y uno de los viejos poseedores de la tierra que les ha sido escamoteada, caminó desde San Luis Potosí, rumbo a la ciudad de México, para denunciar su problema sin solución.
Instalado junto con otros comuneros en el Zócalo capitalino, solicitando audiencia con el presidente Zedillo desde hace 46 días, don Pedro ha sido objeto de reiteradas presiones para que se retire junto con sus compañeros del espacio tradicional de protestas públicas pero, sobre todo, para que saque del lugar al burro, ya que el carácter peculiar de esa protesta ha atraído la atención de diversos medios de comunicación.
Así, El Chaparro ha sido llevado de la rienda por policías uniformados rumbo a cobertizos gubernamentales en singular desalojo. Igualmente se ha usado a una mujer de presuntos afanes defensivos de animales para justificar el necesario retiro de El Chaparro.
Enrique González Ruiz, doctor en derecho, catedrático universitario y asesor de los comuneros, logró, sin embargo, que la juez segundo de distrito en materia administrativa en el Distrito Federal, María Teresa García Robles, concediera el amparo para que don Pedro Jasso ``no sea despojado del burro llamado El Chaparro, dado que se trata de su medio de transporte, y de ejecutarse tal acto, se le ocasionaría un severo daño''.
Así pues, los comuneros, su asesor, don Pedro Jasso y El Chaparro han ganado una batalla, aunque la principal, la de la justicia en materia agraria, les sigue siendo denegada.
De cualquier manera, El Chaparro volverá a instalarse en las próximas horas en el Zócalo, acompañando a su dueño, y a los demás comuneros, en su demanda de justicia.