El senador Salvador Rocha Díaz ha puesto, en el tapete de la discusión, por sobre el formato del Informe y la nueva organización de la Cámara de Diputados, nada menos que el bien de México, lo que parecería una exageración. Nadie regatea al senador su calidad de buen abogado; en cambio, su paso por la política es desconcertante (quizá como el de muchos otros, incluido el que esto escribe). Ha sido diputado, efímero ministro de la Suprema Corte, segundo de abordo en el discutido gobierno del señor Carlos Medina Plascencia en Guanajuato y, según se dice, pasó de su próspero despacho privado a la vida pública, bajo el padrinazgo de nuestro mutuo compañero de estudios Manuel Bartlett.
En la polémica de un tema que debiera ser algo sencillo y de ahora en adelante cotidiano, el senador con no poca solemnidad exhorta a la oposición a que vea por el ``bien de México'' y no por sus intereses particulares.
Como preámbulo de su exhortación, lanzó al diputado electo Porfirio Muñoz Ledo una andanada verbal con la que seguramente pensó herirlo profundamente o amarrar navajas entre éste y los demás coordinadores parlamentarios con los que se ha reunido y acordado una estrategia común. Dijo de Muñoz Ledo que es un segundón, y quien conoce a Porfirio sabe que se le puede acusar de muchas cosas, pero ciertamente no de segundón. Sin embargo eso no es lo importante por ahora, lo que nos debe interesar no es tanto determinar a quién se le puede aplicar ese calificativo, sino cuál es el bien de México al que el senador nos exhorta; como militante de la oposición que siempre he sido, me interesa el asunto.
Pienso que el bien de México no radica en que el Presidente escuche o no un discurso o varios antes o después de su Informe, hasta creo que el mismo doctor Zedillo --quien ha dado muestras de sensibilidad en otros asuntos-- podría estar de acuerdo en este cambio, si se establecen las reglas necesarias para el respeto recíproco entre los poderes.
No es cierto que sea mejor para México que el Presidente siga siendo el centro de un culto que cada vez se sostiene menos y del cual la apertura de sesiones y el Informe eran la apoteosis; es mejor que el Presidente, que es un ciudadano como cualquier otro, que transitoriamente ocupa un cargo que le encomendamos sus iguales, los demás ciudadanos, hable como tiene el deber de hacerlo y luego también escuche, como corresponde a toda persona inteligente que sabe que no es de él toda la verdad.
Con ello no se viola artículo alguno de la ley ni de la Constitución, y sí en cambio se daría un ejemplo a todos de espíritu republicano y una lección práctica de democracia.
Lo que la oposición en su conjunto está proponiendo, con independencia del punto del Informe que pudiera dar motivo a alguna susceptibilidad, es todo positivo y seguramente redundará, como lo sugiere el senador, en bien de México.
¿No es mejor que el gobierno interior de la Cámara sea de todos los grupos por igual, incluido el PRI, sin que uno solo tenga necesariamente el control? ¿Qué es mejor: que los funcionarios principales de la Cámara --Oficial Mayor, Tesorero, Vocero-- sean nombrados por consenso o que los imponga un solo partido?
Si el senador Rocha Díaz ve las cosas con serenidad y hace a un lado sus juicios personales sobre Muñoz Ledo, quien por cierto no es ``tullido ni manco'', verá que las propuestas de los grupos parlamentarios son sensatas; no quieren excluir al PRI sino incluirlo, y no pretenden nada descabellado, sólo un poco más de equidad, cuentas claras y una gran congruencia entre lo que suceda en la representación nacional y la votación del 6 de julio.