El enorme éxito de la película Kids, vidas perdidas, del estadunidense Larry Clark, exhibida primero en la pasada Muestra Internacional de Cine, luego en la Cineteca Nacional, decidió su compra por Videocine para su exhibición comercial, ya no con la absurda clasificación C (para adultos), sino B, para los adolescentes a quienes está destinada la cinta. Una película sobre la transmisión juvenil del virus que causa el sida, narrada en forma directa y anticomplaciente, permitía augurar todo menos un éxito en taquilla. Tal vez esta respuesta sea ya una señal clara para las compañías distribuidoras de la existencia de un creciente interés público por otro tipo de temáticas, y en particular por las que abordan cuestiones tan urgentes como la expansión de una epidemia y sus efectos sobre la vida sexual de los adolescentes y sus mayores.
Otras películas sobre el sida incluyen propuestas comerciales recientes que han sido relegadas a una distribución en video, pudiendo tener una fructífera trayectoria en salas comerciales. Es el caso de Jeffrey (Christopher Ashley, 95) con Steven Weber, Patrick Stewart y Sigourney Weaver (la versión teatral, No más sexo, de Paul Rudnick, se presenta actualmente en México), y de Es mi fiesta (It's my party, Randall Kleiser, 96), con Bruce Davison, George Segal y Olivia Newton-John.
Es mi fiesta describe los preparativos y desarrollo de la última fiesta de Nick Start (Eric Roberts), un exitoso arquitecto a quien se le diagnostican estragos cerebrales irreversibles ocasionados por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Con pocos días de vida por delante, Nick decide invitar a familiares y amigos a una fiesta de despedida, al final de la cual se suicidará. Este planteamiento lo da la cinta desde el principio, por lo que no hay sorpresas ni desenlace inesperado. Todo transcurre como un ritual meticulosamente orquestado, una anticipada ceremonia luctuosa en la que se mezclan, sin embargo, momentos de humorismo camp, intercambios verbales ácidos, en ocasiones muy violentos, y una situación de melodrama que orilla a la cinta al nivel de una teleserie lacrimógena. Es una curiosa mezcla de Los chicos de la banda (Friedkin, 70) y Juntos para siempre (Longtime companion, Norman René, 90), con la descripción de un mundo gay marcadamente yuppie, despreocupado e indolente que súbitamente despierta a la realidad de un padecimiento atroz que altera y redefine la existencia de las personas, sólo para privarlas de ella poco tiempo después.
El director Randall Kleiser, con una producción anterior muy desigual que incluye Vaselina (Grease, 78), La laguna azul (80) Y Querida, agrandé al niño (92), elabora en Es mi fiesta un tratamiento interesante del tema del sida. Entrecruza de manera muy altmaniana las existencias de por lo menos una docena de personas gay y su relación con los familiares de Nick, el joven desahuciado. Establece contrastes inesperados entre la familia nuclear del enfermo y la familia elegida (amigos y ex amante) que lo rodea cariñosa y solidariamente. Describe las diversas actitudes de Nick -cínico, temeroso, sentimental a rabiar, colérico- frente a la enfermedad que lo avasalla; señala también el clima de paranoia y miedo que distancia a los amantes y la circunstancia trágica que los reúne nuevamente; la desconfianza y celos de la madre del enfermo frente al ex amante de su hijo, quien nuevamente le disputa su monopolio amoroso.
Kleiser se aventura sin complejos en el melodrama, pero lo que describe la cinta, en una clima de desesperanza rabiosa y optimismo testarudo, rebasa continuamente las convenciones del género. Sin alcanzar la excelencia moral de Juntos para siempre, de Norman René, recientemente fallecido por complicaciones asociadas con el sida, Es mi fiesta retrata con honestidad y candidez, por un lado, la solidaridad moral de la comunidad gay estadunidense, y por el otro, el paisaje doméstico y social de una clase media cuyo sistema de valores y certidumbres morales se ve seriamente cuestionado por la voracidad incontenible de una pandemia.
Es mi fiesta está disponible en blockbusters y videocentros.