El sofista griego Zenón se volvió loco tratando de precisar en qué momento se llegaba a ser calvo: ¿acaso cuando se cae el primer cabello? Zenón volvería a enloquecer al tratar de definir qué es la izquierda en el mundo actual, teniendo en cuenta que el mundo se corrió tanto hacia la derecha que los derechistas moderados de los 80 hoy son de centroizquierda con relación a la derecha actual, del mismo modo que es imposible ser gordo, flaco, alto o bajo en abstracto, sino en una comparación o según una norma. Además, el vaguísimo concepto de izquierda está lejos de coincidir con el de socialismo. Pues los cristianos o liberales de izquierda son mucho más radicales (y democráticos) que los supuestamente ``socialistas'' stalinistas, maoístas, socialdemócratas o socialistas de izquierda, con su adoración del Estado y de las instituciones y sus partidos centralizados o incluso únicos.
Ahora bien, si el ``fin último'' declarado no basta para definir a la llamada ``izquierda'' (Stalin, incluso más que Hitler, fue la figura clave para la supervivencia del capitalismo), ¿qué es lo que caracteriza a aquélla?
Pienso que a los cojos se les identifica cuando caminan, e ``izquierda'' es todo lo que pone en cuestión el orden establecido, no para volver atrás (como hace el Papa con su anticapitalismo precapitalista), sino para introducir un cambio cualitativo, no cosmético, un sistema más justo, más democrático tanto en el orden económico como en el político-social. Es de izquierda, para mí, un movimiento real que tiene algunas de esas características y puede serlo (liberal de izquierda, demócrata de izquierda, socialista de izquierda) quien luche por algunas de ellas. Como la izquierda y el socialismo nacieron de la democracia moderna, la izquierda actual, además, debe ser antirracista, antichovinista, internacionalista, contraria a toda discriminación (étnica, de género, cultural o sexual), debe oponerse tanto al Moloch estatal como al Becerro de Oro y ser tolerante. Eso no es fácil pues muchos que se oponen a las dictaduras, a la corrupción y que luchan por hacer efectivo el derecho de voto o contra el racismo están lejos de serlo. Por ejemplo, los que derribaron a Batista o a Somoza con guerrillas, quienes quisieron cambiar El Salvador o Venezuela también por esa vía, no dejaron asistir al Foro de Sao Paulo, ni como observador, a Herri Batasuna, que identificaron con ETA cuando eso no es totalmente cierto y, en todo caso, hay que trabajar para que no lo sea, o al MRTA peruano (al que pusieron en el mismo plano que los polpotianos de Sendero Luminoso).
Para no asustar a sus aliados de la Internacional Socialista, esos grupos no se limitaron a pintar la necesaria raya con respecto a los movimientos guerrilleros que puedan caer en el terrorismo sino que, simplemente, les negaron toda evolución mientras aceptaban a quienes habían golpeado en varias ocasiones históricas la puerta de los cuarteles (como los radicales argentinos) y provocado dictaduras con una secuela de decenas de miles de muertes o a los creadores de los GAL en España. La izquierda, en realidad, debería oponerse al monopolio de las patentes ideológicas y combatir con ideas y posiciones las ideas que considera nocivas o inoportunas, manteniendo puentes para un aprendizaje mutuo. Porque si el terrorismo indiscriminado debe ser condenado en cualquier situación, y si la guerrilla en esta fase es contraproducente pues aísla a los que lo aplican, ella no puede ser rechazada en abstracto sin condenar, al mismo tiempo, el derecho de resistencia a la opresión, que reconocen incluso los Padres de la Iglesia, la historia de todas las revoluciones y de la Independencia latinoamericana, la resistencia antinazi o antijaponesa y, por supuesto, el futuro, que podría volver a ponerla en el orden del día en varios países.
Es evidente, al respecto, que la izquierda hoy se identifica con la ampliación de una democracia que está siendo acorralada y reducida y con la defensa de las bases éticas, de civilización, hoy teóricamente negadas (no matar, no robar, amar al prójimo como a sí mismo, por ejemplo). Es decir, debe ser plural, ni religiosa ni antirreligiosa, ``patria'' de los diversos humanismos (socialista pero también cristiana o budista). Ahora bien, un demócrata se caracteriza porque defiende los derechos de quien piensa de forma diferente. Eso no vale sólo para los ultraizquierdistas sino igualmente para quien lucha en cualquier terreno contra el pensamiento único, que considera extremistas a los más tibios socialdemócratas.