La Jornada Semanal, 8 de agosto de 1997
Después de ampliar el repertorio de la contracultura en los años setenta, Jorge Herralde, director de Anagrama, se convirtió en el principal impulsor de la narrativa española y en el más riguroso editor de las grandes literaturas del mundo traducidas al español. Publicamos su ponencia en el congreso sobre edición de la Universidad Menéndez Pelayo de Santander.
Durante este año se han producido algunos cambios en el censo de la edición independiente. Acababa de venderse Lumen a Plaza & Janés; después Siruela vendió un 45% de Anaya, mientras que la cuota de Planeta en Destino, que era del 50%, pasó al 100 %, según las cifras manejadas en el mundillo.
O sea que editoriales independientes que publiquen narrativa y ensayo, con cierta solera y peso específico en la vida cultural, aparte de Anagrama, creo que sólo queda Pre-textos. En el ámbito de no-ficción, menos sobresaltado, persisten Kairós, Castalia, Trotta, Paidós e Icaria, entre otras. En el catalán Grupo 62, la histórica Península se ha rejuvenecido y su presencia en librerías está aumentando notablemente.
Más cambios ha habido en los grandes grupos. Cambios de dirección literaria o de altos cargos editoriales en Planeta, Plaza & Janés, Ediciones B, Grijalbo, Anaya, o sea, casi todos. En cuanto a trasiego accionarial, Ediciones B adquiere el potente sello latinoamericano Javier Vergara; Planeta ha adquirido la mayoría de Espasa Calpe; en Bertelsman se ha llevado a cabo una importante asociación de Plaza & Janés con Larousse, con intercambio de acciones, y se unifica la dirección de Plaza & Janés y Círculo de Lectores, con posible rediseño de sus filiales Lumen y Debate. Atención, pues, a la incidencia de estos cambios en el próximo futuro, peroÊentretanto ha estallado la guerra del libro de bolsillo.
En medio de la crisis general de menor venta de libros, de baja del consumo cultural de calidad, el libro de bolsillo está en expansión en todos los países. Así lo han reflejado estudios recientes en Francia o Italia, por ejemplo. En España, donde el despegue ha sido tardío, aún se estáÊformando un público lector, se están creando puntos de venta, ampliando espacios en las librerías tradicionales. Si en el ámbito del bestseller parece claro el futuro del bolsilo, no lo es tanto en la edición literaria o ensayística. La gran pregunta es: ¿hay bastantes lectores, en un país que lee poco, para una oferta conpiscua en edición normal y en edición de bolsillo?
En cualquier caso la guerra ya ha empezado, capitaneada por la veterana Plaza & Janés y su campaña "40 años en bolsillo" y la novísima Booket, creada por Planeta con este fin (por cierto, en otra colección veterana, Destino, ha empezado un drenaje de títulos importantes hacia Booket). Mientras, Ediciones B planta cara en bestsellers, o editoriales como Anagrama y Tusquets tienen su propia colección de ficción literaria.
Pero aparte de esta nueva contienda que se adivina feroz, con descuentos rampantes, alquileres y primas en puntos de venta, etcétera, el editor independienteÊsigue en la brecha frente a los grandes grupos y sus consabidas ventajas estructurales.
Entre esas ventajas, veamos dos casos significativos. Como ejemplo de sinergias multimedia, véase el bloque Santillana-Prisa, con sus editoriales, su cadena de radio, su canal de televisión, sus cadenas de librerías y, como guinda, el poderosísimo País. O comoÊejemplo de trasiego de tesorería transnacional, el caso Bertelsman: en declaraciones muy recientes, su director en España, Manfred Grebe, acaba de afirmar que continuar con Plaza & Janés en España ha requerido un esfuerzo muy considerable. Nadie lo ha puesto en duda.
O sea que el editor independiente se encuentra nadando con tiburones, es decir con los grandes grupos, también bailando si no con lobos sí con egos, los egos de ciertos autores convenientemente hinchados por ciertos agentes literarios y por ciertos colegas, y todo al himno de la apoteosis neoliberal, del pensamiento único, que naturalmente aspira al fin del precio único, con la catástrofe cultural que supondría para este ecosistema nuestro, demasiado frágil. Una música que puede parecerse peligrosamente a una marcha fúnebre.
De todas formas, detesto y me aburre el catastrofismo y pienso que, a pesar de las dificultades, en todos los países hay bastantes ejemplos de editores independientes que no han tirado la toalla. O también editores que, sin ser estrictamente independientes, han conseguido una autonomía que les permite seguir llevando a cabo una política editorial de elevado nivel cultural.
Por cierto, pienso que estos editores, aparte de nuestra tarea individual, tenemos la obligación de luchar por objetivos más amplios, objetivos importantes para la cultura de nuestro país.
Uno de ellos es trabajar a favor del precio fijo. La libertad de precios resultó desastrosa en Francia, donde al cabo de un año fue aparcada. En el Reino Unido (según fuentes del Times Literary Supplement y de Livres Hebdo) el resultado ha sido, en resumen, estimular el desarrollo de las cadenas en detrimento de las librerías tradicionales, y paradójicamente un aumento global de precios. Incluso en los supermercados, que han aumentado las ventas, sólo 1 de 3 compradores afirmó que hacía compras adicionales; la mayoría hubiera comprado los mismos libros sin descuento. Y finalmente, estos descuentos repercuten en que los libreros piden más descuento al editor, con lo que no es de extrañar que éste suba los precios...
Otra batalla colectiva es en pro de la lectura. Nuestro colega Hubert Nyssen, de Actes Sud, en su calidad de asesor cultural de la Comunidad Europea recomendóÊentre otras medidas dos campañas específicas. Una, para revalorizar la concepción de la lectura en su lugar esencial: el pleno desarrollo personal. Otra, para incitar a la lectura y al comentario de la lectura durante las horas de clase, y para la introducción sistemática de bibliografía en los trabajos pedagógicos.
En resumen, el papel personal y colectivo de los editores independientes que aquí nos importan, es decir, aquellos editores de vocación inequívocamente cultural, consiste en llevar a cabo una política de resistencia respecto a la creciente banalización y estandarización de tanta producción editorial. Una resistencia no estática, claro está, sino imaginativa y creativa, bajo el signo de "la mejor defensa es un buen ataque", o sea, la anticipación, la creación de una demanda.
Quiero mencionar una iniciativa de resistencia muy peculiar que está llevando a cabo Sauro Sagradini y su venta por correspondencia de libros descatalogados. A través de una serie de catálagos, cuatro hasta la fecha, cada uno de alrededor de 2,000 títulos comentados, todos excelentes y todos rigurosamente descatalogados, ha conseguido el apoyo de 4,000 clientes. Sagradini, un veterano luchador cultural, está convencido de que para entre el seis y el ocho por ciento de los italianos la lectura es una fuente de placer, son "libridinosos", y no quiere que se corra el riesgo de perder esta especie en vías de extinción. No obstante, ve en peligro el futuro, dada la decadencia actual de la edición; de hecho, dentro de cinco años se vería obligado a incluir en el catálogo libros publicados hoy, o sea "libros decididamente feos, mal traducidos, sin bibliografía, plagados de erratas..." Y afirma: "Esto no es ser editor. El que considera sólo como un costo la tarea de corregir pruebas, ¡mejor que cambie de oficio!" Esta experiencia en los márgenes pone el dedo en la llaga central: la posible desaparición del lector fuerte y la del trabajo editorial bien hecho.
En un Bookseller de junio del '96 apareció un reportaje bajo el lema "Niche is nice" o sea algo así como "El nicho es agradable", una variante aggiornata de aquel famoso eslogan "Small is beautiful", "Lo pequeño es hermoso". El artículo se refería a la posibilidad, para editoriales académicas, editoriales de no-ficción, de escapar de las áreas de competencia más brutal, el bestseller y el mass market, y orientarse hacia cierto tipo de libros de ensayo, en especial en el ámbito de la historia y sobre todo de la ciencia, donde se habían cosechado éxitos notorios, como los libros de Roland Penrose o Stephen Hawking.
Recogiendo el lema "Niche is nice", pienso que el nicho natural de la edición independiente es la excelencia. La excelencia, el rigor, el trabajo bien hecho, con imaginación y tenacidad, combinando las virtudes de sprinter, en el día a día, con las del corredor de fondo, en el proyecto editorial.