Letargo policiaco para la captura del victimario de un empleado
Pascual Salanueva Camargo/I Ť El 14 de diciembre de 1996 un empleado del estacionamiento Aurrerá Plateros fue herido gravemente de un disparo. Sin embargo, a pesar de que la policía conoció la identidad del agresor y la empresa para la que trabaja, no ha hecho nada por detenerlo.
Ese día el ruido de las llantas alertó al vigilante que estaba en el estacionamiento. Volteó a su alrededor, pero la penumbra le impidió descubrir la ubicación del vehículo. Por unos segundos se mantuvo a la expectativa. Una vez que descubrió el resplandor de los cuartos traseros, apresuró el paso con la intención de alcanzarlo y advertirle al conductor que el estacionamiento ya se había cerrado al público.
--Oiga, ya todo está cerrado-- masculló el vigilante.
--Si todo está cerrado entonces cómo es posible que el estacionamiento continúe abierto-- replicó molesto el hombre que iba al volante, mientras bajaba la velocidad.
--El estacionamiento está abierto porque muchos vehículos están pensionados y entran y salen las 24 horas del día. Además, si se hubiera fijado se habría dado cuenta de que en la entrada hay anuncios con los horarios de cada uno de los establecimientos que hay en Aurrerá.
--Pues dígale al cajero que me abra y ni crea que le voy a pagar un sólo centavo.
De acuerdo con las reglas, una vez franqueado el estacionamiento, si no se hacía ninguna compra debían pagarse cinco pesos la hora. El automovilista, irritado, se dirigió a la caseta de cobro.
--Abreme. Abreme-- dijo con voz estentórea al empleado que estaba adentro.
Eran las tres de la madrugada del 14 de diciembre de 1996. Eduardo González González miró al automovilista con extrañeza; ante la insistencia de que le abriera le pidió su boleto, pero no hubo respuesta. A su vez, el desconocido exigió que levantara la pluma del estacionamiento.
Eduardo no se movió. Con el rostro desencajado por la ira, el hombre que aguardaba dentro del automóvil alargó la mano hacia la guantera y extrajo una pistola. Apuntó al empleado que se encontraba en la caseta, mientras la mujer que lo acompañaba le suplicaba: ``No lo hagas... por favor... No lo hagas''.
El hombre jaló del gatillo. Eduardo instintivamente cerró los ojos, pero no sucedió nada. El arma se había trabado. El vigilante, al percatarse de lo que ocurría, se dirigió a la entrada del estacionamiento y comenzó a destornillar la pluma a toda prisa.
Eduardo abrió los ojos. Enfrente tenía al mismo hombre. Este terminó de deshacerse de las manos de su acompañante que atenazaban su brazo derecho y accionó nuevamente el arma.
La bala pasó rozando las rodillas de Eduardo, quien intentó moverse para evitar ser un blanco fijo. Sin embargo, un segundo disparo hizo que las corvas se le doblaran y su cabeza quedara inerte afuera de la caseta.
Finalmente, la pluma del estacionamiento fue retirada. El agresor aventó el arma en la guantera, apretó el acelerador y haciendo rechinar las llantas del automóvil salió del estacionamiento y se metió al periférico.
Para no ser atropellado, el vigilante se había hecho a un lado a toda prisa. Alejado el peligro metió la mano a su camisola, sacó una pequeña libreta y una pluma con los cuales apuntó el número de las placas del automóvil: 398-FVD.
Enseguida fue hacia la caseta. El herido ya estaba siendo asistido por uno de los vigilantes de la unidad habitacional Lomas de Mixcoac. Entre ambos lo cargaron y lo tendieron en el suelo, luego uno de ellos fue al teléfono público más próximo.
De un edificio contiguo un hombre que había escuchado los disparos abrió su ventana y les arrojó una cobija.
--Es para que lo tapen y no se enfríe el cuerpo- exclamó.
Casi enseguida llegó una ambulancia. Los socorristas sacaron una camilla, subieron al herido y de inmediato, con la sirena encendida, el vehículo se dirigió al sur de la ciudad.
La ambulancia se detuvo en el hospital de Pemex, de cuya paraestatal hacía unos cuantos meses atrás se había jubilado Eduardo.
El herido fue bajado a toda prisa y subido a otra camilla más grande y con ruedas. De ahí fue llevado a la sala de operaciones. Sin embargo, los médicos, tras escrutar la herida, decidieron postergar la operación.
Lo que le habían descubierto era una herida con la bala dentro, localizada en la región prepúbica, de aproximadamente dos centímetros ``con hemorragia activa y hematoma local con extensión escrotal''.
El 15 de diciembre, con los datos aportados por el vigilante del estacionamiento, Sabino Macías Carrillo, se inició la averiguación previa 24/04856/96-12. Dos días después el auto fue encontrado abandonado en una calle lateral al Periférico Sur, un Ford Ghía color gris oscuro, placas 398-FVD.
Un día después, la Dirección General de Servicios Periciales de la PGJDF elaboró un retrato hablado de un hombre de aproximadamente 28 años y tez blanca. Además, se le había aunado las siguientes características: ``cabello lacio, nariz recta, un metro 80 centímetros de estatura, cara oval, boca chica, labios delgados, complexión mediana, cejas pobladas y mentón afilado''.
Por si fuera poco, el 18 de diciembre el agente del Ministerio Público a cargo de la Subdirección de Averiguaciones Previas de la Procuraduría capitalina, José Rafael Pallares Esquivel, giró una orden al subdelegado de la Policía Judicial en Alvaro Obregón, para que averiguara todo lo relativo al dueño del vehículo.
En el memorándum pedía al subdelegado de la Policía Judicial que ``...elementos de esa corporación a su cargo se aboquen a la localización y presentación del representante legal de Anderson Clayton Company SA, de CV, mismo que deberá presentar los documentos que acrediten la propiedad del vehículo con placas de circulación 398-FVD, así como a la persona que tiene asignado dicho vehículo, para lo cual se deberán trasladar a la calle Jaime Valmes número 11, colonia Polanco (Centro Comercial Polanco situada en la torre ``C'' sexto piso), en caso de no encontrarse dicha compañía en el domicilio antes mencionado, realizar una investigación exhaustiva para localizar el nuevo domicilio y una vez hecho lo anterior acudir al nuevo domicilio y presentar al representante legal de dicha compañía''. Al final del documento estaba la firma del agente del MP.
Así las cosas parecía que la detención del conductor del Ford Ghía se haría de un momento a otro. Sin embargo, las cosas distaban de ser tan sencillas.