No cabe duda de que estamos en épocas de renovación. Lo importante, sin embargo, será que en el caso de los trabajadores, reunidos la semana pasada para definir la integración de una verdadera central obrera, el propósito real sea precisamente ése y no lo que, con humor negro, podría entenderse como la sustitución ``patronal'' del Congreso del Trabajo.
Los augurios no son del todo favorables. El personaje central en la Asamblea Nacional de los Trabajadores (ANT, nuevas siglas para no olvidar) es Francisco Hernández Juárez, por muchos años considerado visible heredero de Fidel Velázquez en esa posición indefinida en las formas pero real en los hechos, de seguir el principio supremo de la lealtad institucional, o dicho de manera menos discreta, del servicio al Estado. A ello se agrega su vocación al liderazgo permanente, un elemento negativo pero que juega con las esencias más notables del tradicional corporativismo, bajo el axioma indeclinable de que más vale regular por conocido que bueno por conocer. De regular a malo, además, hay poco espacio.
Hernández Juárez ha logrado la integración entre los telefonistas de un sindicato de mayor representación, al parecer con formas democráticas. Pero no faltan datos de viejas amistades políticas que lo ubican en un sospechoso lugar y propician las reservas acerca de su verdadera vocación independentista. Claro está que una cosa no conduce necesariamente a la otra, pero tampoco hay elementos para pensar de una manera diferente.
Es claro que la ANT no logró lo que habría sido el impulso definitivo hacia el éxito, la presencia del SNTE. Hernández Juárez lo atribuye a conflictos personales con Elba Esther Gordillo que relaciona con su posición en el PRI. Se trata, ciertamente, de un argumento interesante. Pero en mi concepto se olvidan dos factores principales. El primero tiene que ver con la presencia absolutamente mayoritaria del sindicato de maestros, que necesariamente otorgaría un nivel preferente a quien fue su dirigente principal, con éxitos notables y que pudo superar --y no le fue fácil-- el ánimo de reelección tan frecuente en el medio. Por otra parte, en el tiempo en que Elba Esther Gordillo dirigió al SNTE, tuvo resultados muy importantes en la reincorporación de los miembros de la Coordinadora, lo que refleja aptitudes mayores para lograr eso que ahora está de moda en una expresión rara: política incluyente.
Por otra parte, en el Congreso ha habido cosas interesantes, como la propuesta de un grupo de delegados para que en la ANT o en el organismo que de ella nazca, no se pueda producir la reelección consecutiva de sus dirigentes; la no integración colectiva en algún partido político; el respeto a la filiación política de sus integrantes y a la libertad sindical, y la derogación del Apartado B del artículo 123 constitucional. Habrá que ver qué resulta de esas ponencias.
Mal empiezan las políticas incluyentes, sin embargo, si sectores tan importantes como el SNTE y el SME se muestran reacios a la unidad. Y si de elegir dirigentes se trata, lo que parecería un dedazo y la repetición del verticalismo (con ciertas sospechas más o menos fundadas de que Dios no es ajeno a lo que los angelitos hacen), la solución sería el gran referéndum democrático, la gran elección nacional, en la calle y con urnas.
Entre tanto, don Leonardo vive sus penas con los medios, paseando por el propicio sureste donde los gobernadores han dado buenas cuentas al PRI. Y vuelve a la vieja estrategia del tapadismo, en este caso no presidencial sino la inútil práctica de pretender tapar el sol con un dedo, lo que permite el curioso maridaje del tapado y del dedazo. Pero desconocer la importancia del nacimiento de la nueva central y presentar el hecho como una minidivisión del Congreso del Trabajo no es tener la mínima visión política. No creo que haga huesos viejos al frente de la CTM el señor Rodríguez Alcaine.
Estoy convencido de algo. Si la CTM, fundada bajo los auspicios evidentes del general Cárdenas en 1936, asume su realidad, modifica en el fondo y en la forma su estrategia, y elige una dirección joven y con impulsos --y hay candidaturas evidentes--, las cosas podrán ser muy distintas y los trabajadores, acostumbrados a las viejas siglas, podrían ratificar su amor por ellas.
Tiempos de renovación, sin duda.