HOMENAJE A ALVARO MUTIS EN BELLAS ARTES
César Güemes Ť Con dos besos a todo lo que da el brazo, ante un público que de pie le corresponde, desde una proa que todos miran menos él, Alvaro Mutis abre la noche. Su noche. Un homenaje, como apunta Gabriel García Márquez, ``sólo por decirle con todo el corazón cuánto lo admiramos, carajo, y cuánto lo queremos''. Porque si no son para eso los homenajes, ¿entonces? Acaso también, claro, para que reaparezca el de los Cien años de soledad, luego de una prolongadísima ausencia ante el público mexicano. Acá abajo no deja de ser sorprendente que la palabra, en este fin de siglo nacional, sea capaz de llenar todavía el aforo íntegro de un palacio como el de Bellas Artes.
Alvaro Mutis, las manos posadas al frente y con la vista sobre ellas. Marinero en tierra, al fin, escucha las sucesivas participaciones de Rafael Tovar y de Teresa, Santiago Mutis, Margo Glantz y Juan Villoro. Antiguo capitán con la bitácora en reposo. Extraño hombre de mar: locutor, poeta, gurmet. ¿Qué cosa mira en sus manos el gaviero vuelto escritor? Oye lo dicho, sí, y no evade el hábito de su estirpe: de azul casi negro el saco, de blanco casi azul la camisa. Si acaso, cuando se descubre citado, se lleva la mano izquierda al mentón. No cede a entrelazar diestra y siniestra. El es el punto de mira, incluso para García Márquez, quien hace discretos apuntes con un lápiz del número dos.
¿Qué dice Mutis, alter ego de un hombre de océano adentro? No dice nada quizá porque así se navegue. No mira el reloj, no tiene prisa. No oculta tras ningún tocado, ni naval, ni civil, la nieve del almirante que le baña el cabello, no demasiado corto. Acaso echa un poco atrás la cabeza, con un gesto más para el descanso que para mirar el horizonte. ¿Qué escribe Mutis? Por ahora, en este momento, nada. Más bien deja serena la pluma. ¿O quién lo sabe de cierto? Algo dibuja con los índices, algo teje, algo trama en el más noble de los sentidos. ¿A dónde va Mutis, dedicado en la vida literaria y en la otra a moverse, a viajar? A ningún sitio, porque parece que le gusta el puerto, al menos por un rato.
¿Sonríe Mutis, llegado el 24 de octubre del 56 a costas mexicanas? Sí, a carcajadas, cuando García Márquez anuncia que seguirá refritando eternamente el texto que le hiciera hace cuatro años, cuando los 70 del marino.
¿Llora Mutis? Acaso de la risa y sin darse cuenta. ¿Por qué no?