No existen palabras suficientes para expresar la desazón que me causa el hecho verdaderamente inusitado de que El alimento del miedo, la postrer película realizada por Juan dos años antes de morir, el miércoles 2 de agosto de 1995, aún continúe enlatada a la espera de una luminosa resurrección, misma que se obtendría a través de un simple proceso de posproducción (edición, musicalización, sincronización, primera y segunda copia compuesta y corregida) de bajísimo costo.
Parece ser que aquellos que hoy tienen el encargo de vigilar el desarrollo del cine nacional han olvidado que Juan fue un auténtico cineasta y que El alimento del miedo, su sexto filme, estelarizado por Isaura Espinosa, Jorge Victoria, Salvador Sánchez, Andaluz Rusell, fue invitado a participar en el Festival de París de 1993, aunque como comentamos líneas arriba faltaba emprender la edición.
Parece ser que aquellos y también algunos de nosotros hemos olvidado que Juan comenzó su trabajo creador como discípulo y ayudante del famoso Seki Sano, cuando éste montó La Mandrágora en el teatro El Caballito; que tiempo después dirigió varias obras teatrales y que continuó su vocación escénica y visual recogiendo en formatos semiprofesionales (¿8 mm, Super 8, 9 mm?) dos películas experimentales: Blues para Silvia y La máquina de sumar. ¿Acaso hemos olvidado que se inició en el cine profesional coproduciendo Fando y Liz (1967) y El Topo (1979) de Alejandro Jodorowski, introductor en México del teatro pánico, y que durante aquellos años setenta alternó sus comentarios radiofónicos dedicados al jazz (Radio Universidad) con la producción y presentación de programas televisivos de tipo cultural (En tela de juicio) incluida una serie dedicada al cine mudo.
¿Acaso, aquéllos y algunos de nosotros hemos borrado de nuestra mente su extensa/intensa preocupación por la temática del terror transvasada a innovadores fotogramas de su escasa y nunca valorizada filmografía? Apartémonos de inquisiciones, deducciones y alucinaciones para transcribir en breves líneas la trama que entretejió Juan en algunas de sus películas. Por ejemplo, en La mansión de la locura (1971) la anécdota se ubica en un manicomio del siglo XIX, acorde con el cuento El sistema del doctor Alquitrán y el profesor Pluma, de Edgar Allan Poe. La cinta ganó varios premios, entre otros, medalla de oro en el Festival Internacional de Cine Fantástico y Ciencia Ficción de París; otro ejemplo sería la presencia de Cristina Ferrare --famosa modelo de la revista Cosmopolitan-- como vampira en Mary, Mary, Bloody Mary (1974); otro más Alucarda (1975) palabra que si usted lee al revés, omitiendo la última a, leerá Drácula; otro --cuarto ejemplo-- refiere las vicisitudes de una mujer asaltada por un maniático sexual Trampa nocturna (1982).
Y para clausurar con macabro broche esta escueta transcripción es indispensable comentar que antes de morir, Juan nos dijo que tenía en mente realizar una serie para video con el título Vampiros. (¿Acaso bajo la inevitable inspiración de la temática de Alucarda que narra la historia de una vampira que fatiga con sus afilados colmillos a las pupilas de un convento de monjas del siglo XVIII) y una cinta titulada Las tentaciones que contaría las tribulaciones de un monje cercado por demonios y brujas?
Entonces, ¿es o no descorazonador que El alimento del miedo --a propósito de unos ``diabólicos'' tamales continúe todavía enlatada? ¿Existen o no palabras suficientes para expresar nuestra desazón? Aquellos y también algunos de nosotros debemos tomar una decisión.