Elba Esther Gordillo
El debate sindical: los medios y los fines

La globalización económica plantea retos inéditos para todas las instituciones que por mucho tiempo funcionaron y que demandan adecuaciones profundas: el Estado, las organizaciones sociales, la familia, inclusive el individuo.

Querer evitar el cambio nos convertiría en simples espectadores de sus efectos. Aceptarlo y buscar conducirlo, nos colocaría en la privilegiada posición de ser factores activos en su construcción, en la definición de los tiempos, de las formas y, sobre todo, del para qué.

Producir más y mejor, en términos de eficiencia y eficacia, no debe ser el fin sino el medio, por lo menos desde la perspectiva de quienes seguimos colocando al hombre como el eje y objetivo del desarrollo para crear los empleos suficientes, para que el bienestar llegue a la persona, a la familia, en suma, para derrotar a la pobreza del país. Cuando el esfuerzo colectivo se traduce en desempleo, en concentración del ingreso, en falta de oportunidades, en mayor pobreza, quiere decir que los medios elegidos no han sido los correctos.

Vivimos la etapa de mayor productividad en la historia económica del mundo y, sin embargo, también vivimos la de mayor desempleo y la de mayor pobreza. El factor trabajo ha sido el más castigado y el avance tecnológico el más apreciado. La robótica, junto con el derrumbe de los costos de producción, también desploma el empleo; la alta especialización, paradójicamente, ha representado la depreciación del trabajo, pues lo hace escaso y sobreofertado. Fenómenos todos que están produciendo tremendas presiones sociales y el replanteamiento de las formas y métodos de lucha de las organizaciones gremiales en todo el mundo ¿Cómo defender el factor trabajo cuando la tecnología gana cada vez más espacios? ¿Cómo defender la dignificación del trabajo, en momentos en que la sobreoferta laboral deprime sus expectativas? ¿Cómo concebir al empleo, no sólo como patrimonio de quienes tienen un puesto de trabajo, sino como el derecho de quienes lo han perdido o aspiran tenerlo?

La unidad en las organizaciones gremiales se hace sin duda indispensable; mientras más divididas se encuentren, más se benefician los adversarios del sindicalismo. Siendo más democráticas, tanto en la forma para acceder a los puestos de dirección, como aceptando e impulsando la natural remuda generacional que impida la obsolescencia y la autocomplacencia. Levantando las miras para comprender cabalmente el fenómeno y no quedarse en la añorante defensa de formas y de modos que ya no son útiles. Y, lo más importante, no confundiendo los medios con los fines.

Mi posición en el Foro, frente a la discusión sobre los objetivos de la Asamblea Nacional de los Trabajadores, era construir un espacio para discutir, plural y democráticamente, de cara a la sociedad, los fines del movimiento sindical mexicano y, luego, definir, acordar y realizar la estrategia, el modo, para llevarlos a cabo.

No se trata de debatir si una nueva central es mejor que otra. ¿De verdad la creación de una nueva central es la preocupación de los trabajadores mexicanos? En lo personal, no lo creo. Lo que les preocupa es el para qué de ella; que se traduzca en la certidumbre en sus trabajos, en que su salario sea factor de esperanza personal y familiar, en que su esfuerzo para la formación de sus hijos se convierta en esperanzas fundadas acerca del futuro. Esa es la agenda de los trabajadores que parece no estar acompasada con la de sus dirigencias. No sólo eso, los dirigentes, cuando de verdad lo son, están obligados a ver hacia adelante, anticipando el mañana para decidir qué hacer hoy.

Mientras los medios se confundan con los fines, los resultados serán irrelevantes, efímeros y contraproducentes.