Teresa del Conde
Exposición de Matta en México

A Manolo Rivero, galerista yucateco admirador de Roberto Matta.

En conjunción con Latin American Masters, de Beverly Hills, la Galería López Quiroga presenta hasta el 30 de agosto una selecta muestra de dibujos y pinturas de Roberto Sebastián Matta Echauren, chileno nacido en 1911 y figura indiscutible no sólo en el contexto del arte latinoamericano, sino en el de la vena no ortodoxa del surrealismo, movimiento al que se asimiló en el otoño de 1937 en que conoció a André Breton, quien inmediatamente le compró dos dibujos quedando fascinado no sólo con el hecho de que --al igual que Masson-- encarnaba en cierto modo su concepto sobre el llamado ``automatismo psíquico'', sino también con su carácter desenvuelto, dispuesto a asumir riesgos. Hay dos dibujos al crayón y lápiz y un óleo, Crucifixión, de esa época en la muestra que comento.

El óleo, sombrío y suntuoso no presenta la delirante iconografía (si así puede llamársele) de los dos dibujos, uno de 1937 y otro del año siguiente. El primero de éstos es orgánico, pareciera una neurona enloquecida que extiende sus detritas dando lugar a otro organismo que contiene vaginas. Hay línea de horizonte surcado éste por formas volátiles, bien delineadas que no representan mas que sí mismas. Tiene antecedentes en obras de Esteban Frances y Oscar Domínguez. El siguiente dibujo se le emparenta y las formas parecen apuntar a unas configuraciones tipo mandala o estrella. La idea del disparo, de la penetración, del tiro al blanco, es frecuente en varias de las piezas exhibidas. Otra pintura con el muy freudiano y lacaniano título de Morfología del deseo (1938) evidencia que en esos años Matta luchaba por eliminar en su pintura el trazo preciso de los dibujos con objeto de hacer valer la mancha. Se antoja que dibujaba sin levantar el lápiz o la pluma del papel, cosa perceptible en Sin título (1940), dibujo de formas amibeaceas y óseas que --sin parecerse a obras de Tanguy de esa época-- lo evocan. No así el otro sin título del mismo año en el que en cierta zona hay efecto de perspectiva aunque el espacio está poblado por seres de madera, hueso o alambrón que no me parecieron muy notables.

Resulta mejor la Mujer jugando a la pelota frente a un volcán. Lo de los volcanes, la lava, el fuego, la erupción se vuelve una constante temática incluso en pinturas como Teoría del árbol que está entre las obras más relevantes de todas las que se exhiben, paralela si se quiere a Escuchad y vivir (1941) que pertenece a las colecciones del Moma, de Nueva York, y que se exhibió en el Museo de Arte Moderno de esta ciudad, entre marzo y junio del año pasado integrada a la selección de las colecciones de arte latinoamericano (1920-1945) del Moma donde Matta tuvo una exhibición individual en 1957. Su individual en el MAM de 1975 fue itinerante, se gestó en Milán y viajó asimismo a Bogotá y Caracas, pero no a Chile. Matta nunca permitiría tal cosa cuando su país se encontraba bajo la dictadura militar. En cambio, sí lo hizo en 1954, época muy buena en el contexto general de su producción que, salvo excepciones, resulta algo reiterativa a partir de los años setenta.

Es interesante darse cuenta que entre 1943-44 y 1946 hay una vuelta de tuerca; los dibujos de 1946 son más ``figurosos'' y en El vidriero (el que coloca los vidrios) de 1947 hay personajes delineados que penetran y perforan los planos cristalinos. Otro cambio se produce en 1951 con Seguros de vida, un dibujo que en algo recuerda a Seguí y que remite a la fase arquitectónica de Matta, quien fue asistente de Le Corbusier desde 1932, año en que llegó a París y pretendía ser arquitecto. La más nutrida de todas las exposiciones que este artista ha presentado en museos tuvo lugar en 1985 en el Céntre Pompidou. Tuvo carácter retrospectivo y compartió espacios con la inolvidable muestra Klee y la música.

``Juglar, ingeniero, ilusionista, inspirado, pensador, clown, clarividente, poeta, insumiso, generoso'' son adjetivos que Octavio Paz adjudica al pintor en su texto Vestibule de la gran exposición parisina. La muestra de la Galería López Quiroga termina con una pieza de 1959, año en que Matta se reconcilió con André Breton, quien se había distanciado de él durante 10 años. Se acompaña de un catálogo bilingüe, muy bien impreso, prologado por Martica Sawin quien es hoy día cumplida especialista acerca del surrealismo en el exilio.

Al hablar de Roberto Matta, a fuerza se recuerda a Wifredo Lam, asimilado como él al surrealismo por bastantes años. Matta, incansable viajero que cumplirá 86 años el próximo noviembre, vive indistintamente en París, Italia e Inglaterra.

Lam, el más internacionalizado de los vanguardistas cubanos, murió en 1992. Desde sus 20 años de edad (nació en 1902) hasta 1941 vivió en Europa, ese año volvió a la isla para luego regresar al viejo continente. Sus pinturas y dibujos son compañeros inseparables de los de Matta en las subastas latinoamericanas de Sotheby's y Christie's desde hace varios años. Ambos pintores han tenido seguidores; encuentro que los de Matta son menos obvios (más personales) que los de Lam, si bien la ``estatura'' de ambos maestros es equivalente.