Abraham Nuncio
Jano panista

En las elecciones del 6 de julio, los extremos: el Distrito Federal, que le otorgó un triunfo holgado al PRD, y Nuevo León, donde el PAN obtuvo victorias en todos los ámbitos electorales (los municipios del área metropolitana de Monterrey y otros más, la mayoría de los escaños locales y federales, y el Ejecutivo del gobierno estatal), y el PRD su menor votación.

Menos de una década le tomó al PAN convertirse en la fuerza política dominante de un bipartidismo fomentando por el PRI en Nuevo León a lo largo de casi 20 años. En las elecciones presidenciales de 1988, el PRI obtenía 72 por ciento de los sufragios para su candidato y la coalición cardenista la votación más baja en el país --sólo en Yucatán fue menor--; mientras, en el Congreso local desaparecía la izquierda y el PRI y el PAN concentraban las diputaciones disponibles.

La izquierda fue combatida y en muchos casos expulsada de la universidad pública. Sus otros viveros, el movimiento de colonos y el sindicalismo con mayor independencia y tradición de lucha, que tenía su sede en la Fundidora Monterrey, desaparecieron cuando fue cerrada la añosa cuanto simbólica siderúrgica. La derecha, de la cual se reconoce ahora Acción Nacional uno de sus bastiones, fue ganando terreno.

Una anécdota. Al pasar, un antiguo funcionario de la Comisión Estatal Electoral se desahoga: ``¿A poco creían que con elecciones limpias iban a ganar? Pues si el PRI nunca ganó desde Zorrilla hasta Sócrates Rizzo. La manera de ganar era con acuerdos, pero no en las urnas''.

A la anécdota le prestan piso las prácticas priístas --no del todo desterradas-- de recolectar y distribuir votos en sustitución del sufragio efectivo, según la correlación política determinada por la fuerza del partido oficial. Y por supuesto la historia. Contrariados por la orientación de las políticas cardenistas, los industriales de Monterrey aportaron al nacimiento de Acción Nacional. Uno de los primeros cuatro diputados federales que tuvo este partido fue por Nuevo León en 1946. Era el banquero Luis L. Rodríguez y ganó el distrito donde residían entonces las familias ricas de Monterrey.

En 1967, Acción Nacional conquistó el municipio de Garza García, la nueva zona residencial hacia la cual se vería atraída la clase política formada en el PRI y en su periferia. (Un aspirante a la presidencia municipal de Monterrey por el PSUM, iba a reiterar años después a los auditorios que lo querían escuchar: ``No dejemos que nos gobiernen desde la colonia del Valle'', colonia elevada a epítome de esa zona.)

Así como en las postrimerías de los gobiernos de Cárdenas y López Mateos (malos por socialistas, según la etiqueta propagandística de los grandes empresarios regiomontanos), en 1976, al concluir su periodo Luis Echeverría, a éste le armaron oposición por las mismas razones. Es muy posible que ese año el PAN haya ganado las elecciones; si no logró que le reconocieran el triunfo fue gracias al típico binomio fraude-negociación.

A fines de los años 70, la participación empresarial en Nuevo León, a través del PAN y el PRI --con la creación de la Liga de Empresarios Nacionalistas-- era un hecho. En 1985, el industrial Fernando Canales Clariond deja la impresión de haber perdido la gubernatura, también gracias a un fraude; pero el PRI era fuerte aún y tenía consenso interno y hacia el exterior. Lo que no tenía de votos técnicos lo tenía de apoyo real.

En las recientes elecciones, Canales Clariond conquista el puesto que antes no pudo alcanzar. Recibirá el mando de manos de su primo y socio, el priísta Benjamín Clariond Reyes-Retana. Estas recuerdan las elecciones de 60 años atrás: en 1935, el candidato apoyado por los industriales le ganó al candidato oficial (era Plutarco Elías Calles, hijo). El gobierno federal las anuló.

El PRI llegó a las elecciones de Nuevo León sin brújula ideológica y marcado a fuego por el neoliberalismo copiado por Salinas en buena medida del PAN, partido que logró disimular su alianza con el ex presidente autoexiliado.

Al candidato del PRI lo lastran los entuertos salinistas y su traducción local en el sexenio de Sócrates Rizzo: corrupción --que macula a la UANL--, sangre y narcohuellas. Lo lastra también la presencia de un gobernador interino que defendía, ante todo, los intereses de su familia. El propio candidato priísta arrastra el desprestigio de haber votado por el IVA y mantener nexos con José María Córdoba. No contó con el respaldo de la CTM y su campaña, aunque bien armada, no logró convencer a los ricos ni a un amplio sector de la clase media insolvente y hasta hace poco identificada con el PRI. Tuvo, además, en su contra al diario El Norte. Por un margen apretado (poco más de seis puntos), al cabo perdió.

Jano finalmente se tiñó de azul en Nuevo León, después de casi siglo y medio de tradición liberal.