La Jornada 15 de agosto de 1997

ULTIMO POETA ESTRIDENTISTA

César Güemes Ť Para un hombre de tres siglos, como él mismo acepta con muy buen ánimo que se le defina, lo mejor que existe es la determinación. Con esa idea por escudo está a punto de atravesar la casi inverosímil línea de un siglo de existencia. Para tanto le alcanza, que hoy a las 11 horas, si otra cosa no dice el tiempo, estará en el Paseo de los poetas, en Chapultepec, para inaugurar la escultura estridentista que en honor del movimiento de que es único abanderado ha hecho su nieto, Robin List Crespo de la Serna. Antes o después se dará un tiempo, ya que le sobra, para pasear por la Casa del Lago, donde desde anoche se exhibe una muestra iconográfica sobre él, su época y sus ideas. Germán List Arzubide nos recibe, pacífico y sonriente, en su casa.

--Desde luego iniciemos preguntando ¿cómo está, don Germán?

--Bueno, tuve que aguantar la abrumadora cantidad de homenajes que me han hecho por estos días. Estuve en Toluca, y como todo era entre parientes me llevaron de un lado para el otro y llegó el momento en que no pude soportar más. Caí vencido. Ya no puedo con las comidas ni con las cenas, pero tampoco sé despreciar un platillo que se me ofrece con afecto. Sin embargo tuve que declararme vencido y ahora estoy reponiéndome.

--Dentro de muy poco cumplirá un siglo de existencia, maestro.

--Efectivamente. Y entonces habré cumplido todavía más, porque hay quien dice, con razón, que soy un hombre de tres siglos: abarqué el XIX, el XX y estoy a punto de inaugurar el XXI. Soy un hombre de tres siglos.

--¿Esperaba que el país cambiara tanto a lo largo de su vida?

--No, y menos que el cambio fuera a muerte. Me refiero a la revolución de 1910, cuando yo tenía 12 años. Me tocó, en la infancia y casi la primera adolescencia, saber de Madero, quien no estaba dispuesto a seguir con el régimen de Díaz. Todo se agitó. Recordemos que en el manifiesto de Madero se señala que si el gobierno de Díaz continúa, se invita al pueblo de México a la lucha. Mucho tiempo después Vasconcelos quiso imitar a Madero e invitó al pueblo a lo mismo. Pero cuando termina aquello lo cierto es que el movimiento ya no fue igual y Vasconcelos salió de hecho derrotado. Fue una cosa tremenda.

Villa respondió a las circunstancias

--¿Cuál es su sentir respecto de Francisco Villa, sobre quien pesan ahora tantas consignas en contra?

--Se lanzó a la lucha violenta porque no le quedó otro remedio. Piense que él era descendiente de un capataz de hacienda. Era el hijo mayor. Su padre le había encomendado que siguiera en el puesto que le heredaba, pero Villa se encontró con la triste realidad de que el dueño de la hacienda quería llevarse a su hermana mayor e imponerla como sirvienta en su casa. La madre protestó, rogó, hizo lo que pudo para que no se llevaran a su hija. Pancho Villa, sin más ni más, consiguió una pistola y le pegó un balazo al hacendado. Consciente de lo que le podía ocurrir, salió de ese sitio para unirse a quienes habían iniciado las serias protestas en contra de Díaz. Su actuar se explica casi por sí mismo. Respondió a las circunstancias.

--Aunque vayamos a saltos en la historia, ¿cuál es su mejor recuerdo de Cárdenas?

--Es algo muy curioso: yo no conocía a Cárdenas y desde luego él no sabía nada de mí. Pero resulta que yo pertenecía al Partido Comunista, desde luego manifestado en contra del gobierno que había entonces. De cierto modo a ese gobierno pertenecía el que era por la fecha el gobernador de Michoacán, pero con una particularidad: la de que había participado, aunque fuera de manera tangencial, en favor de las ideas de Madero.

``Entonces, digo que yo pertenecía al Partido Comunista, que quería llevar a la Presidencia de la República a alguien que era contrario a los intereses del gobierno. El caso es que yo para entonces era más o menos conocido, por cuestiones periodísticas y literarias. Estuve muy cerca del general Jara, quien llevaba los destinos de Veracruz. Mientras tanto, la gente del partido, en la capital del país, tomó por asalto a la XEW, con la idea de lanzar un feroz manifiesto en contra del orden establecido, en contra del gobierno. Fue una audacia, claro. Y cuando los diarios dieron la nota, señalaron que quien había sido el lector del manifiesto era nada menos que Germán List Arzubide. La cosa es que yo estaba en Veracruz, trabajando con Jara. Uno de mis amigos me dijo: escóndete, porque esto va a traer un escándalo tremendo y si estás muy visible te llevan. Aunque no me hicieran nada, lo mejor era ocultarme, porque nada más en la aclaración podía pasar un muy mal rato. Jara sintió algo de inquietud y yo me fui, porque se decía que inmediatamente después de pronunciar el discurso me había ido a refugiar a Veracruz. No era cierto, pero en lo que eran peras o manzanas me podía llevar un susto tremendo.

``Pedí una licencia en Veracruz y me fui a Puebla, donde habitaba mi familia. Ahí me encontré con la noticia de que mi hermano Armando, hipocondriaco, y quien había escuchado decir que el clima de Morelia era inmejorable para la salud, se había ido para allá. A mi hermano lo mandó llamar el gobernador de Michoacán para pedirle cuentas sobre su relación familiar conmigo. Era mi hermano, nada menos. Y por qué su hermano, le preguntó el gobernador, se lanza sin más ni más en una sonada protesta contra el gobierno central. Pues no sé, no tengo idea, le respondió Armando. Entonces fue cuando le dijo el gobernador de Michoacán que con todo gusto, si él tenía manera de hacer contacto conmigo, me invitaba a Michocán, a su lado. Ese gobernador era Cárdenas. Así fue como lo conocí. En ese estado entablé amistad con el general y me quedé a trabajar un año, que fue el último de su gobierno. Fue en ese estado y bajo esa situación donde escribí mi trabajo Práctica de educación irreligiosa, que no era contra nadie, sino en favor de la instrucción alejada de creencias religiosas sin más.''

Los Contemporáneos, sin perdón

--Ahora, con su gozoso siglo de vida, ¿perdona por fin a los Contemporáneos?

--No, de ningún modo. Fíjese que por aquellos días Venecia organizaba año con año un encuentro artístico dedicado a un tema de actualidad. Yo había estado ya en Europa, y estaba consciente de que sonaban mucho por allá los Contemporáneos a la par que los estridentistas. Aproveché una estancia en esos países para promover el trabajo de mis compañeros de ideas estéticas. De modo que los organizadores del congreso en Venecia mandaron a una persona para invitar a una representación del estridentismo. Aceptamos, por supuesto. Lo único que pedían era que mandáramos a Venecia todos los manifiestos, libros y obra plástica sobre el estridentismo. Me dijeron que en el departamento de Bellas Artes depositara todos esos trabajos. Efectivamente, reuní todo lo que había y lo mandaron a Venecia. A cambio de eso era de esperarse que me remitieran un pasaporte y un boleto de avión para que uno de nosotros estuviera allá. Pero pasaron los días y no sucedía nada.

``Se llegó la fecha del congreso y como no pasaba lo esperado fui al departamento de Bellas Artes nada más para encontrarme con una muchacha, por cierto muy guapa, quien me señaló que ella iba a Venecia en representación del movimiento estridentista. Y dije: cómo, si el movimiento estridentista soy yo. Pues así era, el departamento de Bellas Artes la había nombrado a ella. Y resulta que ella era una persona muy cercana a los Contemporáneos. Nos bloquearon. De modo que no los perdono, no tengo por qué.''

--¿Considera usted que el subcomandante Marcos podría ser un buen estridentista para el ya inminente siglo que viene?

--Con todo respeto para él, pero pienso que no.

--Por qué, don Germán. Curiosamente el proyecto vital de Marcos es similar al de ustedes en algunos sentidos: es un escritor y es una persona de acción.

--Bueno, es un hombre muy interesante, pero no es estridentista, porque el movimiento nuestro era algo meramente literario y después político. Marcos actúa en este sentido a la inversa.

--¿Simpatiza el último de los estridentistas con el primero de los neozapatistas?

--No lo he tratado. Pero a la distancia me parece que hace muy bien las cosas.

--¿Un siglo le vale a usted personalmente para saber lo que es la vida?

--No tengo más remedio que decir que sí, ahora que me lo pregunta, porque de repente me encontré con que era dueño de un siglo y no me queda sino aceptarlo.