Miguel Barbachano Ponce
Vértigo: vibraciones musicales

Donald Spoto, en su libro The art of Alfred Hitchcock, fifty years of his motion pictures, define el vértigo que estremece de una manera inesperada el corazón y la mente humana ``no sólo como una simple sensación de mareo, sino como atracción hacia la muerte a la vez mórbida y profundamente filosófica, aun religiosa''. Precisamente esa sensación/atracción es la que conduce a profundidades abismales, a James Stewart (John ``Seattie'' Ferguson) y a Kim Novak (Madeleine/Judy) los acrofóbicos protagonistas de Vértigo (``De entre los muertos'' 1958) filme ahora restaurado y en recurrente exhibición mundial de Alfred Hitchcock (Londres 1899-Hollywood 1980).

Vibraciones caracterológicas organizadas secuencialmente en el celuloide por el cinedirector inglés y que más tarde, durante el proceso de posproducción, musicalizó Bernard Hermann (Nueva York 1911-Hollywood 1975) a través de sofisticados acordes inspirados en Tristán e Isolda, de Wagner, mismos que son capaces de introducir emocionalmente al espectador en una especie de pozo sin fondo.

Ubiquemos ahora a Hermann quien en la urbe de hierro realizó su aprendizaje musical y su primer trabajo profesional en el departamento de radio de la CBS. Posteriormente, gracias a la amistad con Orson Welles, se trasladó a Hollywood para encargarse de la rítmica sonorización de las imágenes en movimiento, sobre todo de aquellas que articulan películas de suspenso. Razón por la cual colaboró con memorables directores, entre otros Hitchcock a partir de 1954 (El tercer tiro) hasta 1962 y (Los pájaros), sin olvidar de un total de siete filmes, Intriga internacional (1959) y Psicosis (1960), cinta que se proyectará este mes en la Cineteca Nacional. Entre sus composiciones de concierto debemos señalar, por su evidente cercanía con la narrativa rítmica y visual, la cantata Moby Dick y la ópera Cumbres borrascosas. Hasta aquí la semblanza de aquel que nos estremeció en Vértigo con un ritornello obsesivo, que comienza con la elementalidad de un cuarteto para cuerdas y concluye con la sonoridad propia de la gran orquesta, para ilustrar el paseo que realizan ``Scottie'' y Madeleine desde el centro de San Francisco hasta el cementerio y que introduce emocionalmente al espectador en los recovecos típicos de un filme policiaco. O el fragmento musical con el cual el compositor acentúa en la misma película la secuencia durante la cual Madeleine se arroja a las aguas turbulentas de la bahía que limita la metrópoli californiana y su rescate in extremis a manos de ``Scottie''.

Asimismo, de Vértigo recordemos los acordes que subrayan la escritura de la carta que servirá a Judy/Madeleine para informar a ``Scottie'' a propósito de su identidad, o el terrorífico ``Rooftop'' que compuso para remarcar la acrofobia que embarga a los protagonistas, o las melancólicas notas de Goodnight and the Park que acentúa los problemas a resolver de la pareja... Partitura magistral que fue interpretada y grabada en Londres y en Viena por Muir Mathieson en 1958 por encargo de la Paramount para liberarse de una huelga de músicos que en aquel entonces silenciaba a La Meca de la cinematografía. Aquella inesperada grabación realizada en Europa por Mathieson fue recogida en un disco --ahora clásico-- de la marca Mercury.

Hoy, Varése Sarabande, el editor que restauró Vértigo ha editado una versión discográfica completa de aquel trabajo. Ahora bien, si a usted le interesa escuchar otras partituras de B.H., aproxímese a un CD de la etiqueta London (443899-2) --dato recogido por Juan Arturo Brennan-- o dirija la mirada al documental de Joshua Waletzky titulado Bernard Hermann (1992).